sábado, noviembre 27, 2010

UN ROSTRO CRUEL

Mariela Pérez Valenzuela
Mujeres La violencia contra la mujer, desde que nace, continúa siendo uno de los males sociales que impiden el pleno desarrollo de los derechos humanos de la sociedad en su conjunto.

Las noticias relacionadas con este problema son cada vez más frecuentes. A principios de este mes la agencia de noticias EFE publicó: Un total de 577 mujeres han sido asesinadas en Guatemala en lo que va de este año, la mayoría atacadas con armas de fuego. El 95 por ciento de éstos crímenes se mantienen en la impunidad.

Es esta la realidad que soportan millones de mujeres en el mundo - en algunos países más que en otros- expresada en sus más diversas formas, que van desde la violencia física, sexual y psicológica, hasta la mutilación genital femenina y la prostitución forzada, que tienen en la desigualdad de género su causa principal.

Este 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999, en recordación a las hermanas Mirabal, activistas políticas dominicanas asesinadas por órdenes del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo.

A pesar de que algunos Estados han promulgado leyes que garantizan una mayor protección a la mujer y penalizan a sus agresores, en otros la impunidad que tienen esas personas las lleva a actuar libremente.

Marchas de protesta, jornadas de sensibilización acerca de un problema que hoy constituye una de la más vergonzosa violación de los derechos humanos se organizan por estos días en varias naciones a propósito de la fecha, si bien la lucha de ellas por ser reconocidas no tiene día, hora y pasa a formar parte de sus vidas.

Durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, se definió la violencia contra este grupo de la población como uno de los temas de especial preocupación en los que los gobiernos, la comunidad internacional y la sociedad civil debían trabajar para su erradicación.

Un mal acrecentado

Por estudios se reconoce a la violencia en el hogar como la forma más extendida de maltrato. De hecho, en países donde existen estudios al respecto se señala que más del 20 por ciento han sido víctimas de atropello por los hombres con los que viven, ya sea su pareja, el padre, hermanos e incluso los hijos.

A su vez, la trata de mujeres y niñas constituye un millonario negocio que de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) genera hasta ocho mil millones de dólares anuales.

Algunas que viven en la pobreza caen en las redes de la prostitución bajo promesas de mejoras económicas. Otras lo hacen obligadas.

Quizá no haya sufrimiento mayor para una mujer que ser sometida a la mutilación de sus genitales, una antigua práctica que refleja el pensamiento dominante en algunas culturas de que la virginidad hay que resguardarla hasta el matrimonio.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) calcula que entre 85 y 114 millones de mujeres y niñas, la mayoría residentes en África, el Oriente Medio y Asia, han sufrido esta amarga experiencia, que además de dolorosa, puede provocarles infecciones y la muerte.

¿Por qué lo hacen? Los hombres en esas culturas acostumbran a no casarse con las que no hayan sido sometidas a la circuncisión, ya que las consideran “sucias”, y aunque en algunos países se han promulgado leyes que consideran esa practica un delito y lo sancionan, la mutilación genital femenina continúa siendo un problema grave.

En general, se les niega su derecho a ser protegidas por igual ante la ley, a ser respetadas en sus puestos de trabajo y a no ser sometida a tortura, ni a otros tratos crueles. Todo ello como resultado de las relaciones de poder, históricamente desiguales.

Aunque en los últimos años la lucha se ha centrado en que se reconozca el derecho al aborto, alrededor de 78 mil fallecen cada año por la interrupción de embarazos de forma insegura. En algunas naciones los abortos clandestinos representan una de las primeras causas de muerte materna.

Difícil de cumplir ODM referidos a mujeres

Tratar de lograr la equidad entre los sexos sigue siendo en el siglo XXI un objetivo a alcanzar por la ONU en los próximos cinco años.

Para el 2015 es improbable que se cumplan los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) referidos a promover la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer, a los que se comprometieron 189 Jefes de Estado y Gobierno en Naciones Unidas, en el año 2000.

En ese contexto, y tomando como fuente a América Latina, millones de mujeres afro-descendientes sufren doble discriminación por su sexo y por el color de su piel y la situación es tan grave que ya se trata de manera diferenciada en foros internacionales.

Si las blancas viven en un régimen de desigualdad respecto al sexo masculino en número de empleo y salario, dirección política, jefatura del hogar, las negras, por razones históricas en primer lugar (en especial la esclavitud) siempre fueron consideradas ciudadanas del más bajo estrato social. De ahí que continúen inmersas en un mundo de pobreza con los consiguientes flagelos del analfabetismo, la insalubridad, la prostitución, las enfermedades de transmisión sexual y otros muchos males.

Ha sido esta situación la que ha llevado a las afrodescendientes a unirse en numerosas organizaciones, en el interés de levantar sus voces, de manera unitaria, para exigir que sus reclamos sean escuchados y resueltos.

Son ellas, y así lo han denunciado, las que más sufren las más diversas formas de violencia — desde la doméstica, hasta la sexual-, las que ejercen los trabajos más difíciles y peor pagados, con relación a los hombres y las mujeres blancas, las que reciben los peores servicios de salud (si tienen oportunidad de acceder a ellos). Su lucha se concentra en lograr su inserción en la sociedad, su independencia económica y el reconocimiento de sus derechos.

La violencia de género con sus especificidades continúa esparcida por el planeta, es un mal agravado por costumbres y tradiciones que determinan el tratamiento recibido por las mujeres en sus hogares, centros laborales y de estudio y en las comunidades.

De ahí la necesidad de incrementar los esfuerzos en el interior de los países y a nivel mundial para cerrar la brecha entre géneros y enfrentar las variadas formas de violencia contra las mujeres.

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