La comadrona, una mujer que ayuda a sus iguales a parir, existe en muchas culturas ancestrales. La medicina occidental colombiana casi la borra del mapa, pero un grupo de tenaces cultoras promueven una ley para formalizar a la partera como agente de salud.
"Entre 2009 y lo corrido de 2010, no ha muerto ninguna mujer atendida por una integrante de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico", asegura a IPS Liceth Quiñones, de 22 años, quien ejerce el oficio en Buenaventura, principal puerto marítimo colombiano sobre ese océano.
Hija de la hoy sexagenaria matrona Rosmilda Quiñones, Liceth tenía tres años en 1991, cuando la madre fundó la asociación que aún dirige, de acrónimo Asoparupa, y que cuenta con 250 integrantes de los occidentales departamentos de Chocó, Valle, Cauca y Nariño.
A los seis años Liceth ya la asistía. "La partería se aprende con oralidad y práctica", explica. A los 13 reconoció que una placenta salía incompleta y supo que era necesario ir de urgencia al hospital.
"Hoy no atendemos a nadie sin control médico previo. Y tenemos claro que cualquier complicación debe ser atendida por el especialista", enfatiza.
Las 1.500 parteras de Colombia, según un censo de 2008 realizado por la Superintendencia de Salud del Valle, no están certificadas ni autorizadas para asistir nacimientos en hospitales.
La capacitación se limita a talleres de primeros auxilios u otros ofrecidos por la Cruz Roja y el Servicio Nacional de Aprendizaje.
Ellas superan las lejanías selváticas del Valle y del Chocó, donde el transporte es casi siempre fluvial y abundan problemas como crecidas de ríos y culebras, "trasladándonos a horas insólitas, con todo el compromiso y la certeza de que nadie subsiste económicamente con este trabajo", asegura Quiñones.
Ella se gana la vida con un centro de medicina alternativa que acoge a profesionales en bioenergética y otras técnicas, y donde pone en práctica lo aprendido en enfermería profesional, carrera que no concluyó por falta de recursos, cambiándola después por la de auxiliar de enfermería.
Quiñones también suma conocimientos que adquirió en México, y con parteras de Brasil, además de contactos y aprendizajes con matronas de otros rincones del mundo.
Estas mujeres están convencidas de la efectividad de los partos naturales, pero no rechazan la medicina oficial. Los médicos "no nos aceptan en sus hospitales, pero nosotras los acogemos a ellos", asegura.
Un camino para formalizar la partería en la atención obstétrica es una ley de parteras que regule el ejercicio profesional. El proyecto fue aprobado por el Senado en 2009, y debería ingresar en la agenda de la nueva legislatura que se instalará el 20 de julio.
La propuesta fue presentada por la médica vallecaucana Dilian Francisca Toro, senadora por el derechista y gobernante Partido Social de Unidad Nacional.
"El trabajo real, el de base (por esa ley), corresponde a doña Rosmilda, a Liceth, al mío y al de muchas mujeres", dijo a IPS la partera bogotana Alejandra Montes, graduada en derecho y ciencias políticas y en filosofía, y estudiante de auxiliar de enfermería.
Montes fundó en 2008 la no gubernamental Artemisa - Asociación de Parteras Urbanas, tras permanecer siete años en distintas regiones colombianas con población negra e indígena.
"Compartí con ellas lo que a su vez aprendieron de las migrantes europeas, porque nuestras nativas parían solas, con la única ayuda de sus compañeros", según Montes.
Pero el oficio de comadrona existe en varias culturas indígenas latinoamericanas, así como en las africanas y europeas.
Según el Ministerio de la Protección Social, la mortalidad materna colombiana se ubica en 75 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos. En Estados Unidos esa tasa es de 13,3 por cada 100.000, según cifras de 2006, pero viene decayendo del 6,6 registrado en 1987. Aunque el retroceso se vincula a la crisis del sistema de salud de ese país, las parteras también están allí marginadas de la atención obstétrica institucional.
"En Francia, Inglaterra, Alemania, Canadá… se permite y se necesita de las parteras en los nacimientos bajo óptimas condiciones", enfatiza Montes.
En Argentina y Uruguay, es una profesional universitaria integrada al equipo obstétrico de cualquier hospital.
Buscando develar las razones de la partería, Montes se fue a vivir varios meses en Buenaventura para "observarlas y aprender" como docente e investigadora universitaria.
Ella señala que "70 por ciento de los nacimientos con partera son totalmente sanos".
Mientras, "el 30 por ciento restante presenta dificultades connaturales al parto mismo" que, detectadas a tiempo, se derivan al especialista médico correspondiente. "Cada vez logramos mayor control", afirma Quiñones.
Se trata de un proceso integral que debe iniciarse el primer mes de embarazo y prolongarse después del nacimiento.
Pero en las ciudades, la partería se ve como algo "peligroso, sucio", se alimenta el prejuicio de que "es brujería, o de que solo sirve en ausencia de médicos", agrega Quiñones.
Sin embargo, si la ley se aprueba, las empresas que gestionan los servicios médicos facultadas por el Estado, aprovecharán la partería porque "tienen la infraestructura montada y representará ingresos", opina.
Un camino intermedio entre las parteras tradicionales y la atención hospitalaria es explorado en Bogotá por la privada Fundación Procrear, del médico Mauricio Espinosa.
Allí se ofrecen partos en el agua, con apoyo de una partera y bajo la atenta y respetuosa mirada de Espinosa.
"Es cómodo, tibio, con una inmensa sensación de libertad", dice Carolina Zuluaga, recordando el nacimiento de su hijo Federico, dos años y medio atrás.
"Juan, mi esposo, me ayudó a pujar, cortó el cordón umbilical, y guardamos la placenta ocho meses para luego devolvérsela al universo en agradecimiento por nuestro niño", relata Zuluaga.
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