Las feministas vienen anunciando desde hace más de dos siglos (siglo XVIII) que la democracia es el marco indispensable para el logro de la igualdad, junto con la justicia social y el desarrollo. Hoy en día, la perspectiva de género ahonda en esos planteamientos y consideran que es lesivo a los intereses de la humanidad el que se continúe postergando la construcción una democracia que implique equidad entre los géneros, es decir entre los hombres y las mujeres, pero considerando y respetando sus diferencias. Plantean que el desarrollo humano en sus diversas manifestaciones no sería posible sin una democracia real, es decir incluyente, participativa, sin discriminación ni exclusión de nadie.
Según las feministas hondureñas, en coherencia con sus hermanas del mundo, entienden que la democracia representativa hondureña ha sido un modelo político que ha facilitado a las ciudadanas la ilusión de que, gracias a las demandas de los sectores oprimidos, desposeídos, excluidos, se podrían generar mecanismos que les permitirían asociarse y organizarse de tal modo que se pueda influir en las decisiones públicas. Sin embargo, los recientes acontecimientos han demostrado que la democracia representativa como sistema social está pasando por una profunda crisis de estabilidad y de legitimidad. Hemos visto cómo ha prevalecido la ley del más fuerte. El golpe de Estado es la evidencia más contundente de ello.
Tras el funesto golpe a la institucionalidad del 28-j las mujeres han denunciado que el sistema político hondureño –que se desarrolla en el contexto de una economía liberal globalizada-, ha tenido consecuencias directas en la acentuación de las brechas sociales, étnicas y sexuales, el empobrecimiento de grandes sectores sociales y de la mujer trabajadora específicamente. La situación interna se agrava con un marco internacional en el que la lucha por la hegemonía mundial, iniciada por Busch y extendida por Obama, a la par de la ejecución de guerras de exterminio, sostiene los movimientos internacionales de la ultraderecha en su lucha contra los pueblos que –como el nuestro- se organizan para transformar la injusta sociedad en que les ha tocado vivir.
Hechos trascendentales que introdujeron algunos cambios en la situación de las mujeres, como la aparición de los anticonceptivos, no han servido de mucho para transformar substancialmente las costumbres y leyes que siguen negando los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en Honduras, las luchas por el reconocimiento al valor económico del trabajo doméstico, por su derecho al placer, por salario igual por trabajo igual, por la creación de guarderías para las madres trabajadoras y en contra de la violencia de género son más necesarias que nunca en los albores del siglo XXI y le da vigencia a la rebeldía de las feministas.
Por otro lado, nos encontramos con que algunas mujeres que ocupan cargos de representación popular y que han tenido y tienen acceso al poder, lejos de promover mejoras para las mujeres, han sido aliadas de los sectores fundamentalistas que se oponen a la emancipación de la mujer. Para la defensa de las mujeres se requiere de una conciencia de clase y de género. Es una realidad insoslayable que un cuerpo de mujer no garantiza conciencia de género. De hecho, estas féminas no han asumido la tarea de enfrentar la diferencia para contrarrestar el agravamiento de la ya precaria situación de la mayoría de las mujeres pobres de nuestro país.
En este contexto ser mujer es una tarea muy difícil. Las mujeres libran nuevas y más arduas batallas, ya no por nuevos logros sino por no perder lo ganado a duras penas. Hay aspectos generales que compartimos todas las mujeres a partir de los roles identificatorios de género. El proceso histórico social en casi todos los países ha ido transformando los roles y haciendo entrar en crisis la supuesta identidad femenina. Sin embargo, cuando las mujeres se integran en forma masiva al trabajo asalariado y en vez de una sola jornada, la del trabajo doméstico “invisible”, realizan una o dos jornadas extra domésticas o trabajo asalariado. Lo cual acentúa la situación de subordinación de las mujeres.
En Honduras, más allá de la identidad de género, vivimos una gran diversidad de experiencias, derivadas de las diferencias de clase, de etnia, de cultura. Este hecho ha dificultado desde siempre la posibilidad de una organización incluyente para todas. Sin embargo, a raíz del golpe de Estado, con la organización de un movimiento social amplio, ha surgido el ambiente propicio para el debate y la construcción de propuestas innovadoras desde el movimiento feminista.
Se entiende que el neoliberalismo y la globalización, afecta a toda la población, a hombres y mujeres, a las/os niñas/os, a las/os ancianas/os, siendo las mujeres las más afectadas. Los Estados, los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales y de derechos humanos, la sociedad civil, deben asumir esta situación. Actualmente cuatro de cada diez familias tienen como jefa a una mujer. La crisis de finales del siglo y principios del actual ha afectado de manera grave la situación de millones de mujeres trabajadoras que son víctimas de la violencia intrafamiliar y social, del desempleo generalizado, del deterioro de las condiciones de vida y del medio ambiente en el campo y la ciudad. Debemos buscar respuestas a esta realidad
En nuestra nación las grandes diferencias sociales y por lo tanto culturales hacen difícil la organización política de las mujeres. En los sectores medios, entre profesionistas y académicas hay un avance en los estudios de género, y existen organizaciones institucionales que vinculan a mujeres de distintas regiones a través de seminarios, encuentros, simposios o convenciones internacionales. Pero por lo general esos esfuerzos no repercuten en otros sectores de la sociedad.
De ahí que sea urgente el que las mujeres adquieran una conciencia de género a través del conocimiento del proceso histórico que las ha atrapado, de las redes invisibles que las limitan, de la discriminación de que son objeto. Comprender que tanto ellas como los hombres han sido el resultado de una construcción histórica y social. No son los hombres concretos sus enemigos, aunque frecuentemente son quienes ejercen la opresión, es la sociedad patriarcal que mantiene su poder y difunde su ideología a través de todos los medios que posee. Ideología que lamentablemente ha sido retransmitida por las mujeres.
Estas particularidades de las circunstancias que viven las mujeres nos obligan a cuestionar el sectarismo, la competencia, la lucha por el poder que han permeado las relaciones entre las mujeres, independientemente de su clase o su cultura.
Se cumple el primer aniversario del golpe de Estado y las feministas enfrentan el reto histórico de contribuir como mujeres al fortalecimiento del movimiento social hondureño. La democracia formal imperante en nuestro país, significa en la práctica inequidad e injusticia social. Ellas se plantean sin ambages que no habrá democracia si la mitad de la población no goza de los mismos derechos, si existen minorías discriminadas, si el poder real sigue estando en una mayoría masculina. En síntesis, si las mujeres siguen siendo subordinadas y marginadas de los procesos de construcción social y se aprestan para realizar sus particulares demandas en la Constituyente y el nuevo texto Constitucional.
Contacto: gloriaavelos@gmail.com
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