AmecoPress (Palabra de Mujer). Poner la vida en el centro de la organización social, política y económica. Esta es la principal tesis del ecofeminismo, una corriente aparecida en 1974 que resurge con fuerza para tratar de “inventar un modelo nuevo”, mediante la convergencia de la ecología y el feminismo, y ante el fracaso del capitalismo, “incompatible con la vida”.
El ecofeminismo es una filosofía donde la acción y la reflexión están unidas en una relación indivisible. Además, propone una mirada global y soluciones integrales para lo que, a su juicio, es una crisis de fondo.
“El capitalismo ha fracasado” afirma Marta Monasterio, miembro de la cooperativa Pandora Mirabilia. “El modelo actual de crecimiento ilimitado del PIB es insostenible, para empezar porque los recursos son limitados. Además, se basa en la injusticia social, en la falta de equidad y en la explotación de las mujeres”, explica, “pero sobre todo ha fracasado porque no hace a la gente feliz”.
Pluralidad y diversidad de corrientes
Históricamente, el ecofeminismo ha tenido un desarrollo muy hetereogéneo, con muchos matices. No se puede hablar de ecofeminismo sino de ecofeminismos en plural. Pero todas las corrientes parten de una denuncia: por un lado, ponen en evidencia la crisis ecológica a la que urge dar respuesta y por otro, señalan el maltrato y el uso que se ha hecho de la naturaleza y de las mujeres, que han sido tratadas como objetos. A partir de ahí, evoluciona.
En efecto, el ecofeminismo no es uno sino múltiple. Incluso se ha llegado a señalar que hay tantas posiciones como teóricas del ecofeminismo. Esquematizando mucho, se pueden diferenciar dos grandes líneas de pensamiento según su manera de entender la identidad femenina y la relación humana con la naturaleza: un ecofeminismo clásico de corte más esencialista y espiritualista que considera que las mujeres estarían biológica u ontológicamente más cerca de la naturaleza y otro constructivista que enfatiza las condiciones históricas y económicas.
Marta insiste en el enfoque de “aprendizaje y complementación” que prima entre las distintas corrientes y en la necesidad de valorar las diferentes aportaciones desde sus perspectivas específicas apoyadas en diversos contextos culturales y geográficos.
Esta diversidad fue objeto de estudio y reflexión durante varios años para Alicia Puleo, doctora en filosofía y directora de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid, hasta llegar a lo que denomina “ecofeminismo ilustrado”, una propuesta que “se orienta hacia la ecojusticia y la sostenibilidad sin renegar de las conquistas de igualdad y autonomía que el feminismo ilustrado ha obtenido o sigue demandando como asignatura pendiente de las democracias modernas”.
Crítica al capitalismo que se nutre del patriarcado
Tanto el feminismo como el ecologismo se plantean una mejora de la calidad de vida del conjunto de la sociedad, en el sentido de desarrollo de las capacidades de las personas. Ambos tienen una visión del mundo que implica profundos cambios en la vivencia de la cotidianeidad. Comparten también la crítica a un sistema capitalista que “se nutre del patriarcado”.
“El patriarcado es más antiguo y arraigado que el capitalismo, al cual nutre”, dice Monasteiro. “El capitalismo no podría funcionar si no hubiera mujeres en situación de desigualdad. Hay muchos trabajos, desarrollados por las mujeres, que sostienen la sociedad y que el capitalismo se esfuerza en invisibilizar y no valorar”
El ecofeminismo o los ecofeminismos, si así se prefiere, proponen cambiar el paradigma de desarrollo actual y establecer una nueva escala de prioridades. “El modelo actual se presenta como un modo de crecimiento pero es en realidad un modo de pobreza porque nos obliga a mercadear con los afectos y las necesidades básicas, la calidad de vida está basada en cosas materiales”, explica Marta.
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