lunes, septiembre 07, 2009

La Invisibilizada Violencia Simbólica...

Por: Teresa Sosa *
HASTA AHORA IMPARABLE
Una de las principales luchas del feminismo para acabar con la discriminación debe ser emprender una batalla frontal y sin tregua contra la violencia simbólica para ponerla al descubierto. Develar en lo público y lo privado las estructuras simbólicas que han contribuido a crear una concepción del género femenino conducente a la perpetuación de la inferioridad de las mujeres.

Visibilizar claves, señales, signos, de la violencia simbólica, para crear una conciencia colectiva, y una conciencia y censura interior en nosotras, que contribuya de manera progresiva a erradicar todas las manifestaciones de violencia de género.
Pero, es que ni siquiera, la avistamos a lo lejos, esta batalla, en nuestro país; lo que es inverosímil y muy contradictorio, porque el camino está abierto con la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007) que la enuncia, en generalidades, en el Artículo 15, numeral 17, de la manera siguiente:

Son mensajes, valores, iconos, signos que transmiten y reproducen relaciones de dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales que se establecen entre las personas y naturalizan la subordinación de la mujer en la sociedad.

Sin embargo, resulta obvio que la dominación patriarcal hizo de lo suyo para escapar de la Ley, porque en el Capítulo VI “De los delitos” no se hace mención alguna a la violencia simbólica. Y lo que no se escribe, no existe.

Entonces, pudiera ser que culturalmente todavía no estamos preparadas/os para percibirla y entenderla, a la violencia simbólica; y no es descabellado afirmar que hasta en el feminismo se ha venido infiltrando el patriarcado.

CIMIENTO DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO
La violencia simbólica figura en la base de las diferentes manifestaciones de la violencia de género. Pero, día a día, nosotras observamos como se ha hecho ‘costumbre’ los emprendimientos gubernamentales y no gubernamentales para enfrentar y sancionar la violencia explícita contra las mujeres, y de la violencia simbólica ni siquiera se habla.

VANGUARDIA MASCULINA
En 1973 aparece en Francia la obra Fundamentos de una Teoría de la Violencia Simbólica. Reproducción cultural y Reproducción Social, escrita por Pierre Bourdieu en compañía de Jean-Claude Passeron. Para estos intelectuales, toda sociedad se estructura como un sistema de relaciones de fuerzas, de índole material, y a partir de ellas se erige un sistema de relaciones de fuerzas simbólicas que refuerzan y disimulan las relaciones de fuerza material, produciéndose y reproduciéndose la dominación y su legitimidad.


Años más tarde, Pierre Bourdieu en su obra La Dominación Masculina (1999), agrega que el orden social funciona como una enorme maquinaria simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina; y afirma a su vez, que la dominación masculina convierte a las mujeres en objetos simbólicos y por lo tanto en seres percibidos, seres construidos por otros, lo que nos coloca en un estado permanente de inseguridad o dependencia simbólica. La dependencia simbólica no es otra cosa que la necesidad de las mujeres de vernos constantemente a través de la mirada y los valores ajenos; aunque es algo construido desde fuera, se interioriza.

Porque la violencia simbólica se mueve en el territorio sutil de las relaciones afectivas, de las sugerencias, de las seducciones, de las amenazas, reproches, órdenes o llamamientos al orden, en el campo de lo personal, y en el silenciamiento y la exclusión de las obras, creaciones y logros de las mujeres en el campo de lo social y cultural.

Erica Jong (1978) nos proporciona, para entender la violencia simbólica de género, el siguiente texto:
La mejor esclava

no necesitará ser golpeada.

Se golpeará a sí misma

…con el agudo látigo

de su lengua

y el golpeteo sutil

de su inteligencia

contra su inteligencia.

INSTANCIAS SOCIALES LEGITIMADORAS


Al respecto, Bourdieu nos dice:

Recordar que lo que, en la historia, aparece como eterno sólo es el producto de un trabajo de eternización que incumbe a unas instituciones (interconectadas) tales como la Familia, la Iglesia, el Estado, la Escuela, y en otro orden el periodismo (1999).

La escuela sigue siendo el espacio que continúa reproduciendo el orden social dominante en una época en la que es urgente la innovación, la creatividad y la formación de ciudadanas/os críticos/as. El sistema educativo, refuerza y transmite las actitudes sexistas que los niños y niñas ya han interiorizado desde su educación familiar.

La escuela debería enseñar a pensar a conseguir la autonomía personal y la crítica de la realidad en la que se vive con una actitud transformadora, pero nos tenemos que enfrentar no sólo al currículo explícito sino más aún al oculto en las mentes de las/los educadores.

Tanto la religión, la escuela, la palabra, la imagen y los medios de comunicación, deben enfocarse bajo la luz de la reflexión crítica, que nos permitirá verlos como fabricantes de un consenso que emana desde los discursos del poder.

Los medios de comunicación no sólo transmiten la publicidad de mercancías, entre éstas, los cuerpos de las mujeres, sino también la ideología que la sustenta, que no es otra que la implacable lógica del mercado de las humanas.

SEMIÓTICA FEMINISTA DE LA IMAGEN
Los mensajes y signos visuales de los medios de comunicación se convierten en “normalidad” en nuestras mentes. Y es en ese proceso, en el que la teoría de la comunicación feminista (semiótica feminista) opera, para intentar desmontar los mecanismos que actúan para la cosificación de las mujeres.

La creación inventiva del feminismo se traduce en la visibilización, como herramienta activa de la producción de conocimiento y acción política; la práctica artística es uno de los dispositivos utilizados para la revisión de la cotidianidad de las mujeres, en la domesticidad y en lo público. La instrumentalización de la semiótica feminista aclara procesos culturales y comunicativos que en principio parecen naturales y son aceptados como tales, en lo privado y lo público.

La semiótica feminista profundiza en el código cultural del signo, en el análisis de su huella ideológica, los valores, creencias y puntos de vista; aclara visualmente que todo está dotado de un significado cultural y ayuda a enfatizar el hecho de que estos signos no están faltos de valor, lo que se hace evidencia testimonial en el arte visual de creadoras feministas como Martha Rosler, Beatriz Colomina, entre otras.

La reflexión feminista ha dejado en la práctica artística de la imagen, desde la década de los 70 del siglo XX, una ardua y compleja tarea que sorprendería por su vitalidad y riqueza, a nivel mundial. El arte feminista ha participado en la revolución de los lenguajes artísticos más tradicionales, especialmente aquellas creadoras feministas que han abierto nuevos caminos de investigación y de búsqueda personal.

PATRIARCADO IMPUNE
Pero, no hay legislación posible que detenga a la violencia simbólica de género, porque como ya dijimos, la dominación patriarcal escapa a la legislación. La igualdad de derechos y de deberes entre hombres y mujeres, sancionados por la Constitución y las leyes, dejan casi inalteradas las desigualdades entre hombres y mujeres en la vida privada, por una parte, y las desigualdades en las oportunidades que se proyectan en la vida social, por otra.

Dichas desigualdades se perpetúan a través de las normas profundamente interiorizadas y que son las que regulan el comportamiento, las actitudes, las formas de movernos, las posturas del cuerpo e, incluso la forma de utilizar el lenguaje en lo cotidiano y en el mundo.

La violencia simbólica se perpetúa porque de manera inconsciente nos adherimos a un conocimiento, a un saber, a una lógica patriarcal. Siendo así, sabemos que aunque las mujeres experimentamos la separación que existe entre las leyes y nuestras realizaciones sociales, y que en conversaciones, encuentros y congresos sobre ello hablamos, la devastadora violencia simbólica continúa perpetuándose de siglo a siglo, en nuestra conciencia individual y colectiva, porque es la mejor arma ideológica con que cuenta el patriarcado.

Ahora bien, en la sociedad patriarcal: “¿Pueden diseñarse políticas públicas tendentes a lograr cohesión social que ignoren la existencia de procesos que desde lo simbólico proponen todo lo contrario ¿Es suficiente con postular políticas antidiscriminatorias cuando el discurso mediático reproduce la discriminación? ¿Basta con aprobar una ley que sancione la violencia de genero cuando la publicidad continúa presentando a la mujer fragmentada y cosificada?” (Isabel Moya, 2004)

Todo lo expuesto en este escrito está lleno de la intención de nuestra parte de que nosotras propiciemos los caminos paralelos o alternativos, académicos y no académicos, gubernamentales y no gubernamentales, que nos aúpen, para la construcción de narraciones e imágenes plurales, donde las voces de nosotras, desde nuestra multiplicidad y diversidad, expongamos nuestra historia, ejerciendo nuestro derecho a la ciudadanía cultural de género.

Es decir, que nosotras sepamos trabajar en inventar e imponer unas formas de organización y de acción colectiva y unas armas eficaces, simbólicas especialmente, capaces de quebrantar las instituciones, estatales y jurídicas, que contribuyen a eternizar nuestra subordinación. Es una sugerencia que dejó Bourdieu, la cual aplaudimos.

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* Editora de Palabra de Mujer

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