lunes, agosto 23, 2010

Soporte de género para la democracia...

De paso por Buenos Aires, para asistir a una reunión de representantes del Cono Sur, la especialista sostiene que “la viabilidad de la democracia va a depender de la mayor permeabilidad de los sistemas a la participación política de las mujeres”.
Por Mariana Carbajal / Página 12
“La viabilidad de la democracia va a depender de la mayor permeabilidad de los sistemas a la participación política de las mujeres”, afirmó la abogada, socióloga y activista peruana Gladys Acosta Vargas, jefa para la Sección de América Latina y el Caribe del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem), dedicado al avance de los derechos de las mujeres y la igualdad de género. En una entrevista con Página/12, Acosta hizo especial hincapié en la necesidad de abrir espacios de participación a las mujeres en toda su diversidad. “No se resuelve el asunto logrando que las que están en la esfera de la política actual sean las que participen. Estoy hablando de las mujeres indígenas, de las afrodescendientes, de todo ese tinglado de diversas experiencias que debe tener un reflejo en la política para que haya democracia, para que la democracia no sea un remedo de la democracia”, sostuvo, a su paso por Buenos Aires, donde participó de la I Reunión Subregional de Género de los países del Cono Sur, con representantes de otras agencias de la ONU para planificar el trabajo de los próximos años.

A partir de enero de 2011, Unifem quedará fusionada con las otras tres agencias de género de las Naciones Unidas, en una nueva entidad que tendrá el nombre de ONU Mujeres y cuya creación fue votada en la Asamblea General del 2 de julio. Su titular todavía no fue designada. Se espera que sea una mujer y que el secretario general, Ban Ki-moon, la anuncie en septiembre. Suenan varios nombres de todos los continentes, entre ellos el de la ministra de la Mujer de Brasil, Nilcea Freyre. La ex presidenta chilena Michelle Bachelet era una de las candidatas latinas, pero finalmente declinó su postulación. Acosta seguirá ocupándose de Latinoamérica y el Caribe.



En diálogo con este diario, delineó la agenda prioritaria de la próxima década para la región en políticas de género y apuntó en ella, por un lado, la “profesionalización” del empleo doméstico en casas de terceros para que “deje de tener rasgos esclavos” y adquiera el mismo status que otros trabajos. Por el otro, “la sociedad se tiene que hacer cargo del cuidado de las nuevas generaciones, de las personas que tienen algún tipo de discapacidad, de los adultos mayores” y esa tarea no tiene que “recaer de forma tan dramática sobre los hombros de las mujeres y en forma gratuita. Otro tema, señaló, es “el nudo serio de la autonomía física de las mujeres, de su cuerpo, tanto para eliminar, de una vez por todas, todas las formas de violencia como la agenda vinculada a los derechos sexuales y reproductivos, que es compleja y no se va a resolver de un día para el otro”. La charla tuvo lugar en el moderno lobby de un hotel del microcentro, donde se desarrolló la reunión de la ONU.

Buenos Aires es una ciudad conocida para la abogada peruana. Entre 2006 y 2008, Acosta fue representante de Unicef-Argentina y tuvo su oficina en el barrio de Recoleta. Antes, ocupó ese cargo en Guatemala. Ahora, su despacho está en Nueva York. Acosta tiene una larga trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres y las niñas, especialmente en su país, donde integró el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, reconocida organización feminista. Además, fue consultora del Programa Mujer, Justicia y Género del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito (Ilanud) y del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

–¿Cuál considera que es la agenda más urgente en materia de derechos de las mujeres y equidad de género para la región?

–No hay un solo tema. Es clarísimo que la economía lleva un rol fundamental. Desde el punto de vista de la igualdad de género, hay que terminar de una vez por todas con esta división tan tajante entre trabajo remunerado y el no remunerado que reposa sobre los hombros de las mujeres. Todavía, las mujeres desempeñan una función económica súper importante sin remuneración. Hay que tener unas tenazas legislativas muy fuertes para modificar esta situación. El trabajo doméstico de las mujeres en casas de terceros en el siglo XXI tiene que pasar a otro rango.

–¿De qué forma?

–En primer lugar, hay que profesionalizarlo. Ni tiene que ser sólo realizado por mujeres ni continuar con rasgos de esclavitud. Es un trabajo necesario y tiene que ser legislado en igualdad de condiciones que otros trabajos. Hay que terminar con las leyes que le dan un rango de semi trabajador a quien lo realiza. Hoy es la representación más flagrante de la devaluación del trabajo de las mujeres. La mayoría de las que lo realizan son pobres y discriminadas por indígenas o afrodescendientes, según el país.

–Agregaría mujeres de sectores rurales, al menos en la Argentina.

–Y este tema está conectado con una necesidad que debe resolver la sociedad, y es la economía del cuidado. En la Argentina ha tenido lugar, en julio, una reunión muy importante de las economistas feministas. En la agenda estaba bien puesta esta noción de la economía del cuidado.

–¿Cómo puede abordarse?

–La sociedad se tiene que hacer cargo del cuidado de las nuevas generaciones, de las personas que tienen algún tipo de discapacidad, de los adultos mayores. No tiene que recaer de forma tan dramática sobre los hombros de las mujeres y en forma gratuita, sin remuneración. No es una cuestión privada. Hay que encontrar la manera de que sea un tema del Estado, hay que pensar mecanismos sociales, colectivos, de cuidar a todas aquellas personas que lo requieran y que no sea una mera responsabilidad del individuo mujer. Es una tarea de la agenda legislativa buscar la forma.

–¿Algún país le encontró la vuelta?

–España tiene una legislación bastante interesante. Se han presentado proyectos en Colombia, pero la respuesta gubernamental fue que el ministerio de Finanzas hizo un cálculo de lo que habría que pagar a las personas que se hicieran cargo del cuidado y la suma era imposible.

–Decía que había varios temas en la agenda prioritaria...

–Sí. Uno es el nudo serio de la autonomía física de las mujeres, de su cuerpo, tanto para eliminar, de una vez por todas, todas las formas de violencia como la agenda vinculada a los derechos sexuales y reproductivos, que es compleja y no se va a resolver de un día para el otro. Otro tema es el de la participación política, que tiene que ver con la gobernabilidad, inclusive. La viabilidad de la democracia va a depender de la mayor permeabilidad de los sistemas a la participación política de las mujeres. Es así de serio. Hablo de las mujeres en toda su diversidad. No se resuelve el asunto logrando que las mujeres que están en la esfera de la política actual sean las que participen. Estoy hablando de las mujeres indígenas, de las afrodescendientes, de todo ese tinglado de diversas experiencias que debe tener un reflejo en la política para que haya democracia, para que la democracia no sea un remedo de la democracia. Ninguno de estos temas, que son grandes, se va a resolver bien, si no hay mecanismos adecuados de mayor participación de las mujeres. En el mapa de la región, lo que vemos es que hay una gran participación femenina parlamentaria...

–En la Argentina, a nivel nacional, llega casi al 40 por ciento...

–Pero a nivel local es bajísimo. La política no es solamente la visibilidad en los Parlamentos, pero también es necesario que los partidos políticos piensen distinto respecto de las mujeres. Y otro aspecto es fundamental: cuando una empieza con la sensibilidad del enfoque de género, que es un enfoque de derechos, mira también qué pasa con las edades. La política tiene tendencia a abrir espacios a las personas de adultas para arriba. No visualiza con claridad todavía a la gente joven. Hay que desarrollar en las niñas y en los niños desde muy pequeños esta preocupación por los demás que al final se traduce luego en un interés por la política. Las personas más jóvenes todavía enfrentan muchas formas de discriminación, aunque no son las mismas formas que las anteriores generaciones. La discriminación ha tendido a disfrazarse muchas veces. Ha desaparecido la discriminación manifiesta en las leyes, en los códigos civiles, pero existe un laberinto de cristal para las mujeres. Soltarle la tenaza a la discriminación implica medidas de acción positiva. Hay que hacer que el Estado se haga cargo de que no haya discriminación.

–Al ser más sutil la discriminación, ¿es más difícil que las jóvenes levanten las banderas del ideario feminista?

–A mí me parece que hay nuevas expresiones de los nuevos movimientos feministas en las jóvenes, que no tienen mucho espacio para mostrarse. En primer lugar, son menos institucionales, no tienen una ONG, son más flexibles, están vinculadas al arte, a lenguajes más disruptivos. Pero también me ha sorprendido muchísimo ver que hay mujeres en la ciencia que son, casi diríamos, “naturalmente feministas”, muy independientes, muy autónomas en sus decisiones. Cuando no están bajo una discriminación de clase y de etnia muy fuerte, acceden a información, educación, eligen una carrera y se mueven más o menos libremente, por eso digo que son casi naturalmente feministas. Tienen una conciencia de su libertad y de su ser mucho más avanzado que el que tenían las generaciones precedentes. No estoy tan segura de si se reivindican feministas, algunas sí, otras no, porque ya han crecido en un entorno en el que no han tenido que luchar por eso. Lo que sí es muy perceptible es que lo ganado se puede perder. Cuando las jóvenes perciben eso, ahí sí recurren a ese ideario feminista.

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