“Ante la dictadura golpista, resistencia feminista, ni golpes de Estado, ni golpe a las mujeres,” gritaban las mujeres feministas hondureñas hace unos dias, frente a las instalaciones del Instituto Nacional de la Mujer (INAM) en repudio al nombramiento por parte del gobierno de facto de Martha Díaz Velázquez como ministra de esta institución.
El INAM se creó luego de Beijing como parte del compromiso que hicieron los gobiernos de crear mecanismos para el adelanto de las mujeres; es pues una institución formada gracias a la lucha del movimiento feminista y del movimiento de mujeres.
“Es nuestro porque acá en Honduras hemos sido parte de todos los espacios, donde cada palabra escrita en la ley de creación del INAM, en la Política Nacional de la Mujer, en el primer Plan de Igualdad de Oportunidades y en el segundo Plan de Equidad e Igualdad de Género, están – no nuestros sueños y aspiraciones – pero sí el piso mínimo al que aspiramos como mujeres y ciudadanas de este país,” señala un comunicado de Feministas en Resistencia, colectivo que agrupa a distintas organizaciones feministas que desde el primer momento del golpe se encuentran movilizadas, exigiendo la restitución del orden constitucional, roto en el país el 28 de junio cuando arbitrariamente el presidente Zelaya fue secuestrado de su casa y enviado a Costa Rica, en ropa de dormir. Algunos memoriosos en el Perú no pudieron dejar de comparar este hecho con lo sucedido al presidente a Belaúnde en 1968 cuando fue sacado de su casa en ropa interior por los militares golpistas.
“No es posible que en las puertas del Instituto Nacional de la Mujer, donde se defiende los derechos humanos de las mujeres, donde todas nosotras las mujeres feministas luchamos para que en Honduras las mujeres no sufran violencia doméstica, seamos atacadas de esa manera” (1) dice con indignación una joven del colectivo luego del feroz ataque que sufrieron por la policía que trataba de desalojarlas. Y es que el colectivo Feministas en Resistencia está conformado por mujeres de todas las edades, muchas, muchas jóvenes que con las mayores están poniendo el cuerpo y la vida en defensa de la democracia, una democracia que, debemos decirlo, no nos ha tratado muy bien a las mujeres.
En el caso de Honduras, no puede dejar de mencionarse las condiciones de trabajo de las mujeres en las maquilas, las cuales tuvieron un extraordinario crecimiento en el país a finales de los 80 en el marco de las reformas económicas y los nuevos marcos normativos que se generaron para impulsar la inversión extranjera. Existen en Honduras unas 229 empresas maquiladoras, las cuales en su mayoría se dedican a la confección, ensamblando piezas o haciendo el terminado de ropa que ya viene cortada para ser reexportada. Estas empresas utilizan sobre todo mano de obra femenina, que según algunos informes llega a un 69%, siendo en su mayoría mujeres entre los 18 y 25 años. No significa ello que deje de haber mujeres de menor edad, o mayores, aunque en este último caso, según señala Maria Luisa Regalado, de la Colectiva de Mujeres Hondureñas, en entrevista a Adital, tendrán más dificultades de ser contratadas: “Las discriminaciones son muchas. Desde su reclutamiento, en cuanto a la práctica de revisión del cuerpo, exámenes sanguíneos y otros. Tienen dificultades para ser contratadas, si son mayores de 30 años, si tienen varices, si tienen sobrepeso y si han tenido operaciones de cesárea.” (2)
Y ni hablar de las múltiples secuelas que deja en las mujeres las extenuantes jornadas de trabajo, que llegan a las 14 horas diarias. Una de las más graves tiene que ver con los trastornos músculo esqueléticos que se producen por los movimientos repetitivos que realizan las obreras, muchos de ellos irreversibles, que afectarán indefectiblemente su calidad de vida futura, y estamos hablando de mujeres jóvenes.
Asimismo, un claro caso de restricciones a los derechos de las obreras lo constituye su inclusión en las llamadas “Listas negras”, que son registros realizados por determinadas empresas con los perfiles de obreras para impedirles acceder a un contrato de trabajo. Ser incluida en una lista negra suele ser generado por la participación en intentos de organización o en actividades en defensa de sus derechos laborales.
Un informe realizado por el Centro de Estudios de Mujeres de Honduras en el 2007 (3) señala que cuando una persona empieza a buscar trabajo en alguna otra empresa del parque industrial, una pregunta de rigor es sobre su trabajo anterior o el pedido de su tarjeta de identificación para corroborar sus datos: “Algunas son despedidas en el mismo instante que entregan su documento de identificación, mientras otras son sometidas a pruebas y exámenes para después decirles que el sistema las rechaza o que tienen antecedentes y por eso no pueden trabajar.”
Diversas organizaciones e instituciones de Honduras han venido denunciando esta situación, incluso en espacios internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Son muchas de estas mujeres que han venido denunciando y exigiendo los derechos de las mujeres que están ahora en las calles y en las plazas exigiendo la vuelta a la democracia, exigiendo no sólo la vuelta de Zelaya, sino la profundización de la democracia, que se exprese en la garantía de ejercicio de los derechos de las mujeres, que impulse mecanismos para que las mujeres puedan participar en igualdad de condiciones y con igualdad de oportunidades en los diferentes espacios y en la toma de decisiones sobre el país. Por otro lado, son los mismos empresarios que mantienen condiciones de explotación a las mujeres quienes están favoreciendo el golpe de Estado y, según algunas denuncias, como las de Israel Salinas, secretario general de la Confederación Unitaria de Trabajadores de Honduras, obligando a las mujeres que trabajan en sus empresas a salir a manifestarse a su favor, aunque la postura de las firmas estadounidenses Nike y Gap, y la alemana Adidas, que cuentan con maquilas en Honduras, pidiendo la restitución de Zelaya constituye un jalón de orejas al empresariado hondureño.
Ha pasado más de un mes del golpe de Estado en Honduras, y pese a los llamados que se han hecho de parte de gobiernos, Naciones Unidas, la OEA, y la intermediación del presidente Arias, los golpistas parecen no moverse un ápice de sus posiciones en un intento de ganar tiempo y dejar que sus lobbys contratados funcionen en los Estados Unidos. La pregunta del millón es que si ganaran los golpistas, pese a las presiones y posiciones de rechazo del mundo a intentos de tomar el control de Estado con acciones que, por lo menos en América Latina, creíamos habían sido superadas ¿qué significaría este escenario para el futuro de la democracia y los derechos humanos en nuestros países?
Mientras tanto, las movilizaciones contra el golpe siguen en Honduras, así como el incremento de las violaciones de los derechos humanos, incluyendo por los menos ocho asesinatos de opositores, según algunas informaciones. Continúa también la resistencia del movimiento de mujeres y de las feministas, quienes solamente con su voz y su palabra como arma siguen denunciando que “no es un cambio de poder, es un golpe de Estado” y que la lucha por la democracia es una causa justa y una causa del pueblo. En este caso, como en muchos otros en América Latina y el mundo, las mujeres ponen el cuerpo y la vida y están en primera fila defendiendo sus derechos y los de sus pueblos.
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