domingo, marzo 14, 2010

Cuba: Etapas de la Mujer Trabajadora...

Por Evelio Tellería Alfaro
La industria tabacalera, cuna de nuestro proletariado, fue también gestora del empleo femenino en Cuba, hecho que se remonta a la segunda mitad del siglo XIX.

Tras el fracaso de la primera contienda independentista contra el colonialismo español, el país atravesaba por una agobiante miseria. Sobre aquella etapa, el sabio cubano Don Fernando Ortiz escribió en su conocida obra Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar: “Fue al acabarse la guerra diezañera, en 1878, cuando la mujer por primera vez entró como obrera en una fábrica de La Habana (...) Antes la mujer envolvía y empaquetaba a mano los cigarros, trabajando en su casa, desde entonces entró abiertamente en el proletariado fabril.”

También laboraban en las factorías de tabaco como despalilladoras y torcedoras, mientras otras eran costureras, lavanderas y planchadoras. Todas recibían un mísero jornal en comparación con los hombres, explotación que fue denunciada en el Congreso Regional de la Isla de Cuba, efectuado en La Habana, en 1892, al revelar que ellas desempeñan un trabajo por el cual se les paga un 50% o el 70% en comparación con lo que se abona a un hombre.”


En la neocolonia

A raíz de la primera intervención militar norteamericana en Cuba (1899-1902) la mujer ocupó algunos empleos en oficinas públicas y en el magisterio. En años posteriores, con el aumento de la clase obrera en el país, también creció la presencia femenina en el ámbito laboral, aunque de modo muy lento y difícil.



En diversos momentos las mujeres trabajadoras –junto a los hombres- dieron pruebas de su combatividad al enfrentarse a los explotadores y a la fuerza pública para exigir mejores salarios y condiciones laborales, a pesar de no contar por entonces con apreciable organización, ni gran conciencia de clase.

Una de sus principales conquistas tuvo lugar en agosto de 1917 con la promulgación de una ley que reconocía el derecho de ellas para ocupar ciertos empleos en establecimientos comerciales que vendían artículos femeninos y en librerías.

Durante casi seis décadas de república neocolonial, la discriminación por sexo y raza le impedían a la mujer el acceso a determinados empleos tanto en sectores productivos como en los servicios.

Por lo general, le asignaban puestos de trabajo de inferior categoría y menor salario con respecto a los hombres. Así lo expresan algunos datos. El censo de población realizado en 1953 reportó que el 17% de la fuerza de trabajo del país era del sexo femenino, en ocupaciones como maestras, secretarias, en pequeños comercios, servicio doméstico y otros. Solo el 6,2% se desempeñaba como profesionales y técnicas, y el 2,0% ocupaba responsabilidades de dirección.

Para nadie es un secreto que un sinnúmero de tabúes raciales y sexuales, así como falsos conceptos subestimaban a la mujer de aquellos tiempos cuando era irreal ver a una empleada negra en una agencia bancaria.

La superación cultural era prácticamente exclusiva para las clases privilegiadas y, en menor escala, entre las capas intermedias por lo que a muchas se les impedía brillar por su talento, creatividad y demás virtudes.

Apenas podía hablarse de derechos relacionados con la mujer trabajadora y de otros que van más allá del contexto laboral y hoy, sin embargo, son prioridades indiscutibles.


Llegó la Revolución


La plena igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres que la Revolución Cubana ha conquistado, defendido y preservado como principio inviolable en su política social y económica en sus 51 años de existencia, más los mancomunados esfuerzos de la Central de Trabajadores de Cuba, los Sindicatos, la Federación de Mujeres Cubanas y de toda la sociedad, han hecho tangible la incorporación de la mujer al trabajo y a todo lo que concierne al ámbito laboral.

Los logros en cuanto a participación rebasan los indicadores meramente numéricos y se expresan cualitativamente en una fuerza laboral muy calificada, que resulta decisiva en los programas priorizados de la Revolución y en todos los sectores de la vida socioeconómica del país. Además, están amparadas por una legislación que garantiza su protección frente a cualquier forma de discriminación por razones de género y a ello se suma la voluntad política del Estado Socialista y del movimiento sindical cubano en defender ese principio.

En el movimiento sindical el protagonismo femenino está presente en sus filas al constituir cerca del 60% de los dirigentes profesionales.

Lenin señalaba que “no puede haber revolución socialista si la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras no participan en ella en grado considerable”.

La sagacidad, la acometividad y el espíritu combativo son atributos que dignifican a las cubanas y lo han puesto de relieve en los más difíciles momentos frente al bloqueo imperialista y las barreras cotidianas del período especial.

Este 8 de marzo, en cualquier sitio de Cuba o en la ayuda solidaria que brindan hoy en Haití, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Chile o en la lejana África, nuestras mujeres engrandecen la obra que para ellas creó la Revolución.

Fuente: Trabajadores

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