Esta intervención parte del supuesto de que para poder entender la naturaleza de la crisis financiera que estamos viviendo y sus consecuencias de todo tipo es preciso tener en cuenta la situación desigual de los diferentes sujetos económicos y, en especial, la que afecta a mujeres y hombres en la vida económica.
Eso es así, al menos, por tres razones principales.
En primer lugar porque entendemos que la crisis no se origina simplemente en la difusión global de productos financieros tóxicos a partir de las llamadas hipotecas sub-prime generadas en Estados Unidos. Si bien esa puede ser considerada su causa inmediata, lo cierto es que esta crisis ha alcanzado una dimensión gigantesca y global porque tiene causas mediatas o estructurales de más largo alcance socioeconómico e histórico.
En segundo lugar porque el propio desarrollo de la crisis conlleva efectos muy distintos sobre los hombres y las mujeres, de modo que si no se tiene en cuenta este efecto desigual será imposible que se puedan adoptar soluciones que sean reparadores por igual del daño sufrido por todos los sujetos sociales.
Finalmente, porque la economía con perspectiva de género o feminista ha sido una de las apuestas científicas que con mayor solidez han criticado el fundamentalismo de mercado y los valores relacionados con el homo economicus que están detrás de las posiciones ideológicas neoconservadoras que han inspirado las políticas que directamente han llevado a desatar la crisis en los últimos años.
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