Cada 8 de marzo, una mujer coetánea, aunque su materia haya cambiado ya de forma, preside en la esencia de los objetivos con que realizamos esta jornada de lucha, los actos que llevamos a cabo. CLARA ZETKIN pervive como ejemplo preclaro de esa dedicación perseverante y diaria, que aconsejaba y practicaba como necesidad ineludible, para conquistar la transformación del ser social que nos oprime, e impide el desarrollo de la pareja humana.
En sus 76 años de fructífera existencia, dedicó casi cuarenta a la lucha por un poderoso frente de las trabajadoras y mujeres democráticas y pacifistas. Y cuando en 1932, enferma y casi ciega, intervino por última vez en el parlamento germano, para llamar a «las mujeres y trabajadoras de todos los países a unirse en un frente único antifascista, para la defensa de la libertad», lo hizo desafiando los peligros agudos de la escalada hitleriana y enfrentando la traición de la socialdemocracia.
Ya en 1889 había intervenido en el Congreso de Trabajadoras que se verificara en París, auspiciando la organización del movimiento femenino a escala internacional y en 1900, junto con Rosa Luxemburgo, llamó a organizar movimientos de protesta contra el militarismo y la guerra, en los que las mujeres y los jóvenes deberían incorporarse activamente a la lucha por la paz.
En 1910, en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas y ante delegadas de 17 países, cuando Clara Zetkin propone una «jornada de acción por los derechos de la mujer y por la paz»... cada 8 de marzo, fecha en la que, para 1857, había masacrado la democracia yanqui, a las mujeres que llevando consigo a sus hijos, participaban en una manifestación de obreras, en Nueva York. Y ni siquiera era una jornada política, sino una acción de lucha por conquistar reivindicaciones laborales.
Cuando en 1911 se celebra por primera vez el 8 de marzo, cerca de un millón de hombres y mujeres, enlazan sus consignas por objetivos particulares que se hacen permanentes, con la lucha común contra la guerra imperialista, que los capitalistas preparan.
En 1915 los socialistas oportunistas se pliegan a la burguesía y apoyan la guerra imperialista, y es ella quien en la Conferencia Femenina de Mujeres Socialistas de Berna, aboga por la lucha por la paz... «Para la cual sería decisiva la solidaridad internacional de las mujeres».
La encarcelan y condenan por esto. Mas no la arredra la prisión y al salir de ella, se incorpora a la lucha clandestina con la Liga Espartaco. Al transformarse ésta en el Partido Comunista Alemán, es electa miembro de su Comité Central.
Los bolcheviques toman el poder y comienza a ser hecho concreto el socialismo y la «incorporación a la política precisamente de los que sufren mayor opresión bajo el capitalismo», como lo expresara Lenin el 8 de marzo comienza a ser realidad. Clara Zetkin, al contrario de otros iniciadores que no ven materializados sus sueños, tiene la dicha de ver cómo se van creando las condiciones materiales para acabar con la «esclavitud casera», hacer realidad la igualdad de la pareja humana en cuanto al derecho familiar y la erradicación paulatina del lastre de los prejuicios sociales que a mujeres y hombres impidió avanzar en la conquista de su desarrollo colectivo y personal, y siguen siendo un muro de contención en el avance de las mujeres y los explotados en general, en la sociedad de clases antagónicas.
Grande fue la ayuda que Clara Zetkin dio al despertar de la mujer, a la conciencia de su valor en sí y de su capacidad potencial para decidir en favor del desarrollo posible de una nueva sociedad en el mundo. Y no fue sólo práctico este aporte.
Conocedora de la doctrina marxista y co-fundadora del partido obrero en su país, participó activamente en la lucha contra el revisionismo oportunista y contra la concepción de que la emancipación femenina, es una lucha de sexos antagónicos irreconciliables. Afirmaba que la lucha por la emancipación de la mujer es parte de la batalla por la emancipación de la clase obrera, por la redención de los explotados. Enseñaba que cada 8 de marzo hay que analizar en concreto los factores objetivos y subjetivos que condicionan la situación del momento, para encontrar las consignas justas que puedan estimular en este instante a las mujeres, a incorporarse a la lucha.
Preconizaba un movimiento femenino de masas en el que «todos los movimientos, partidos y centrales sindicales», auspiciar la participación activa y consciente de las masas femeninas en la lucha social. Aseveraba que era responsabilidad ineludible incorporar a la lucha a: obreras, campesinas pobres y medias, mujeres del hogar, empleadas e intelectuales, y que para ello era indispensable utilizar formas específicas de lucha, «teniendo en cuenta sus propios intereses, sus peculiaridades».
Analizaba objetivamente las causas económicas, sociales y políticas, que entraban en la sociedad de clases, la incorporación de la mujer a la lucha social, y optimista a conciencia afirmaba que estaban dadas las condiciones para hacerlas intervenir en la lucha por la conquista de las premisas que asegurarían su libre desarrollo y el ejercicio pleno de su condición humana.
Los resultados de la lucha a nivel internacional le han dado la razón. Cada año nuevos contingentes femeninos se suman a la inconformidad con su situación preterida, y la celebración del 8 de marzo se nutre de esta necesidad insatisfecha de liberación de las mujeres. Y fue así, que en ese parís que oyó su vibrante llamado a construir una organización internacional femenina en el 1889. La «Federación Democrática de Mujeres» al constituirse, hizo realidad ese instrumento de lucha que ella protagonizara 45 años atrás. Ligada al combate contra el fascismo, el colonialismo, el neocolonialismo, neo fascismo y la guerra, la contienda de las mujeres del mundo por su emancipación deviene una fuerza poderosa, que ayuda a incorporar a las masas por el desarrollo de los pueblos, la igualdad no sólo de las mujeres sino también de todas las razas, la coexistencia pacífica y la paz.
En 1975, el «Año Internacional de la Mujer» fue utilizado por las mujeres progresistas para elevar el nivel de conciencia de las mujeres del mundo, y en Venezuela abrió perspectivas de avance, la dedicación que hizo posible el éxito del proyecto que las mujeres venezolanas nos habíamos trazado; pero estas posibilidades no se han concretizado.
Un nuevo 8 de marzo nos enfrenta a la necesidad de analizar la situación en cuanto al movimiento femenino con Venezuela. En el pasado, previa preparación y realización de las actividades práctica con que cubrimos los eventos de esa jornada mundial, nuestro trabajo planificado, y traducido en hechos, demostró que era posible la movilización conjunta de amplios sectores para luchar por igualdad jurídica y social de la mujer; contra la discriminación en los salarios y por la igualdad de los hijos, por la conquista de la paz, el progreso social la democracia e independencia nacional.
Esta meta, pese a su inmediatismo, no fue fácil de conquistar. Hubo que vencer múltiples dificultades derivadas de la diversidad de perspectivas y opiniones, generadas por la heterogeneidad clasista y ubicación ideológica diversa (partidista y no partidista) de las fuentes que nutren el torrente del movimiento femenino de masas; pero sobre todo por el ya largo vicio de división de nuestro movimiento de masas en general.
En forma declarativa la mayoría de las participantes expresó su acuerdo, con que son necesarios organismos especiales dentro de los partidos y organizaciones de masas, para promover a la mujer e impulsarla hacia la conquista de la confianza en sí misma y el ejercicio de sus posibilidades, ya como parte alícuota de una sociedad que necesita su participación en condición de igualdad en todas las esferas, o como persona que asume de facto obligaciones corresponsables como ciudadanos, trabajadores y jefes de familia. También el mayor número afirmó que era necesaria una organización amplia y de masas, que unificara la lucha por nuestros objetivos comunes. Estos organismos se crearon y ninguno funciona con regularidad.
Las características particulares dentro de la dialéctica de nuestro proceso político, incide en parte en esta frustración de las posibilidades señaladas. Este es un factor objetivo que sólo en conjunto puede superar el movimiento progresista y de masas; pero hay un factor subjetivo específico que compromete sobre todo la responsabilidad de las dirigentes femeninas: el trabajo con las mujeres no es consecuente, perseverante y diario. No se dirige a las amplias masas y se mantiene enquistado, cuando se hace, en vanguardia de diversas tendencias. Por eso la agresividad pequeño-burguesa desvía de su justo cauce el análisis sereno, por una parte; por otra la desviación juridicista y esperan-zas de que lo esencial es llegar a congraciarse con las cámaras legislativas para que nos aseguren una «ley salvadora», hacen caso omiso de la necesidad de impulsar a las mayorías femeninas a luchar por ellas e incluso, la urgencia de conquistar la acción solidaria de los hombres progresistas con ese fin, y provocan la agresividad que desvía de su justo cauce el análisis sereno y el estudio serio de las causas, formas de contrarrestar sus efectos y perspectivas ante, dentro y con las masas femeninas, única forma de incorporarla al trabajo.
Pese a los defectos apuntados, el avance de la mujer en el mundo, al cual no es extraño la existencia del sistema socialista en Cuba, China, Corea y Vietnam, la lucha consecuente de las mujeres en los países donde la discriminación de la mujer subsiste, así como nuestra propia discontinua lucha, va haciendo mella en la conciencia social, como lo demuestra ese Ministerio para los Asuntos de la Mujer, que nada ha conquistado para nosotras.
Por eso pienso que este 8 de marzo, nos obliga a proponemos «SER MÁS EFICACES», como lo pidiera Clara Zetkin, y para ello: comencemos las gestiones para una lucha unida, contra el peligro de la guerra mundial que de nuevo azuza el imperialismo, por la solidaridad internacional y la amistad entre los pueblos, que evite las guerras limítrofes entre países hermanos fronterizos, que a través de sus sectores más reaccionarios de sus clases dominantes, mueve el imperialismo; por la unidad de las fuerzas progresistas para obtener mejores condiciones de vida e igualdad jurídica para la mujer venezolana y sobre todo: por la conquista de los más amplios sectores femeninos, para el trabajo con estos objetivos. No más vanguardias aisladas en narcisismo exhibicionistas de personajes importantes, que nada podrán conquistar. Masas incorporadas para ser efectivas, como nos aconsejara nuestra inolvidable Clara Zetkin.
(*) Publicado en Edición Impresa Nº 174 de Tribuna Popular
No hay comentarios:
Publicar un comentario