* Extractado del libro "Adolescencias y Maternidades" publicado por el Área de los Derechos de la Mujer de la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos (ALDHU) de Fabiola Femández, María Isabel Matamala, Gloria Salazar y otras. Santiago de Chile, 1993.
Una mirada profunda atraviesa las vivencias de las adolescentes madres de familias pobres aquí analizadas. Todas tienen, bajo esta mirada, algo en común: la imposición patriarcal de la maternidad como un mandato. Al negarles sus derechos la sociedad les impidió incluirla en un proyecto de vida propio.
La construcción de lo femenino" y lo masculino" en las personas, se inscribe en un proceso sociocultural que produce y reproduce desigualdad entre mujeres y hombres. Desigualdad que significa, menor poder para las mujeres y mayor poder para los hombres en los ámbitos de la sexualidad, de la reproducción humana, del trabajo, de la economía, la vida cotidiana y la política.
La negación de derechos a las mujeres adolescentes por parte de la sociedad, condiciona y determina una maternidad como "destino". Y cierra la posibilidad a una maternidad decidida consciente y libremente, con perspectivas de desarrollo personal, dotada de su más profundo contenido humano.
La legislación, la religión y la cultura patriarcal, mediante su discurso familiar, escolar y televisivo acerca de la maternidad, lograron que en los procesos de socialización infantil estas adolescentes asumieran el mandato de género femenino. Y al asumirlo, descubrieron que tras el discurso se ocultaba un gran vacío de protección social, enfrentaron cotidianamente el irrespeto a sus Derechos Reproductivos y fueron vivenciando que "esta extraordinaria aventura de la maternidad y de la humanización no se da por el mero hecho de dar a luz. Sólo podrá serlo cuando:
La mujer pueda gozar de una realización plena en su calidad de ser humano,
La mujer decida libremente sobre el número de hijos que decida tener,
La maternidad sea compartida con el marido, con la familia, con la sociedad, cuando existan condiciones adecuadas de vida que permitan que la mujer pueda ofrecer a sus hijos y a sí misma oportunidades para un desarrollo pleno".
Ninguno de tales enunciados tuvieron forma real en las vidas de las adolescentes que hemos conocido. Discriminadas por partida triple, por ser mujeres, jóvenes y pobres, ni siquiera supieron que tenían derechos reproductivos.
Desprovistas de toda posibilidad de ejercer esos derechos, accedieron a la maternidad atropelladas por circunstancias que escapaban a su comprensión, a su manejo y a su capacidad de decisión.
Decidir sobre sí mismas, sobre la participación de su propio organismo en la reproducción humana, otorga contenido al hecho de ser personas. El no acceder a tal condición con toda su potencia, limita sus posibilidades de llegar a ser ciudadanas, así como el significado real que tienen los derechos humanos.
¿Cómo y dónde construyeron esa identidad?
La familia y la escuela se encargaron de diferenciarlas socioculturalmente de los niños, modelándolas femeninas (débiles y agradables) en oposición a lo masculino (fuerte y triunfador).
Se les adjudicaron aproximaciones y responsabilidades diferentes respecto a la sexualidad y a la crianza de los hijos. A veces esto se hizo a través de palabras, otras sólo con gestos, con castigos o con modelos de su entorno inmediato.
De una u otra forma se les "enseñó" que el hombre puede estar ausente del cotidiano humano-afectivo de la pareja o familia, ya sea porque elude su responsabilidad o porque está cumpliendo su rol de proveedor, al margen de las vivencias y tareas de la crianza de hijas e hijos. Y que en cambio, de ellas se esperaba que no sólo engendraran y parieran, sino que asumieran la responsabilidad total de la crianza biológica y social de sus hijos/as; capaces de prodigarse afectivamente, sin contar con la retroalimentación necesaria. Y la televisión, se encargó de reforzar esos mensajes.
Pero también, en la familia, en la escuela y en la televisión, "aprendieron" a reconocerse como pobres y sin poder, diferenciándose claramente de las personas ricas y poderosas.
Aunque a través de los medios se les provocó ofreciendo expectativas y consumo, el hambre, el frío, el maltrato institucional, el anonimato del vivir y morir, las educó como seres cuyos deseos y anhelos tienen escasas o nulas posibilidades de concretarse. Entonces, así como a través de asumir su identidad de género, hicieron suyo el "destino" totalizante de ser madres, a través de asumir su identidad de pobres, aprendieron a aceptar limitados horizontes de esperanza y/o convivir con la desesperanza.
La superposición de género oprimido y pobreza definen la identidad y marcan la forma de estar en el mundo de estas adolescentes. En donde la maternidad lleva consigo múltiples sufrimientos y sobreexigencias "naturales", de acuerdo al modelo judeocristiano.
La exaltación de la maternidad la coloca como una meta alcanzada, por la cual, se es valorada y querida. La maternidad se constituye en un ritual de paso hacia una ilusoria "adultez" e "independencia". En ese ritual, las relaciones sexuales juegan un rol mediador, y no tienen cabida los anticonceptivos, aunque los conozcan, los reconozcan como necesarios o útiles y tengan acceso a ellos.
De esta forma, la identidad de género sintetizada a través de la construcción de su sexualidad y de su dependencia afectiva y la identidad de clase social pobre, constituyen la base de circunstancias de vida que condicionan el embarazo y maternidad de estas adolescentes.
¿Embarazo inoportuno o embarazo indeseado?
El embarazo y la maternidad fueron inoportunos, pero siempre deseados.
¿Por qué deseaban el hijo cuando recién salían de la pubertad?
Una respuesta presente en todas las historias es la necesidad de colmar el vacío afectivo.
Diversas explicaciones teóricas sugieren que tal vacío tiene sus bases en las relaciones interpersonales entre hija y madre en sus primeros años. Entonces la madre satisface todas las necesidades que la niña puede tener, pero la separación temprana, que la vida misma impone para ambas durante el desarrollo infantil de la hija, originaría una sensación de pérdida del estado gratificante de sus primeros años, donde existió esa fuerte ligazón afectiva. Esto movilizaría la búsqueda de una relación sustituta.
A la vez, el modelo materno -que es un espejo en el cual la niña adquiere su identificación como mujer- le sugiere que las carencias afectivas pueden llenarse en la relación con otro. En tal relación, la mujer entrega cotidianamente más amor, cuidados y renuncias de lo que recibe.
En contraste con sus madres, las figuras paternas, han sido para estas adolescentes, intolerantes y débiles. La ausencia de figura paterna aparece como determinante en esta búsqueda de compromisos afectivos.
Más que la expresión de un deseo en sí mismo, la actividad sexual deviene entonces en búsqueda de afecto, de lazos amorosos. Esto se potencia por la ausencia de reflexión sobre el pasado y el presente, que le dificulta la proyección hacia un futuro escogido y meditado.
Necesitan vivir relaciones que imaginan plenas de sensaciones gratificantes y su desafección o autoengaño respecto del uso de anticonceptivos, probablemente tiene que ver con un objetivo delineado en el límite de lo consciente, cual es conseguir afecto a través de la construcción de una pareja estable, mediada por un/a hijo/a.
Al mismo tiempo la adolescente va buscando diferenciarse del modelo de madres que existen en su entorno y lucha por ser distinta. La independencia la busca a través del cuestionamiento de normas y de identificación con sus iguales, las otras adolescentes.
El embarazo entonces es, por una parte, mecanismo de construcción de vínculos afectivos y por otra, es la construcción más evidente de la transgresión. Las jóvenes resultan culpabilizadas por esa transgresión y aceptan la culpa como algo injusto y a la vez necesario. En el cuidado abnegado del hijo se les deja una oportunidad de reivindicación, y en él proyectan los deseos de una adolescencia no vivida en plenitud. Al mismo tiempo, el/la hijo/a es una persona a quien amar, y de quien se espera cariño y gratificación: "yo digo: sí algún día yo me quedo sola, mi hijo va a estar pendiente de mí"
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