jueves, noviembre 05, 2009

Liudmila Álamo Dueñas, primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba

Sentir el Compromiso con el futuro de la Revolución
Por: Alina Perera / Revista Mujeres
Un encuentro cercano y distendido con Liudmila Álamo Dueñas, primera secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), devela en los primeros instantes a una muchacha muy sensible, incapaz de negar sus emociones. Y en lo que el tiempo transcurre, también se va presentando la interlocutora sin temores, clara en su pensamiento, suave en sus modos pero de una fortaleza intrínseca, típica en quienes suelen ser sistemáticos, esperanzadamente entregados, conocedores de sus propias energías.

Se advierte en ella algo del espíritu de un atleta de alto rendimiento, y me alegro, porque su actual responsabilidad no es silla fácil, mucho menos si se es mujer y madre en esta época intensa y llena de complejidades, justo ahora que la Juventud Comunista entró en su etapa de IX Congreso.

Liudmila Álamo nació en Cienfuegos, el cuatro de marzo de 1974. La infancia, la familia y el hogar, forman parte de sus buenas raíces. «Raras veces me verás brava; tiene que ser que algo me impacte demasiado», dice ella, para quien resulta inevitable hablar sobre su pequeño de nueve años, Manuel Alejandro, «un niño tranquilo, aunque de carácter fuerte». Reconoce que entre ambos existe una relación especial, como si él quisiera absorberla cuando están juntos, «quizá porque no tengo mucho tiempo para estar a su lado».


Hay una persona clave en la vida de Liudmila: Esperanza, su madre, que se incorporó a trabajar cuando la hija —quien sufría la humedad del clima de la Isla desde los días del nacimiento— matriculó en prescolar; y que se jubiló temprano a sabiendas de que su muchacha solo podría asumir altas responsabilidades con una retaguardia segura.

Por eso cuando la dirigente juvenil abrió la puerta de su hogar, bien entrada la noche, el día que fue noticia su nueva misión al frente de la UJC, Esperanza dijo en broma, y también haciendo un poco de justicia: «Felicítenme a mí…».

Estampa de una mujer sin cansancios

«Tuve una infancia como la de todos los niños de nuestra generación: feliz», confiesa Liudmila, quien no olvida su participación como pionera en todo tipo de concursos, festivales, bandas rítmicas, teatros, y artes plásticas.

«Mis padres quisieron que tuviese una preparación para el futuro, y no nos limitaban en nada a mi hermano y a mí. Llegué a graduarme incluso del nivel elemental de Artes Plásticas. Es algo que desconocen muchas personas, porque siempre tuve desde niña responsabilidades en los Pioneros, fui jefa de colectivo desde que estaba en la Primaria hasta la Secundaria Básica, pero acompañada también de ese ángel de pintar.

«A veces me pongo a dibujar. Hago cosas a lápiz o con bolígrafos. No son para exponer, pero me ayudan a despejar la mente durante los ratos libres».

—¿Cuándo comienzas tu carrera como dirigente?

—Fui jefa de colectivo de los Pioneros durante años. Cuando comencé en la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM), ocupé en Cienfuegos la responsabilidad de vicepresidenta provincial de esa organización. Después formé parte del Secretariado Nacional como vicepresidenta, por lo cual permanecí dos años en La Habana.

«Luego regresé a Cienfuegos para comenzar, en 1992, los estudios de Licenciatura en Química, en la facultad pedagógica que entonces estaba ubicada dentro de la Universidad. Muchos de mis compañeros de estudios eran los mismos de la primaria, la secundaria, de mis años en el preuniversitario. Cursando el primer año fui elegida como presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de mi facultad. A la altura del segundo era la vicepresidenta de la Federación de la Universidad, y en tercero, la presidenta».

—¿Era fácil llevar estudios y responsabilidades a la par?

—Siempre traté de ser ejemplo. Creo que para tener un liderazgo en el colectivo al cual pertenecemos, hay que predicar, más que con las palabras, con las acciones. Trataba siempre de simultanear mis estudios con las actividades de la FEU. Nunca descuidé mi preparación como futura profesional, y quise que mis compañeros no solo me vieran como la dirigente que representaba sus intereses, sino también como la buena estudiante. Ya en quinto año ocupé responsabilidades como dirigente de la Juventud Comunista, en el Comité de la UJC de mi facultad.

—¿Cuáles son, a tu modo de ver, las premisas para ser un buen dirigente?

—Un joven dirigente debe tener principios, ser leal a lo que defiende, a lo que quiere, y sobre todo ser ejemplar, combativo. Creo que se puede ser buen dirigente sin ser extremista, o sin ser paternalista. Creo que hay que buscar el justo medio de las cosas. Cuando se es dirigente, sobre todo estudiantil, a veces el liderazgo se lo achacan al que defiende los intereses del estudiantado, lo cual está bien, pero uno no puede perder de vista cuáles son los intereses dignos de ser defendidos, cuáles son aquellos que en verdad están en coherencia con los principios de la Revolución.

«También pienso que para poder desempeñar una responsabilidad hay que ser muy sistemático, muy serio en el mejor sentido de la palabra, es decir, creíble».

En el aula

—¿Por qué elegiste Licenciatura en Química?

—Amaba la Biología, quería ser médico. Pero en mi época había una gran necesidad de profesores. Afortunadamente también tenía vocación para el aula. Desde niña daba clases a mis muñecas, tenía una pizarra, y tizas. Al crecer me fue fascinando el mundo de la Física, las Matemáticas, la Química. Desde temprano tenía la percepción de que uno no puede pedirle a los demás lo que no es capaz de hacer. Estando en el Secretariado Nacional de la FEEM, era muy fuerte el llamado a tomar conciencia sobre la necesidad, para el país, de ser maestros.

«Me dije: si voy al pedagógico, estudiaré algo de ciencias. Y pedí Licenciatura en Química. Hice los exámenes de ingreso y obtuve la matrícula. Me gradué en 1997. Y fui a cumplir mi servicio social en un preuniversitario en el campo, como profesora de Química. La escuela estaba a 80 kilómetros de distancia de mi casa. Tenía que viajar todos los días. Me levantaba a las cuatro de la mañana para poder llegar al preuniversitario a las siete, en el transporte de los profesores, trabajaba 11 días seguidos y descansaba un fin de semana.

«Cuando llegué al preuniversitario, ubicado en un consejo popular que colinda con el municipio de Ciénaga de Zapata, era la única profesora de Química con que contaba el centro. Después se incorporaron otros compañeros, pero tuve el reto de impartir clases en décimo grado, y en ocasiones en grado doce».

—¿Qué tal el encuentro con adolescentes entre quienes seguramente los había no interesados por la Química?

—Muy importante, e inolvidable. Yo era la secretaria de la Juventud del preuniversitario, es decir que tenía que conjugar las dos responsabilidades: ser profesora, prepararme para poder impartir buenas clases, contribuir en mis clases a la formación de los muchachos, a que ellos estuvieran al tanto del acontecer internacional, en un momento de muchas complejidades, de carencias, de limitaciones.

—¿Tuviste alumnos difíciles?

—Desde luego.

—¿Cómo hiciste?

—Es algo que se enfrenta con amor por lo que uno hace. Estudiar una carrera pedagógica no se puede hacer solo porque el deber te llame o porque no te queda otra alternativa. Una cosa es ser maestro, y otra es ser profesor. La palabra maestro es muy grande, implica una condición superior, donde se mezclan la instrucción con el amor, con la entrega a lo que se realiza.

—¿Alguna vez perdiste la paciencia?

—No. Siempre traté de llevar al convencimiento, a la persuasión. Conversaba mucho con quienes habían cometido algún error o actuaban incorrectamente. Tengo alumnos que todavía, cuando voy a Cienfuegos y camino por las calles, me los encuentro, y me enternece que me recuerden. «Profe…», o «Mi profesora de Química…», me dicen. Creo que ese es el mayor reconocimiento que puede tener un maestro: saber que caló en el corazón de sus alumnos.

Otros caminos

«Viví siete años y medio, desde 1998 hasta el 2005, dedicada a los niños. Todavía me emociono cuando los miro; una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida ha sido tener que dirigir esa organización siendo una adulta; familiarizarme con los códigos de los niños; sentarme, cantar junto a ellos. Creo que en eso me ayudó mucho la infancia que tuve».

El siguiente momento de Liudmila como dirigente fue en calidad de primera secretaria de la UJC en su natal provincia de Cienfuegos. Posteriormente fue promovida como segunda secretaria del Comité Nacional de la organización.

—Y ahora comienza este nuevo período como primera secretaria de la Juventud Comunista…

—Para mí es un reto muy grande, sobre todo por el colectivo junto al cual me desempeño, por la calidad de nuestros cuadros, por la importancia de no defraudar la confianza que el Partido ha legado a la organización. Tenemos un desafío muy grande y no podemos perder un minuto porque el trabajo es el mayor reclamo que nos hace la Revolución.

«Como mujer, se trata de una responsabilidad enorme, que demanda mucho tiempo de dedicación a los jóvenes, al combate, al análisis, al impulso de tareas. A la par debo seguir atendiendo a la familia, sobre todo a Manuel Alejandro, para que vea en mí no solo a su mamá sino también a la amiga. Soy la responsable de su educación, de combinar mis actividades como dirigente político, con hacer posible que en la escuela del niño me vean como madre, como su principal educadora».

En la hora actual
—La UJC está en Congreso desde que en el X Pleno de su Comité Nacional ha dado a conocer la convocatoria para la cita que será durante los días 3 y 4 de abril venideros. A los desafíos que tienen las nuevas generaciones de cubanos se suma un proceso político que es también antesala del próximo Congreso del Partido. ¿Cuáles son, en tal contexto, las principales prioridades de la Juventud?

—Tenemos el deber de fortalecer la organización, en el propósito de que cada Comité de Base, cada militante, se impliquen más en las tareas del lugar en el cual estudian, trabajan, o viven. El nuestro será un Congreso para multiplicar el trabajo y para ser consecuentes con la confianza que en nosotros han puesto Fidel, Raúl y el Partido. Se trata, como has dicho, de preparar no solo a la vanguardia sino también a todos los jóvenes cubanos en una etapa previa al Congreso de nuestro Partido Comunista.

«Creo que el momento más importante de nuestro Congreso no es la cita nacional. Antes se harán las asambleas abiertas, el próximo 28 de octubre, como homenaje de los jóvenes cubanos al aniversario 50 de la desaparición física de Camilo Cienfuegos, en todos los colectivos laborales y estudiantiles del país, incluidos aquellos que no tienen organización de base de la Juventud Comunista.

«El objetivo es discutir la convocatoria que recientemente se anunció en el X Pleno del Comité Nacional de la Juventud. Llegaremos bien a los días del Congreso si logramos implicar a todos los jóvenes en cada uno de los temas que nos proponemos analizar, para eso cada joven cubano, no solo la militancia de la Juventud, debe sentir el compromiso y tener conciencia de lo que él significa para el presente y el futuro de la Revolución»

—¿Cuáles son los propósitos esenciales del Congreso?

—Contribuir a reforzar el papel que le corresponde jugar a la organización en la defensa de la Patria, a partir de las actuales condiciones que tiene el mundo, y los retos que nos impone garantizar la continuidad de la Revolución. Evaluar el papel de nuestros comités de base en la formación comunista de las nuevas generaciones, sobre la base de un análisis crítico de los resultados que ha tenido la organización como parte de su proceso de fortalecimiento, con énfasis en la política de cuadros —donde aún tenemos muchos retos—, en tratar de promover cuadros a la organización que hayan tenido experiencia laboral, que estén preparados, que hayan tenido un liderazgo en los lugares donde han estado, y sobre todo que tengan un profundo compromiso con la Revolución.

«Otro propósito para el Congreso será valorar las acciones que viene desarrollando la organización para lograr una participación más activa y consciente de los militantes en la batalla económica; crear una conciencia laboral, productiva, del ahorro, y continuar fortaleciendo en nuestros jóvenes los valores y principios éticos del Socialismo».

—Como joven cubana, ¿en qué se traduce para ti, en la hora actual de Cuba, ser un joven militante?

—Significa ser vanguardia, prepararse en el orden ideológico para seguir defendiendo nuestro socialismo. El militante no puede ser de consignas, debe estar dispuesto, incondicionalmente, a darlo todo por la Revolución. El militante debe preocuparse por los problemas, tener inquietudes, debe ser profundo y creativo.

—La juventud del presente es muy heterogénea. Está marcada por años difíciles. ¿Cómo mira la organización a esas nuevas generaciones que tuvieron su infancia después de la caída del Muro de Berlín?

—Ante todo nos proponemos identificarnos con nuestra juventud, una generación que ha crecido bajo los efectos del bloqueo genocida, producto del cual hemos tenido que crecernos y enfrentar todo tipo de carencias y limitaciones. La organización tiene que lograr, con todo lo que hagamos, no solo llegar a los militantes sino también a todos los jóvenes. Tenemos que insistir, y en eso andamos hace tiempo, en cómo llegarle con diferentes códigos a esa heterogeneidad, con el principio de que nuestros jóvenes deben tener conciencia de lo que significa la Revolución, por qué y con qué armas tenemos que defenderla.

«Hay que seguir haciendo para que los jóvenes conozcan y aprecien nuestra historia, la sientan, la defiendan. Y en cada actividad que hagamos, dejar un mensaje claro de que la responsabilidad de darle continuidad a esta Revolución no es solo de la vanguardia sino de todos».

—¿En lo personal, cómo asumes la responsabilidad que tendrás en lo adelante?

—Creo que la dirección de la Juventud es una dirección colectiva, no solo mía ni del Buró Nacional sino de todos los cuadros, de todos los jóvenes que formamos parte de la organización.

«Por supuesto que esta nueva etapa requerirá estar más informada, mantenerme al tanto de todo lo que acontece; saber qué piensan los jóvenes, cuáles son sus preocupaciones, aspiraciones, gustos, cómo lograr que la organización pueda tener todos esos matices y llegarle, como te decía anteriormente, a ese universo heterogéneo».

—Ser mujer va a ser una fortaleza para ti. ¿O no?

—Sin dudas una fortaleza. No es que seamos mejores que los hombres, pero las mujeres nos preparamos para muchas cosas desde que nacemos. En la UJC casi el 50 por ciento de los cuadros somos mujeres en edades de ser madres, de formar una familia. Muchos cuadros de la Juventud hoy son mujeres y son madres. Las tenemos con dos hijos. De nuestras primeras secretarias de municipio 60 son mujeres, y a nivel de provincia son cinco las primeras secretarias. A nivel de Buró Nacional, somos siete, que es la mitad de esta estructura de dirección. Y las organizaciones estudiantiles también están hoy dirigidas por féminas. Finalmente, el 51 por ciento de la militancia juvenil es del sexo femenino. No pienso que estemos en la época del matriarcado, pero creo que esas cifras están ofreciendo muy buenas señales, resultado de un trabajo con intencionalidad, que en esta dirección ha venido implementando la UJC.

—Entre la generación histórica de la Revolución, y las actuales, hay ya más de una generación física. ¿Cómo lograr una imbricación, una continuidad entre la experiencia de esa generación histórica, y los que van llegando?

—Creo que desde los pioneros, la FEEM y la FEU, debemos trabajar por seguir estrechando vínculos, no solo con la generación histórica de la Revolución, sino también con todas las personas que han hecho posible haber llegado a 50 años de proceso revolucionario.

«Ese es un reto estratégico, de todos los días. La Revolución no se hizo para una generación determinada, se hizo para la posteridad, para seguirla construyendo hacia el futuro, sin rendirnos nunca. Tenemos muchos ejemplos de combatividad y entrega entre los cubanos de estos tiempos, nuestros Cinco Héroes son una muestra admirable, verdaderos paradigmas para la juventud».

Fuente: Juventud Rebelde

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