El 9 de marzo el Superior Tribunal de Justicia de Chubut autorizó, luego de apelaciones, el aborto terapéutico de una chica de 15 años, violada y abusada por su padrastro. Esta es una realidad que se nos impone de una manera que no podemos más esquivar o negar. El abuso, el incesto, el embarazo no deseado, las enfermedades de transmisión sexual, la naturalización de la violencia y el sometimiento de las mujeres, plantean serios conflictos sociales que merecen soluciones adecuadas desde distintos ámbitos.
Si consideramos que la sexualidad es parte de la personalidad de los/as sujetos y también de la personalidad en formación de niños y niñas, es necesario atender a sus inquietudes y reclamos, especialmente, en su entrada a la pubertad. Por eso, tiene tanta relevancia la necesidad de apoyar y orientar el desarrollo de niños y niñas en función del sano y pleno goce de la sexualidad como parte de su desarrollo integral y el ejercicio de sus derechos. La educación sexual es una necesidad social de aprender a ser, a cuidarse, a disfrutar.
Develar las relaciones de poder en las que fluyen nuestros vínculos cotidianos, la “naturalización” de las diferencias de género y las de generación, las de etnia y las de clase, son algunos de los nudos que sostienen un tipo de sistema que asegura la hegemonía y que l@s educador@s sexuales nos preparamos para intervenir.
La formación en educación sexual va mucho más allá de saber la manera correcta de colocar un profiláctico para tener “sexo seguro”. Permite “encontrar la punta del ovillo” y crear un escenario donde colocarse un profiláctico o evitar y denunciar a un adulto que abusa sea posible.
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http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5599-2010-03-19.html
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