“Se suele decir que el orgullo ideológico, en los movimientos feministas por ejemplo, se ha generado por siglos de humillaciones y persecuciones, y que por lo tanto es justificable y comprensible. Esto significa que hay que ser indulgentes con tales movimientos si asumen actitudes equivocadas, si cometen errores. Pero se es indulgente con las personas consideradas individualmente, no con los errores de las ideas. A las ideas se les pide que sean verdaderas y justas, de inmediato y de forma absoluta.”
Natalia Ginzburg (Razones de orgullo, 1975)
Grafiteando autonomía
El proceso de transformación social en Bolivia es también un escenario de construcción de pensamiento a través no sólo de la valoración de las culturas indígenas, también de la crítica a interpretaciones y posiciones ideológicas tanto conservadoras como de la izquierda tradicional. Muestra de ello es la presencia en la vida política y social boliviana del movimiento feminista Comunidad Mujeres Creando Comunidad (CMCC), liderado por Julieta Paredes, poetisa aymara y asesora de las políticas públicas de género del gobierno del Presidente Evo Morales. Las mujeres –dice- somos la mitad de todos los problemas, la mitad de todos los pueblos, de todas las esperanzas y las propuestas.
El origen de CMCC se remonta en parte al año 1990, cuando Julieta Paredes y su entonces pareja María Galindo regresaron a La Paz después de vivir algún tiempo en Italia. En 1992 ambas fundaron en la capital boliviana, junto a Mónica Mendoza y otras mujeres, el movimiento feminista autónomo denominado Mujeres Creando. Una asociación que surgió a partir de la crítica a los partidos de izquierda que invisibilizaban y oprimían a las mujeres y en oposición, asimismo, a la práctica de las feministas bolivianas adscritas a las tesis de la igualdad y la diferencia del feminismo europeo y estadounidense.
Defender las cuotas de participación –inclusive en instituciones como el Ejército-, les parecía un exiguo y en muchos casos contradictorio mecanismo para suprimir el patriarcado. Las mujeres, además, al incorporarse al Estado y a la burocracia, habían terminado convirtiéndose en funcionarias tecnócratas de género o en miembros de las ONG que se lucraban con la misma pobreza de aquellas a quienes pretendían beneficiar. No podemos seguir siendo útiles para que nada cambie, sostuvieron.
El anarquismo boliviano de comienzos del siglo XX y el Katarismo de la década de los años setenta, por otra parte, fueron las principales fuentes que permitieron estructurar la organización. En Bolivia, en efecto, el anarquismo fue el ideario más importante del movimiento sindical desde finales del siglo XIX hasta 1930 aproximadamente, influyendo en las organizaciones de artesanos, obreros y de mujeres.
En 1927, de hecho, se creó el Sindicato Femenino de Varios Oficios, agrupación que logró cambios importantes para sus integrantes en La Paz. Todas las asociaciones anarquistas de mujeres, además, se agruparon ese mismo año en la Federación Obrera Femenina (FOF), incorporando fundamentalmente a empleadas de servicio doméstico, vendedoras de los mercados y cocineras. El movimiento anarquista boliviano, no obstante, se debilitó a partir del año 1932, víctima de la represión y también a raíz de la llamada Guerra del Chaco (1932-1935) que enfrentó a Bolivia y Paraguay. El Katarismo, por otro lado, surgió en el país a finales de los años sesenta, un proyecto político que proponía la alianza de sectores indígenas y no indígenas para edificar una sociedad democrática, intercultural, anticolonial y pluralista.
Mujeres Creando nació entonces como un movimiento feminista autónomo, anarquista y anti-institucional que comprendía el feminismo como la capacidad de reinventar el mundo sin opresores. La autonomía fue asumida como una estrategia, una forma de relacionarse con el Estado, las instituciones y los actores sociales utilizando un lenguaje propio. Como principios reconocieron la integración de lo público y lo privado, la igualdad entre trabajo intelectual y manual y la diversidad de las mujeres. Sus miembros, en efecto, constituían un múltiple conjunto de mujeres heterosexuales, lesbianas, casadas, solteras, estudiantes, profesionales, indígenas, cholas, mayores, jóvenes y algunas también en situación de prostitución. Dejaban claro, pues, que el sujeto de sus luchas feministas no era una mujer en abstracto, sino el heterogéneo universo que conforman las mujeres en cada espacio social.
En el año 1993 Mujeres Creando fundó el primer centro cultural feminista y autogestionario de La Paz, el Café Carcajadas que fue objeto al principio de gran hostilidad pública. Desarrollaron formas peculiares de comunicación, utilizando sobre todo la calle como escenario para mostrar sus famosos graffitis que denunciaban el racismo y la violencia y expresaban sus propuestas políticas: “Queremos todo el paraíso, no el 30% del infierno neoliberal”. Los graffitis han sido recopilados en las publicaciones “Grafiteadas” y “Mujeres grafiteando”.
En 1995 fundaron también el periódico Mujer Pública y en el año 2000 comenzaron a participar en la televisión boliviana en el programa “Creando Mujeres”; este mismo año fueron invitadas a la Muestra de Arte Contemporáneo Latinoamericano de Vanguardia en el Museo Reina Sofía de Madrid. Han participado igualmente en diferentes foros feministas internacionales, además de realizar investigaciones y denuncias sobre temas como el abuso de los bancos y ONG que otorgan microcréditos a las mujeres, la situación de las migrantes bolivianas en España y Argentina y la prostitución en La Paz. Entre sus publicaciones destacan “Sexo, placer y sexualidad”, “Machos, varones y maricones” y “Ninguna mujer nace para puta”.
María Galindo ha producido, asimismo, los documentales “Las exiliadas del neoliberalismo” y “Mamá no me lo dijo” sobre el problema de la prostitución. En el año 2005 se fundó su última sede en La Paz, un lugar de reunión llamado “La virgen de los deseos” desde donde transmite también la emisora Radio Deseo. Discrepancias políticas en relación a los acontecimientos sociales acontecidos en Bolivia durante los últimos años condujo, no obstante, finalmente a la división de Mujeres Creando en el año 2002, surgiendo el nuevo movimiento Comunidad Mujeres Creando Comunidad.
¿Puede salir Eva de la costilla de Evo?
Las diferencias que condujeron a la ruptura de Mujeres Creando se referían, de hecho, a las formas de participación del movimiento social de mujeres en el contexto del proceso de cambio social en Bolivia. El grupo liderado por María Galindo, en efecto, manifiesta su escepticismo en relación a los cambios que pueda lograr el gobierno de Evo Morales respecto a la situación de las mujeres en el país. En referencia a la nueva Constitución aprobada en 2009, por ejemplo, han declarado que en realidad no satisface las expectativas de las mujeres, dado que mantiene intacto el patriarcado que históricamente ha caracterizado al Estado, a las Fuerzas Armadas, a la Iglesia y en general a todas las instituciones nacionales. Un graffiti en las calles de La Paz expresaba esta posición: “No saldrá Eva de la costilla de Evo”.
Para Julieta Paredes1, sin embargo, el feminismo autónomo anarquista resultaba insuficiente para responder a los acontecimientos de la sociedad boliviana. Surgió así la propuesta en construcción del Feminismo Comunitario, apoyado en la interacción con las comunidades y opuesto, en consecuencia, a la autoridad de una élite tecnócrata o de vanguardia responsable de proponer y gestionar las ideas. Su meta es descolonizar el feminismo, convertirlo en un instrumento de pensamiento y acción integrado en las culturas, reconociendo a la vez su carácter histórico al vincular su propia desaparición a la derrota definitiva del patriarcado. Sostiene, por otra parte, que el feminismo tradicional en América Latina al insistir en la equidad de género y en el reconocimiento de los derechos individuales de las mujeres, ha dejado a un lado la importancia de los derechos colectivos ignorados asimismo por la sociedad patriarcal. Propone, además, recuperar el sentido original de nociones que pertenecen a la vida tradicional andina, tergiversadas por siglos de dominación del patriarcado, no sólo colonial sino también indigenista. Desde el feminismo comunitario, por ejemplo, se considera que el concepto de pareja heterosexual complementaria (chacha/warmi-hombre/mujer) ha sustituido a la noción originaria de par complementario, un principio básico de la cosmovisión aymara que permitiría ampliar efectivamente la representación social, política y simbólica de una comunidad.
Su utopía como movimiento feminista es, en efecto, construir una propuesta de sociedad cuya organización gire alrededor de la comunidad (la común-unidad) integrada por hombres y mujeres, sus fuerzas, sabidurías y capacidades respectivas, superando el individualismo y capaz de trascender el Estado. Un planteamiento que se nutre cotidianamente de las ideas que surgen en las llamadas Asambleas Feministas Bolivianas donde participan mujeres de diferentes culturas, edades, orientación sexual y credo religioso, reunidas en La Paz, El Alto, Cochabamba, Sucre, Santa Cruz, Potosí y Oruro. CMCC considera el actual Estado Plurinacional, por tanto, un instrumento de transición que debería conducir a la unidad y autogobierno de las comunidades.
La nueva Constitución es también un punto de partida, aún con las limitaciones que contiene impuestas por los grupos más conservadores del país. Algunas de sus propuestas y metodologías, de hecho, han sido incorporadas a la gestión de gobierno, principalmente a través del Plan Nacional para la Igualdad de Oportunidades -llamado inicialmente “Mujeres Construyendo la nueva Bolivia para Vivir Bien”-, cuyo objetivo es, precisamente, fortalecer la participación de las comunidades a través de las proposiciones que se hacen en los diversos municipios. Para CMCC, ciertamente, la sociedad boliviana vive un proceso abierto que no puede depender sólo de un líder.
Julieta Paredes ha afirmado, en efecto, que Evo Morales es Presidente de un Estado aún colonial, patriarcal y neoliberal, aunque es necesario apoyar sus esfuerzos para superar el racismo, la discriminación y el machismo como pautas profundamente arraigadas en las instituciones. No basta tener a un hermano aymara en el gobierno –ha declarado-; hay que reconocer sin embargo que Evo Morales representa un símbolo importante y que los movimientos sociales –afirma- deben ser capaces de mantener su autonomía y superar las metas del Movimiento Al Socialismo (MAS) e, inclusive, las del mismo Presidente.
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