miércoles, diciembre 09, 2009

Las huellas del patriarcado y el capitalismo en nuestros cuerpos y rostros

Por: Jessie Blanco / Sociologando - Insurrectas y Punto
Cuando me invitaron a participar en este foro, me alegre mucho por el gesto de unir luchas que generalmente pasan por divorciadas, excluyentes entre sí o en el mejor de los casos bajo cierto coqueteo superficial, me refiero a la unión entre las luchas anticapitalistas y las luchas antipatriarcales.

Pero cuando me puse a pensar en el asunto esa alegría se transformó en tristeza y cierto desden al ver que ambos sistemas contra los cuales luchamos las feministas anticapitalistas se han sutilizado y por tal razón se han hecho más perversos aún los mecanismo subjetivos de la opresión, la explotación, la alienación y la subordinación de las mujeres. Cuando estos gestos de la discriminación adquieren el prefijo de auto y nos vemos a nosotras mismas automarginadas, autosubordinadas, autoexcluidas, autosegregadas, autonegadas. Cuando la cultura se hace piel, y la piel dolor y el cuerpo un estorbo, cuando nos damos cuenta que frente a esta cultura somos culpables aunque se demuestre lo contrario, entonces pienso: ¿cómo vivimos las mujeres venezolanas el sistema mundo capitalista-patriarcal? Y cuando digo las venezolanas, no es para darle un carácter especial a los rostros de nuestra subordinación, sino tal vez para constatar avances o retrocesos de las antiguas brujas feministas que nos antecedieron aquí y en otras partes del mundo.

En este sentido, quisiera al menos hacer un paseo a través de estas letras por la noción del patriarcado, la discusión sobre si existió o no un matriarcado, las implicaciones que tiene la universalización de la subordinación de las mujeres, hoy en día, dentro del sistema capitalista y específicamente en Venezuela.


Para ello tomaré conjeturas, en las que creo existe consenso entre las feministas y si no ustedes me dirán: Una de ella es que el patriarcado es más antiguo que el capitalismo, por lo tanto no basta como es bien sabido, trascender o transformar el capitalismo para que las mujeres y los hombres también logren liberarse de la cultura patriarcal. Por ello, no nos sorprende que históricamente haya existido y coexistido luchas feministas capitalistas y a su vez, experiencias socialistas patriarcales. Como el ánimo no es decir, quién es más feminista si el socialismo o el capitalismo, porque tal vez ambos salgan muy mal parados, lo importante es dejar claro que la opresión que se desprende del sistema patriarcal trasciende ambos modelos y a su vez puede permearlos, como de hecho ocurre, muy fácilmente. El reto estaría más en cómo hacemos que una sociedad sea anticapitalista y antipatriarcal, cualquiera sea el nombre que le coloquemos.

Una segunda conjetura, es que no hay acuerdo acerca del significado de la palabra matriarcado y no bastaba definirlo por oposición al patriarcado, que sí lo tenemos claramente definido como enemigo milenariamente histórico de las mujeres y de la necesidad de una nueva civilización.

Una tercera conjetura, es que las mujeres hoy viven en condiciones de opresión a nivel mundial aunque esta opresión adopte formas distintas dependiendo de los lugares; semejante situación es injusta y debería cambiarse. Curiosamente, sin embargo, hay un gran desacuerdo acerca de lo que significaría ser libre. Y por último, todo proceso de opresión y explotación pasa por el cuerpo, en el caso de la explotación capitalista y de la opresión patriarcal el cuerpo de las mujeres es el objeto predilecto por excelencia.
1. El matrimonio entre capitalismo y patriarcado

El patriarcado es una ideología, un sistema cultural precapitalista, definido en su forma más básica como un sistema en el que los hombres, en cuanto clase social o grupo, son dominantes sobre la clase social o grupo de mujeres. El patriarcado en tanto ideología dominante, en términos marxistas, es visto como una percepción distorsionada de la realidad en función de los intereses de la clase dominante o falsa conciencia, en este caso, la de los opresores, que en el sistema patriarcal se encarna a través de los hombres bajo el ejercicio del poder masculino o masculinizado. Unos de los principales mecanismos a través del cual se sostiene el patriarcado en sus distintas configuraciones: es el esencialismo, la naturalización de la diferencia y por ende, de la discriminación sexual, el sexismo, así como la dicotomía naturaleza-cultura, cuerpo-mente, intuición -razón, subjetividad-objetividad.

La importancia de desnudar el sistema patriarcal desde sus raíces más profundas pasa necesariamente por identificar su vinculación estrecha o lo que hemos llamado el matrimonio con el sistema capitalista. Para ello, me apoyo, en los grandes aportes de las poco conocidas, feministas materialistas francesas de la década de los 70, que aun treinta años después tienen más vigencia que nunca, y que en palabras de ochy Curiel y Jules Falques, 2005, son un buen antídoto contra el esencialismo, en el cual se sostiene el sistema patriarcal. Nos referimos específicamente a los aportes de Monique Wittig, Cristine Delphy y Nicole Mathieu, quienes dan cuenta de la opresión de la mujer en cuanto clase social, analizando, inclusive el sexo como un fenómeno de clase.

Para las feministas materialistas francesas, las mujeres, son entonces, una clase social creada para y por la explotación de su trabajo. Dentro de esta reflexión Curiel y Falques, (2005) identifican tres análisis:

1. El de Christine Delphy, quien define como "modo de producción doméstica" la explotación del trabajo doméstico de las esposas - y los varones menores-por parte de los maridos y de los hermanos mayores- en el marco de la institución del matrimonio y de la explotación familiar. Y que forma la base de del sistema patriarcal que coexiste con el modo de producción industrial, base del sistema capitalista.
2. El de Colette Guillaumin, quien más allá del trabajo doméstico, afirma que las mujeres constituyen una "clase apropiada", no sólo individualmente, por medio de la institución matrimonial, sino que también colectivamente, por la clase de los varones, en las relaciones de lo que ella llama de "sexaje". Encontrando su materialidad en la apropiación del cuerpo de la mujer y de sus productos, sus ideas, su sexualidad, así como de su tiempo. Esta autora traza un paralelo entre la situación de las mujeres apropiadas físicamente cuerpo y espíritu, por los varones y la de las esclavas de las plantaciones del siglo XVIII, también apropiadas como herramientas de producción y reproducción. Ella demuestra como la construcción de la ideología naturalista legitima la apropiación de las mujeres, y el esclavismo se justifica por un supuesto destino biológico.
3. La tercera, es Monique Wittig, quien analiza la heterosexualidad como un sistema político y como un poderoso dispositivo ideológico base de la apropiación de las mujeres y de su situación de clase. Destacando la necesidad de pensar en torno a la apropiación colectiva de las mujeres y no solo individualmente.

Por otro lado, Nicole Mathieu considera que es la división sexual del trabajo la que crea la supuesta complementariedad y dependencia mutua entre varones y mujeres y que dicha binariedad no se origina en la biología ni tampoco en la naturaleza, sino que por el contrario, se origina en la organización del trabajo y su explotación, la que si parece bastante universal, aunque posee numerosas variantes.
2. El mito del matriarcado

La existencia de sociedades matriarcales no está demostrada. Los conocimientos actuales sobre las condiciones pasadas y presentes de los pueblos primitivos no son muy alentadores en cuanto a poder descubrir en el fondo algún caso claro e indiscutible de matriarcado. Las sociedades patriarcales, sin embargo, parecen ser abundantes tanto de hecho como en la teoría, lo que sí es seguro es que en caso de que hayan existido los matriarcados alguna vez, actualmente no existen y lo que sí ha predominado es la cultura patriarcal. Esto no ha sido obstáculo para que a lo interno de los debates feministas haya posicionamientos sobre la existencia o no del matriarcado, así como diferentes percepciones sobre su concepción.

Contrariamente a lo que tal vez muchas quisiéramos pensar, aferrarnos a la creencia en la existencia de sociedades "matriarcales", con una verdadera igualdad entre los sexos, o incluso un poder mayor de las mujeres, es como bien señala Nicole Mathieu aferrarse a un mito, el cual más que constituir un eficiente bálsamo para nuestra molestia e inquietudes, se vuelve un obstáculo para un conocimiento objetivo de nuestra situación. Es por tanto, una mistificación o como refiere Curiel y Falques (2005) un freno para la lucha.
3. El cuerpo femenino lugar de opresión

Creo que es importante señalar que no hay otro lugar en el cual las mujeres vivamos las discriminaciones por razones de sexo, que no sea el cuerpo. Ya lo dijeron otros y otras al señalar que "todo orden político se produce conjuntamente con un orden corporal" (Jean-Marie Brohm, 1975 en Turner, 1989). En el caso del capitalismo que impone una subordinación moral y material en los usos sociales del cuerpo que favorece la alienación, es claro observar el lugar que ocupan nuestros cuerpos como producto mercantil, no sólo en el ámbito de lo real, sino sobre todo de lo simbólico, donde se tejen los hilos invisibles que sostienen y permiten mantener esa eficacia en la dominación milenaria del sistema patriarcal.

Creo que en este orden de ideas uno de los enlaces fundamentales que sostienen estos hilos entre en el sistema capitalista y patriarcal es de la sexualidad femenina. Cabría preguntarse ¿Por qué la sexualidad femenina siempre fue tan amenazante para el orden patriarcal hasta el punto de ejercerse un férreo control por medio de sus discursos hegemónicos: el religioso, el médico y el jurídico? Por un lado, y por el otro, a través de la violencia simbólica sexual convertida en bombardeo mediático del uso del cuerpo y de la imagen de la mujer no sólo como objeto de consumo, sexual, sino reforzador del estereotipo que nos hace ver descabezadas (reordemos la imagen de la catira regional) cuerpos, sin cabezas, sin pensamiento y sin rostros, cuerpos fragmentados, destacando senos y glúteos, libres de pensamientos y sobre todo de ideas, específicamente de ideologías. Ambos controles, a pesar de parecer contradictorios tienen un propósito irrefutable: evitar que las mujeres se empoderen de sus propios cuerpos, su placer y a fin de cuenta su libertad de elección y posibilidad de transformación social y queden confinadas ya no a la prisión doméstica, sino a la prisión cosmética, que hace de nuestros cuerpos un nuevo lugar para la opresión. Pero así como lo es para la opresión también lo puede ser para la resistencia.

Lo que antes era la exclusiva forma de esclavitud femenina: la confinación al lugar de ama de casa y cuidadoras exclusivas del espacio reproductivo y de los hijos(as), la ética del cuidado, ahora se desplaza violentamente hacia el cuidado del cuerpo o mejor dicho se extiende (porque los roles tradicionales domésticos aún no han sido superados, ni la división sexual del trabajo dentro y fuera del hogar), haciéndonos creer, el sistema capitalista, que tenemos el control de nuestros cuerpos, en la medida que somos libres de pintarnos, depilarnos, operarnos, y cambiar quirúrgicamente nuestros cuerpos para la satisfacción plena del deseo del Otro. Ese gran Otro, con mayúscula que es la Cultura: la cultura patriarcal. Recreando otra forma de esclavitud, que se sostiene en el ideal de mujer que nos vende y nos impone el sistema mundo capitalista patriarcal.

Aspectos sobre nuestra sexualidad como lo son : el divorcio entre sexualidad y placer, su reducción a la procreación y al ámbito exclusivamente reproductivo, la subordinación sexual, el desencuentro con nuestra intimidad, el desconocimiento de nuestras propias necesidades, la negación del deseo, la simbiosis con el deseo del otro , la postergación permanente de nuestra propia satisfacción, el desconocimiento de nuestro cuerpo al tener una relación cosificada con el mismo, producto de la comparación subjetiva con una imagen estereotipada ideal e impuesta de lo que debe ser nuestro cuerpo.
4. La opresión tiene rostro de mujer-es

En el caso de Venezuela, las mujeres estamos blindadas por un esclavizante imaginario o mito de la "belleza"-como diría Naomí Wolf- producto de la mercantilización de los certámenes de belleza, inclusive como una forma de imagen y de exportación de las propiedades del país. Lo cual hace que a la opresión y explotación mundial que sufren las mujeres a nivel mundial en un sistema capitalista y patriarcal, se agudice con la violencia simbólica con sello venezolano de importación., tal vez de una manera más bizarra que en otros países inclusive de la misma América Latina.

Por otro lado, Si hacemos un retrato de la situación de las mujeres en Venezuela nos encontramos con que Venezuela es el país con la tasa más alta de embarazo precoz de América Latina y el Caribe, que el 100% de las mujeres venezolanas ha pasado por episodios de violencia psicológica, que se ha incrementado el numero de muerte de mujeres por razones de violencia de género, alrededor de 5 mujeres son asesinadas semanalmente por razones de género, según cifras enunciadas en el Diario Vea el 2 de septiembre. En cuanto al área laboral, según cifras del INE (2006) el 23% de las mujeres económicamente activas tiene entre 2 y más años buscando trabajo. Sin contar que le trabajo domestico aunque esta visibilizado en el articulo 88 de la CRBV, como creador de valor agregado, aún no es considerado en la praxis como trabajo productivo. Del total de las y los ocupados solo el 31, 9% corresponde a mujeres sin contar que para ese instituto el trabajo doméstico no es considerado como ocupación a pesar de que ocupa el mayor tiempo de las mujeres sobre todo de las clases menos favorecidas. ES de acotar también, que de las ocupadas, el 63,8% percibe un ingreso menor a 500 BF. Siendo en su mayoría hogares matricentrados sumergidos en la llamada feminización de la pobreza.

Como bien dice Livia Vargas en la revista A plena Voz "Si bien es cierto que con el capitalismo las mujeres hemos logrado conquistar ciertos derechos democráticos progresivos, como el derecho al voto, al divorcio y al trabajo fuera del hogar -y esto último no por un asunto de bondad, sino más bien por una necesidad del capitalismo por multiplicar la fuerza de trabajo y obtenerla a menor costo, aun siguen perpetuándose formas de dominio y explotación que no parecen ser superadas sino con la destrucción del propio capitalismo... Hoy vemos cómo en ningún país capitalista la mujer ha logrado deslastrarse de la múltiple jornada laboral que se le impone. Y es que la liberación de la mujer de la esclavitud doméstica implicaría muchos costos y desde la lógica capitalista, ni el Estado, ni el empresario va atener la "bondad" de asumirlos". (2007, p.14).

En este sentido, una de las grandes consignas de nuestro grupo (El grupo S)[1], de cara al referendo consultivo para la aprobación de la Reforma propuesta por el presidente el año pasado, nosotras grafiteábamos las paredes pidiendo 6 horas para el ama de casa, el resultado de quienes veían esta consigna era una sonrisa en el rostro de identificación, sobre todo de las mujeres, pero seguida de una mueca de duda y resignación como haciendo ver que esto pareciese realmente imposible. Como tercamente creo que no es imposible, por eso estoy aquí.

Muchas gracias.

Notas
[1] El grupo "s" surgió en febrero del 2007 con la finalidad de unir las propuestas de luchas de la agenda feminista y la sexodiversidad de cara a la Propuesta de Reforma y al referendo consultivo. Por primera vez en la historia de Venezuela se unen las feministas con los grupos LGBTT para reivindicar una agenda conjunta contra la discriminación.

Referencias bibliográficas

Curiel Ochy y Falquet, Jules (2005) El patriarcado al desnudo.Brecha lésbica. : Buenos Aires.

Turner, B. (1989) El cuerpo y la sociedad. FCE: México.

Vargas, Livia. Feminismo y marxismo: mujer, capitalismo y socialismo en A Plena Voz, Nro.34: Venezuela (2007).
*Ponencia presentada en el Centro Internacional Miranda (CIM)


1 comentario:

Anónimo dijo...

En efecto, no se conocía ningún matriarcado hasta mediados de los 90, cuando China abrió al mundo (y a la antropología) zonas y etnias desconocidas. Una de ellas es la etnia Mosuo, y diría yo que es una sociedad claramente matriarcal, matrilineal y matrilocal. Sin matrimonio y sin "padres".
Lo más curioso del tema es que allí los hombres no se sienten ni inferiores ni degradados: son felices. Es un modelo de convivencia chocante que rompe muchos esquemas preconcebidos.
Su economía es comunal, y la única que ostenta el derecho a la propiedad es la matriarca del clan. Los hombres no disfrutan de propiedad privada, lo entregan todo a la madre. ¡Sin quejas!

En mi blog hay videos y creflexiones en torno al tema:
http://matriarcadocristiano.blogspot.com/search/label/Mosuo

Saludos cordiales.