A medida que las mujeres avanzamos en derechos y en conciencia, se nos hace más difícil aceptar el sexismo enquistado en todos los espacios públicos y privados.
De las denuncias tímidas y solitarias de mujeres emblemáticas desde el siglo XII en adelante, hemos pasado a escuchar discursos sobre la violencia machista en casi todos los ámbitos y las organizaciones políticas y sindicales, sean del color que sean, incorporan sin rubor la arroba en sus escritos y el él/ella en sus discursos. Todos nos prometen llevar a cabo una lucha sin cuartel contra el machismo generalizado, que nunca llega a expresarse en políticas coherentes y consecuentes hacia adentro de los colectivos y hacia la sociedad. Y mientras tanto, las mujeres seguimos quejándonos, rumiando el malestar sin decidirnos a responsabilizarnos en lo que nos toca.
De las denuncias tímidas y solitarias de mujeres emblemáticas desde el siglo XII en adelante, hemos pasado a escuchar discursos sobre la violencia machista en casi todos los ámbitos y las organizaciones políticas y sindicales, sean del color que sean, incorporan sin rubor la arroba en sus escritos y el él/ella en sus discursos. Todos nos prometen llevar a cabo una lucha sin cuartel contra el machismo generalizado, que nunca llega a expresarse en políticas coherentes y consecuentes hacia adentro de los colectivos y hacia la sociedad. Y mientras tanto, las mujeres seguimos quejándonos, rumiando el malestar sin decidirnos a responsabilizarnos en lo que nos toca.
Los artículos publicados estos días en la prensa alternativa, intentan meterle mano a esta cuestión y coinciden en tratar de entender qué es lo que pasa cuando el peso de la cultura patriarcal se convierte en algo contra lo que, en realidad, pocas organizaciones anticapitalistas mixtas se plantean combatir. Asimismo, coinciden en la necesidad de luchar por el cambio y creen que ese cambio es posible hacerlo ahora, sin esperar a los cambios estructurales del sistema capitalista.
“Agresiones y violencia machista en el movimiento ¿algo ya superado?” (1) trata de arrojar luz a la contradicción entre la teoría vigente en los llamados “espacios liberados”, en este caso el anarquismo, y la práctica cotidiana de sus militantes. La autora pone el dedo en la dificultad de luchar contra la discriminación y la violencia proveniente de las personas con las que tenemos lazos afectivos, sean amigos, parejas o compañeros. Y es que la clase trabajadora no tiene inconveniente en sacudirse la opresión del patrón pero nos llenamos de contradicciones a la hora de defendernos de las personas que queremos.
Otro articulo interesante es “Combatir el machismo desde adentro” (2) que propone la necesidad de crear espacios donde “nuestra política antisexista se aplique en nuestras relaciones personales o en el cual el machismo pueda ser abiertamente y activamente identificado y discutido de forma colectiva”. Esta autora parte de la base de que los compañeros están también oprimidos por el capitalismo patriarcal y que por tanto, es deseable que entre todos y todas encontremos “las herramientas para mejorarnos como seres humanos y como movimiento”.
Por último, el artículo “Genero y clase: algunas posturas” (3) denuncia los planteos de los colectivos que utilizan el marxismo de forma esquemática, que se agarran con uñas y dientes a la solidaridad de clase, minimizando cualquier conflicto potencial entre hombres y mujeres, ya sea en la casa como en el trabajo asalariado y hacia dentro de las organizaciones políticas. En nombre de Marx, estos sectores descalifican cualquier planteo que pretenda luchar contra el comportamiento de las personas de la misma clase social, considerándolo “erróneo” y “liberal”. (4). Niegan la opresión de género y consideran al androcentrismo y el sexismo solamente producto del capitalismo. Si bien aceptan la existencia de grupos feministas dentro de las organizaciones de izquierda, al renegar de los fundamentos del feminismo como patriarcado u opresión de género, y analizar la economía centrándose exclusivamente en el mercado, “donde se omite y excluye la actividad no remunerada o sin valoración mercantil, orientada fundamentalmente al cuidado de la vida humana y realizada mayoritariamente por las mujeres” (5), estos sectores con sus aparatos, se convierten objetivamente en verdaderos obstáculos al empoderamiento de las mujeres en su lucha contra capitalismo patriarcal, posponiendo la igualdad de género a al final de los tiempos.
Llevar adelante la lucha contra la discriminación y la violencia machista nos exige a las mujeres rigurosidad teórica y coherencia práctica. Hay suficiente material que desde hace unos cuantos siglos, habla de la injusticia vergonzante de mantener a las mujeres en la ignorancia y alejadas de la política, siendo meras reproductoras y objetos sexuales. Asimismo, las militantes feministas de los años 60 y 70 han trastocado la teoría revolucionaria, hasta entonces limitada al capitalismo económico y su utilización es imprescindible para avanzar en la lucha.
La novedad de 20 años a esta parte la encontramos en la presencia de más hombres que se cuestionan su papel en este sistema, en la convicción de que su cuestionamiento al patriarcado es profundamente revolucionario. Estos colectivos reniegan del victimismo y trabajan desde la responsabilidad, con la idea de implicarse y comprometerse activamente cambiando estructuras que discriminan a las mujeres. En esta línea, consideran fundamental aprender a hablar desde lo personal, no desde lo intelectual y creen que los hombres se benefician de la lucha feminista, ganando en libertad, en relaciones personales, con la gestión del mundo emocional, disfrutando de la paternidad responsable, mejorando su salud (el machismo acorta la vida de los hombres en 7 años) y abandonando la sexualidad falocéntrica, que tanto malestar nos ha generado.(6)
Gestionar nuestras propias necesidades es difícil porque el sistema fomenta la pasividad, boicotea cualquier intento de democracia, horizontalidad y participación conciente y organizada. A los oprimidos y oprimidas no nos queda más remedio que sacudirnos estas prácticas y crear nuevas pautas de funcionamiento, luchando a rajatabla contra los intentos de manipulación que irremediablemente nos conducen a la confusión, nos debilitan y solamente nos dejan el recurso a la queja y el lamento dirigido a los “otros”, se llamen colectivo anarquista, comunista o socialista, sindicato, partido político o proyecto de pareja. Una losa muy pesada que solamente nosotras organizadas y conscientes, podremos sacudirnos.
Notas:
1.Véase http://www.lahaine.org/index.php?p=37736
2.Véase http://www.lahaine.org/index.php?p=11678
3.Véase http://www.lahaine.org/index.php?p=36527
4.Véase http://www.corrienteroja.net/spip.php?article345
5.Véase “Economia feminista: una apuesta por otra economia” – Cristina Carrasco
6.“Masculinidades: el problema de la violencia en los varones”, conferencia dictada por Antonio García Domínguez en las jornadas de Historia, violencia y genero del Ateneo de Madrid en 23 de abril de 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario