domingo, enero 10, 2010

Crónica para un Recuerdo...

Por: Marcel Lueiro / Revista Mujeres
Desde bien temprano el pueblo de Media Luna ha ido llenando los espacios del parque.

Alrededor de la banda de música, a uno y otro lado de la glorieta, junto a la presencia en mármol de los héroes. Bañada por las aguas del Golfo de Guacanayabo en el oriente de la isla recuerda que Celia Esther de los Desamparados nació aquí el 9 de mayo de 1920, a la una de la tarde, en un chalet de madera cercano al central Isabel. El padre, Manuel, médico y dentista de profesión, había asistido el parto de su esposa Acacia, como era habitual, en un hogar adelantado a la época por sus costumbres. La comunicación entre los miembros de la familia, los ideales liberales y solidaridad de Manuel con los vecinos del lugar, la alegría de Acacia, el alboroto constante de sus nueve hijos... Cuando en 1926 la madre de Celia muere a causa del paludismo, Manuel se dedica por entero a sus hijos e hijas y no vuelve a casarse.

En ese ambiente de dedicación y entrega la personalidad de Celia Esther de los Desamparados va enriqueciéndose y ya a sus 36 años ha alcanzado la suficiente madurez política como para sumarse a la conspiración contra el dictador Batista.

Con anterioridad había realizado labores organizativas para el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), de Eduardo Chibás, del que su padre era un ferviente colaborador. Pero 1956 es el año de la definitiva, del riesgo y la convicción de que el pueblo no merecía seguir sufriendo las desvergüenzas de los gobiernos corruptos y tiránicos de la República.


Celia dirigía en aquel entonces el Movimiento en la región de Pilón y por su responsabilidad y sentido de organización fue pieza clave en la base de apoyo para el desembarco de Fidel y los demás del yate Granma. Junto a Frank, quien dirige las operaciones en Santiago de Cuba, prepara a nuevos combatientes, recolecta armas, crea núcleos de apoyo y una red de campesinos colaboradores.

Cuando finalmente un grupito de hombres encabezado por Fidel logra llegar a la Sierra tras largos días de hambre, persecución e incertidumbre, Celia intensifica su labor de aseguramiento en toda el área, desde Media Luna hasta Pilón, Niquero y Manzanillo. Agiliza el suministro de víveres, medicinas, armas; prepara la incorporación de refuerzos a la tropa de la Sierra; facilita la llegada al territorio rebelde de periodistas extranjeros y otros miembros del Movimiento.

Ya en octubre de 1957 se incorpora definitivamente al Ejército Rebelde. Celia es la primera mujer en sumarse a la lucha guerrillera, la primera en combatir. Como parte de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio tomó parte activa en cada una de sus decisiones.

Al lado de Fidel, porque desde entonces, Celia y el jefe de las fuerzas rebeldes fueron inseparables, vivió intensamente cada uno de los momentos cruciales de la Revolución.

Su participación alentó e inspiró a la mujer, quien también podía combatir a la vanguardia. En gran medida por la gestión e influencia de Celia, en septiembre del 58 se funda el pelotón Mariana Grajales, donde se reunieron la mayoría de las mujeres que venían hasta ese momento desempeñándose en tareas auxiliares dentro de la guerrilla.

Cuando el 1ro de enero de 1959 los rebeldes y las rebeldes entran triunfantes a la ciudad de Santiago de Cuba, ya Celia, junto a otras mujeres, había conquistado un lugar en el corazón de todos los cubanos. Todos admiraban a Fidel, a Camilo, al Che Guevara, pero también a Celia, a Haydée Santamaría, a Vilma Espín, a Melba Hernández.

Celia sería desde entonces la representación, la imagen femenina de la Revolución. Su sensibilidad, el contacto directo con el pueblo en cada una de las tareas que impulsó, le confiaron el cariño de Cuba entera.

Podía vérsele en una escuela, en el corte de caña, al pie de una construcción fruto de su inspiración; podía vérsele con sus hijos adoptivos, niños que nunca llegaron a ser desamparados, gracias a su humanidad y sensibilidad revolucionaria.

Dondequiera que estuviera Celia salía a relucir la delicadeza, la belleza de la mujer. No esa de físico despampanante y atrevidas maneras, sino aquella de mirada tranquila, sensual, interesante.

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