“El verbo de Mariana Grajales, su palabra, fue siempre atinado y oportuno, verdadera maestra”. Estas palabras, de la fallecida doctora Leyda Oquendo, retrata a una mujer que por Ley de la República de Cuba fue denominada Madre de la Patria, aunque desde mucho antes el pueblo la había proclamado como tal al reconocer en ella, no solo a la progenitora de los aguerridos Maceo, sino también porque representaba el prototipo nacional de nuestra mujer heroica, ejemplo de virtud, abnegación y patriotismo.
¿Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto?, diría Martí, nuestro Héroe Nacional.
A Mariana le tocó vivir una época de hiriente hostilidad a su raza… de inhumana represión, valoró el historiador Leopoldo Horrego. Nacida en Santiago de Cuba, el 12 de julio de 1815, pasó su niñez con sus padres, oriundos de Santo Domingo. Eran años en que los esclavos y esclavas se sublevaban una y otra vez, en que la atmósfera de revolución se respiraba.
Casada en primeras nupcias con Fructuoso Regueiferos, de esa unión tuvo cuatro hijos. Joven aun enviudó, casándose años después con el venezolano Marcos Maceo. A los hijos de Regueiferos, Marcos los tuvo como suyos. Trece en total parió Mariana, de los cuales 10 los ofreció a la causa redentora como bravos guerreros. Solo uno de ellos no combatió, porque murió antes de iniciarse la contienda independentista. El resto, con la madre a la cabeza, se fue al campo insurreccional.
Mujer humilde se preocupo porque sus hijos alcanzaran la mejor educación y pagaba maestros en una época en que no era bien visto que un negro quisiera aprender. Sus hijos tuvieron mucho de la madre heroica que, a la par de una vida honesta, supo trasmitirles su patriotismo e intransigencia ante las debilidades, rasgo que distinguió a los Maceo Grajales. Antonio, encarnación de todos los Grajales, legó o a la historia en 1878 la gloriosa Protesta de Baraguá, para siempre blasón de Cuba entera. Sin libertad, sin abolición de la esclavitud, no cabía ningún pacto con España. Mariana, otra vez con su tropa heroica, partió a la emigración revolucionaria. Tenía 70 años.
Desde el exilio la heroica mujer continuó apoyando con su aliento y ejemplo la lucha revolucionaria. En 1892 conoció personalmente al Héroe Nacional de Cuba, José Martí, a la sazón en los preparativos para la contienda bélica que se iniciaría el 24 de febrero de 1895 y quien después de verla, escribió en el periodito Patria, que fundó, dirigió y editó: “Vi a la anciana dos veces y me acarició y me miró como a un hijo, y la recordaré con amor toda la vida”.
El 27 de noviembre de 1893 dejó de existir la heroica mambisa cubana. Presente en la acción de la mujer combatiente, en la actitud mantenida ante el trabajo, en la exigencia cotidiana, en la lucha revolucionaria de cada día. Hoy, mañana y siempre, Mariana, esa mujer inmensa que acunó a hijos tan grandes y heroicos como ella misma, vive en el corazón de su pueblo, en sus raíces. .
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