La prostitución se mantiene en España en una situación de alegalidad. El debate entre regularizar o prohibir esta actividad salta a la primera línea de la opinión pública periódicamente Abolir la esclavitud
En contra: Lidia Falcón. presidenta del Partido Feminista de España y abogada
La prostitución es la más grave agresión que puede sufrir una persona, porque se trata de involucrar todo el ser, pervirtiendo su sexualidad, que es la pulsión más profunda y placentera del ser humano. Como ha declarado ya la ONU, de ningún modo puede considerarse un trabajo, porque carece de la dignidad y las condiciones que se requieren para ser considerada como tal, según denuncian las asociaciones internacionales contra la explotación sexual de las mujeres.
Es imprescindible que en España, en el siglo XXI, se proceda a abolir definitivamente esta esclavitud; hace 72 años ya lo hizo la primera ministra de Sanidad Federica Montseny. La prostitución persiste para beneficio de las mafias, constituye el negocio internacional más importante del mundo después del tráfico de drogas. Argüir hipócritamente que las mujeres pueden ser libres de contratar sus servicios sexuales es encubrir la realidad social en la que los proxenetas controlan absolutamente los lugares del tráfico sexual. Pretender prohibir la prostitución callejera a cambio de internar a las mujeres en edificios cerrados será el gran triunfo de la mafia, porque significa entregarlas a los chulos y a merced de los caprichos y crueldades de los clientes. Detrás de las puertas cerradas de los prostíbulos nadie sabrá qué les está sucediendo.
Hay que plantearse que no solamente son los argumentos exclusivamente economicistas los que han de prevalecer para abolir la prostitución, porque es preciso hablar de una vez de dignidad humana y de respeto a las mujeres. La prostitución es la expresión más aguda del sistema patriarcal, ya que consiste en la utilización del cuerpo de las mujeres para la satisfacción sexual de los hombres, entendiendo, por supuesto, que a esos servicios están destinadas unas clases de mujeres que no son las familiares de los ciudadanos decentes. En ninguna sociedad se supone que una expectativa laboral aceptada sea la de prostituir a las hijas. Legalizar la prostitución será aumentar la violencia contra las mujeres y retroceder en la consecución de una sociedad donde impere la igualdad.
Leyes contra la explotación
A favor: Carmen Bravo Sueskun. Secretaria Confederal de la Mujer de CCOO
La prostitución es una actividad no regulada legalmente en nuestro país que ocupa a miles de mujeres, genera un ingente rendimiento económico y está significada por la estigmatización, la explotación, la violencia y la discriminación contra las mujeres.
Las imágenes captadas en Barcelona han vuelto a suscitar el debate social en torno a la legalización-regulación-prohibición-abolición de esta actividad. Cuestiones todas ellas que han de ser tenidas en consideración por los poderes públicos, pues son los gobiernos y, en consecuencia, los legisladores los responsables de adoptar una u otra opción en respuesta a esta demanda social.Ante el problema real que significa el ejercicio de la prostitución sin ningún tipo de normativa, todas las opiniones, criterios y propuestas han de ser tenidas en cuenta respecto a esta actividad, que, cada vez más, tiene carácter público y visible.
Sin embargo esta actividad, tan conocida y opinada, es opaca a la vigilancia del Estado para garantizar los derechos humanos de muchas de las prostitutas, y su no regulación convierte a esta actividad en refractaria al control de los agentes que operan en ella (mafias y redes de explotación sexual), haciendo muy difícil poder garantizar la seguridad de las personas, erradicar la violencia y explotación de las mujeres y la trata de personas.
La redundancia en las alternativas nos debería hacer reflexionar sobre el problema: qué hacer con una actividad oculta en la que se encuentran mujeres que demandan ser reconocidas como trabajadoras del sexo; mujeres que ejercen la prostitución como un problema, pero que no encuentran otra solución a sus necesidades vitales, y mujeres que son atrapadas en las redes de explotación y tráfico sexual. Todas ellas son la muestra de la persistencia de la discriminación por razón de sexo, convirtiéndolas en víctimas de una situación que no han provocado y ocultan, en este caso sí, el verdadero problema: la falta de regulación de una actividad que ejercen miles de mujeres, que genera enormes beneficios económicos y que resguarda a proxenetas y explotadores gracias a la alegalidad que rodea a la prostitución.
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