Se ha dicho que la historia la escriben los vencedores, pero más importante aún es que por mucho tiempo ha sido escrita fundamentalmente por varones".
En la década de 1930, en una dramática coyuntura dominada por la Guerra Civil, existió en España la Agrupación de Mujeres Libres, iniciativa de organización femenina radical de masas como no ha habido otra en el ámbito iberoamericano, tanto por su desarrollo cuantitativo como porque ha sido la expresión más acabada de los vínculos históricos entre feminismo y anarquismo. Se expone aquí el proceso social, político y cultural que rodeó a dicha organización, apuntando las circunstancias de su aparición y desarrollo, su ideario específico para la emancipación de la mujer por la mujer, y lo más resaltante de su acción concreta. Se rescata la importancia de esa experiencia, por lo general desconocida o toscamente malinterpretada, como hito pionero e inspirador para el feminismo radical contemporáneo.
Se ha dicho que la historia la escriben los vencedores, pero más importante aún es que por mucho tiempo ha sido escrita fundamentalmente por varones que se precian de realistas, así que ocuparse de unas fantasiosas mujeres derrotadas pasa por tema de poca entidad como para que investigadores serios se dignen examinarlo. Por ello, en lo dedicado a la Guerra Civil de España (1936-1939), probablemente el evento histórico del Siglo XX sobre el cual se ha producido más abundante documentación en lengua castellana dentro y fuera del mundo académico, las consideraciones acerca de la Agrupación de Mujeres Libres (en adelante indicada como MM. LL.) y sus huellas en el proceso social ibérico de aquel período por lo general son inexistentes del todo, cuando más reducidas a escuetas menciones de cliché – tipo “pequeño grupo de feministas románticas” o “sección de mujeres de las organizaciones anarquistas ya existentes” - y al limbo de las notas al pie de página.
De hecho, en la indagación de fuentes para preparar este texto, que gracias a Internet puede ser hoy día bastante prolija y permite verificar lo existente en fondos documentales como los de la Biblioteca del Congreso en Estados Unidos y las Bibliotecas Nacionales de España, Francia y otros países, no encontramos referencia a ningún producto académico originalmente escrito en castellano, como artículo en revista arbitrada, tesis de pregrado o de postgrado dedicado específicamente al tema, aunque si localizamos un libro que a pesar de titularse “El Feminismo Ibérico” y ser escrito por una docente universitaria catalana[1], no menciona en sus 150 páginas a MM. LL., a ninguna de las tantas y visibles militantes libertarias españolas por los derechos de la mujer, y ni siquiera al anarquismo. Apenas se pudo consultar la versión resumida de un trabajo académico en italiano [Giambelli, 1998] y una tesis de doctorado originalmente en inglés [Ackelsberg, 1998]. Ello a pesar de que se han publicado recopilaciones muy completas de fuentes primarias y testimonios detallados de muchas protagonistas, a saber: el # 4 del boletín EL NOI [1996], Iturbe [1974], Liaño [1999a], Liaño y otras [1999b] y Nash [1975]; aparte de ser nada menos que el primer movimiento feminista radical de auténtica base popular en el ámbito iberoamericano, precursor en la lucha por reivindicaciones que después de tantos años conservan plena vigencia, con el extraordinario mérito de iniciar con coraje la construcción de utopías en un entorno de enorme atraso social y cultural del cual la mujer era víctima por excelencia.
Las raíces de MM. LL.
Un profundo vínculo entre feminismo y anarquismo se establece desde los orígenes de ambas corrientes, luego de la Revolución Francesa y en los comienzos del capitalismo industrial en Europa Occidental, de manera que en precursoras como la inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797)[2] o la francesa de ascendencia peruana Flora Tristán (1803-1844) se evidencia afinidad con las mismas tendencias sociopolíticas e intelectuales que en el segundo tercio del Siglo XIX, con Pierre J. Proudhon y Mijail Bakunin como sus figuras más destacadas, darían pie al ideal socialista libertario moderno.
Cuando hacia el último cuarto del Siglo XIX y primeras décadas del Siglo XX, el anarquismo se estructura como una opción teórico-práctica bien diferenciada del marxismo y otras corrientes radicales, mujeres como la francesa Louise Michel (1830-1905), la inglesa Charlotte Wilson (1854-1944), las norteamericanas Lucy Parsons (1853-1942) y Voltairine De Cleyre (1866-1912), la judía rusa Emma Goldman (1869-1940), las italianas Leda Rafanelli (1880-1971) y Virgilia D’Andrea (1890-1933), la hispano-argentina Juana Rouco (1889-1969), la puertorriqueña Luisa Capetillo (1879-1922) y la brasilera María Lacerda de Moura (1887-1945), entre muchas otras, representan toda una riqueza de pensamiento y acción que se tradujo en la constitución de un feminismo libertario específico.
Por supuesto en España, donde el ideal ácrata arraigó como en ningún otro lugar, éste tendrá muy pronto expositoras destacadas que comenzaron a divulgar el ideario anarcofeminista y a enriquecerlo con sus aportes [véase García-Maroto, 1996], como Belén Sárraga (1873-1951), Teresa Claramunt (1862-1931) y Teresa Mañé o “Soledad Gustavo” (1865-1939), esta última madre de Federica Montseny (1905-1994), que sería la mujer de trayectoria más resaltante en el anarquismo español de la decisiva década de 1930[3].
Desde su fundación, ocurrida en 1910, la Confederación Nacional del Trabajo - CNT, central sindical orientada por el anarquismo y fuerza fundamental en el movimiento obrero español en las primeras décadas del Siglo XX - había tenido afiliación femenina y reconocido el derecho de las mujeres a su libertad económica y a salario igual que el hombre, pero poco o nada se planteó por mucho tiempo como iniciativas de lucha específica en relación a ellas, pues apenas es a fines de los años de 1920 y comienzos de los 30 cuando la presencia femenina empieza a hacerse más notoria en el espacio laboral de las empresas capitalistas hispánicas; además que con la concesión a las mujeres del derecho al voto (octubre de 1931) a poco de establecerse la II República, se generó una dinámica política y cultural que abría nuevas posibilidades para la participación de las mujeres en la lucha social.
En esa circunstancia es que en 1934 se funda en Barcelona el Grupo Cultural Femenino, núcleo pionero de articulación femenina dentro de la CNT, al tiempo que otras instancias del movimiento ácrata peninsular como los ateneos libertarios y las revistas GENERACIÓN CONSCIENTE (luego rebautizada como ESTUDIOS) y REVISTA BLANCA, procuran atraer a sus filas a mujeres provenientes del reducido sector de las españolas con alguna formación académica[4]. El objetivo inicial, en ambas vertientes, era alentar a más mujeres a acercarse al ideal libertario, pero la acelerada dinámica que se puso en marcha con el estallido de la guerra civil (19 de julio de 1936), impulsó a una rápida unificación de esfuerzos y a evolucionar a un planteamiento feminista muy activo, que tuvo la virtud de calar en muchas mujeres de los sectores populares y todavía hoy nos resulta inspirador.
El grupo que política e intelectualmente propugnaba las perspectivas feministas más consecuentes estaba en Madrid, con la escritora Lucía Sánchez Saornil (1895-1970), la abogada y educadora Mercedes Comaposada Guillén (1901-1994) y la médica Amparo Poch y Gascón (1902-1968). Desde esa ciudad, el 2 de mayo de 1936, sale a la calle el primer número de la revista MUJERES LIBRES, con 13 ediciones publicadas hasta 1938, donde se recogería lo esencial de las ideas que impulsaban a este colectivo y de las acciones que emprendió en medio de las complejas circunstancias de la Guerra Civil, además del esfuerzo para entonces inédito en el ámbito de habla castellana de hacer una publicación donde todos los textos y buena parte del componente gráfico eran creación femenina[5].
El nombre de esa revista lo tomará poco más adelante la organización específica que constituirían las mujeres anarquistas desde septiembre de ese año en las zonas liberadas del fascismo, aún cuando el congreso que formalizó su fundación (que fue el único que pudieron realizar) ocurrió en agosto de 1937 en Valencia. Para la creación de esta agrupación como un colectivo con significación social real, las más dedicadas activistas fueron mujeres provenientes del ambiente anarcosindicalista de Cataluña, como Soledad Estorach (1915-1993), Pepita Carpena (1919- ), Sara Berenguer (1919- ), Pepita Estruch (1920- ), María Jiménez, Concha Pérez (1915- ) y Concha Liaño (1919- ), pero no hay que olvidar a otras destacadas animadoras de ese proceso como Lola Iturbe (1902-1990), Carmen Conde (1907-1996), Pilar Grangel (1893-1987), Isabel Mesa (1913-2002), Áurea Cuadrado (1900-1969), Pura Pérez (1919-1995), Suceso Portales (1904-1999), Concha Guillén (1919- ) y Antonia Fontanillas (1917- ).
El esfuerzo de todas las mencionadas y muchas otras se tradujo en una organización que llegó a contar con 147 agrupaciones locales – con un mínimo de 10 afiliadas cada una - y, según la cautelosa estimación de Nash [1975: 16] que rebajó 25% de la cifra que MM. LL. dio a conocer entonces, congregaba unas 21000 mujeres en 1937, con evidente presencia política y cultural en regiones como Cataluña, Aragón y Valencia. Incluso hay referencias a que se constituyeron agrupaciones de MM. LL. en el exterior, concretamente en Argentina, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Holanda y Polonia.
Notas:
[1] María A. Capmany (con la colaboración de Carmen Alcalde), editado por Oikos-Tau de Barcelona en 1970.
[2] Su marido William Godwin hizo la primera exposición filosófica moderna de los fundamentos del anarquismo en la obra “Inquiry Concerning Political Justice” (1793).
[3] Una concisa reseña informativa sobre cada persona, evento, publicación y organización del anarquismo ibérico que se menciona en este trabajo puede localizarse en el muy documentado volumen de Íñiguez [2001].
[4] A principios de la década de 1930 se estimaba en más de 50% el analfabetismo femenino en España, según indica Giambelli [1998], siendo de suponer un porcentaje más alto entre los sectores populares.
[5] La excepción a la regla fue la colaboración permanente como diseñador y dibujante de Baltasar Lobo, esposo de Mercedes Comaposada, que después sería un artista mundialmente conocido.
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