Las mujeres se han integrado masivamente al mercado laboral en América Latina. El 53% trabaja, y en las mujeres de 20 a 40 años, el 70%. Contribuyen fuertemente al Producto Bruto Nacional, y a los ingresos familiares. Así en las familias en que la mujer no trabaja en las áreas urbanas de Brasil la pobreza es 38%, en las que trabaja 28%, en Argentina, 30% vs. 18%.
Pero al mismo tiempo que trabajan, las mujeres siguen a cargo casi total de las tareas domésticas, de los niños, y de la protección de los mayores y discapacitados. Las horas semanales que dedican a quehaceres del hogar son cuatro veces mayores que las de los hombres. En México, por ejemplo, 50 vs. 10, son las responsables del hogar trabajen o no trabajen.
Todo ello lleva, como lo plantea un sólido y muy documentado informe sobre "Trabajo y Familia" que terminan de producir la OIT y el PNUD, a muy fuertes tensiones diarias. Tienen una doble jornada de trabajo.
Además las percepciones culturales dominantes no ayudan. Se desvalorizan las tareas domésticas, y se tiende a ver los trabajos de las mujeres como una actividad secundaria, y un complemento del ingreso familiar a pesar de que nada de eso es real. Las mujeres están en realidad a cargo de la "economía de cuidado", como la llama el informe, que es fundamental para que la sociedad funcione, y las familias existan, y sus aportes laborales y de ingresos son bien relevantes.
A lo anterior se suma la subsistencia a pesar de avances, de la discriminación de género en las empresas. Las mujeres ganan un 30% menos que los hombres, y tienen menos del 10% de los puestos ejecutivos. En crisis como la actual, son más despedidas o sus sueldos ajustados. Asimismo, son más altos sus porcentajes en la economía informal que los de los hombres, lo que hace que tengan mayor precariedad laboral, y menor cobertura social.
Aun en planos donde hay consenso social total, como la necesidad de proteger a la maternidad, en la mayoría de los países de la región las licencias son inferiores a las 14 semanas fijadas en el Convenio Internacional 183 aprobado por la OIT en el 2000.
La dificultad de conciliar trabajo y hogar explota finalmente en la salud de las mujeres, su agotamiento, una vida dura. En los hogares de clase media ello se atenúa apelando a las trabajadoras domesticas, el sector peor pagado y menos protegido del mercado de trabajo, que como señala el informe: "padece precarias condiciones de trabajo y en muchos casos todas las desventajas del trabajo informal".
Hay soluciones. Si la equidad de género y la familia realmente importan el Estado debe invertir en servicios públicos de cuidado a los niños, y apoyar a los hogares para cuidar a los mayores como lo está haciendo en países como España; la empresa privada debe apoyar a la mujer en conciliar trabajo y familia, la protección a la maternidad debe ser más amplia, y hay que distribuir mejor las tareas del hogar. Es urgente, como proponen OIT y PNUD, considerar "la conciliación entre los ámbitos laboral y familiar" una prioridad pública. No es un tema de la mujer, compete a todos.
kligsberg@aol.com
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