“La Justicia necesita pruebas”. Los periodistas no hacían más que felicitar la prudente actitud del padre de Wanda Taddei, la mujer que finalmente falleció después de una larga agonía en el Instituto del Quemado. “Que Eduardo Vázquez haya sido violento, no es prueba de que esa noche haya querido matar a Wanda. Porque en esa ocasión, pudo haber sido un accidente.”, repetían frente a las cámaras los periodistas y seguían insistiendo en la responsable actitud del señor Taddei de esperar que aparecieran pruebas.
Es verdad, no están las pruebas que necesita la Justicia… sólo hay comentarios de vecinos sobre los gritos y las peleas que se escuchaban habitualmente en casa del músico de Callejeros; sólo hay una botella de alcohol; sólo hay menores que dan muestras de haber sido testigos presenciales de muchísimos episodios de violencia; sólo hay una joven de 29 años que muere sin poder contarle a la justicia qué pasó aquella noche, dejando a dos hijos de 5 y 8 años.
Es cierto, la Justicia necesita pruebas. Y como la Justicia es ciega, no ve que la violencia contra las mujeres tiene esa peculiar característica de transcurrir entre las cuatro paredes de las vidas privadas y de hacerse visible sólo cuando ya es demasiado tarde. La Justicia también es lenta, claro está. Por eso cuando llega (si llega), no se sabe para quién hace justicia. Porque la víctima, muchas veces, ya no está viva para aplaudir al tribunal.
La Justicia le niega el derecho a interrumpir el embarazo forzoso a una adolescente de 15 años, que fue abusada por su padrastro. El violador es suboficial mayor de la policía provincial de Chubut. La madre de la adolescente declaró “destruyó a la familia y debería estar detenido, pero como es autoridad de la repartición está libre mientras se investiga el hecho.” A la Justicia de Chubut, se sumó la “justicia divina” en boca del obispo: “Entendemos que está viviendo una situación desesperante (…), pero como Iglesia queremos dar un acompañamiento para dar lugar a esta vida que ya viene.”
Y en los medios, las funcionarias del Consejo Nacional de la Mujer repetían que no es necesario que la Justicia intervenga en estos casos, que para eso está estipulado que existen casos de abortos no punibles, como éste. Pero la Justicia interviene. Y es cierto, la funcionaria acepta que es difícil probar a la Justicia cuándo la prosecución de un embarazo es riesgoso para la salud de la mujer. Y como la Justicia es ciega, que la niña implore porque no soporta la situación, no es prueba de nada. Y como la Justicia es lenta, las apelaciones seguirán su curso y quizás el tribunal se expida cuando sea demasiado tarde.
La Justicia que dejó impunes a los empresarios asesinos de LAPA, la que nunca castigó a los responsables políticos de la muerte de Kosteki y Santillán, la que condenó a Romina Tejerina a catorce años de prisión, la que conserva en sus filas a jueces de la dictadura, la que persigue a los luchadores obreros y populares, la que ordena represiones y desalojos para defender los intereses de las grandes empresas capitalistas, la que mantiene a miles de genocidas impunes… la Justicia de este Estado de una minoría de parásitos que viven a expensas de la explotación y la opresión de millones… ¿será justicia?
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