Por: Micaela Fernández Darriba
El 1º de mayo se celebró el día internacional del “trabajador” en recuerdo de la ejecución de los “Mártires de Chicago” a fines del siglo XIX. Existen en el mundo algunas personas despistadas que creen, en gran medida gracias a un discurso dirigido por los medios masivos, que en esta fecha se celebra el día del “trabajo”. Esta creencia que se reproduce como una constante en algunos discursos políticos y mediáticos pone el acento obviamente en el trabajo y no en la figura del trabajador y la trabajadora descartando al sujeto que sostiene la economía en un sistema capitalista. Está claro que sin trabajo no hay trabajadores, sino excluidos y excluidas, pero lo que no está claro es que sin trabajadores y trabajadoras directamente no hay producción, ni sistema. Por otra parte, al mismo tiempo que se oculta en nombre del “trabajo”, o de la supuesta celebración del “día del trabajo”, la dramática historia del movimiento obrero en la lucha por sus derechos, también se oculta la carga laboral de las mujeres. Este ocultamiento está dado muchas veces por el discurso al momento de nombrarnos no sólo simbólicamente sino de otorgarnos la posibilidad de ser oídas en nuestros reclamos. Algo similar ocurre con el ocultamiento que se produce en la celebración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, sin mencionar su condición de trabajadora; error que se repite, muchas veces intencionalmente.
El 1º de mayo se celebró el día internacional del “trabajador” en recuerdo de la ejecución de los “Mártires de Chicago” a fines del siglo XIX. Existen en el mundo algunas personas despistadas que creen, en gran medida gracias a un discurso dirigido por los medios masivos, que en esta fecha se celebra el día del “trabajo”. Esta creencia que se reproduce como una constante en algunos discursos políticos y mediáticos pone el acento obviamente en el trabajo y no en la figura del trabajador y la trabajadora descartando al sujeto que sostiene la economía en un sistema capitalista. Está claro que sin trabajo no hay trabajadores, sino excluidos y excluidas, pero lo que no está claro es que sin trabajadores y trabajadoras directamente no hay producción, ni sistema. Por otra parte, al mismo tiempo que se oculta en nombre del “trabajo”, o de la supuesta celebración del “día del trabajo”, la dramática historia del movimiento obrero en la lucha por sus derechos, también se oculta la carga laboral de las mujeres. Este ocultamiento está dado muchas veces por el discurso al momento de nombrarnos no sólo simbólicamente sino de otorgarnos la posibilidad de ser oídas en nuestros reclamos. Algo similar ocurre con el ocultamiento que se produce en la celebración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, sin mencionar su condición de trabajadora; error que se repite, muchas veces intencionalmente.
¿Por qué hay un día de la mujer trabajadora y otro del hombre trabajador? Porque los derechos de las mujeres son altamente vulnerados en una sociedad patriarcal. Las mujeres somos doblemente o triplemente más explotadas que nuestros compañeros varones. Es en la mayoría de los casos y de los países el colectivo femenino quien además de salir a la calle a trabajar, criar y ocuparse de la educación de hijos e hijas tiene la “obligación” de dedicarse a las tareas domésticas. Por esta razón, el 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y no de la mujer. No celebramos el hecho biológico de ser mujeres, para desgracia de los publicistas y los comerciantes de flores y bombones. Lo que se recuerda es la larga lucha de las trabajadoras mujeres por obtener sus derechos. Por eso es un día de reflexión en donde comprobamos que el hecho de ser mujer biológicamente hablando no nos define como tales, sino la relación desigual y la dominación que se ejerce contra nosotras en una sociedad patriarcal. Es por ello que existe un día Internacional de la Mujer Trabajadora y un Día Internacional de los trabajadores y las trabajadoras, principalmente porque es hora de que se reconozca la lucha de nuestras antecesoras por lograr una sociedad más justa para todos y todas. El feminismo, que lleva más de un siglo de lucha es un movimiento revolucionario y pacífico que no sólo busca la emancipación de las propias mujeres, sino de los hombres, ya que ellos también están atrapados por los dictámenes del patriarcado impidiéndoles vivir una masculinidad positiva con derecho a revelar sus emociones, o a cultivar sus gustos sin temor a los estereotipos. No obstante, mientras el feminismo se muestra a través de un discurso visible, coherente y honesto, el patriarcado no expone sus objetivos, naturalizando la situación de sometimiento de hombres y mujeres, plasmándose en las acciones cotidianas más retrógradas que podamos imaginar.
Por eso en el presente, donde ya hemos comprendido que la lucha por la igualdad social se logra con la obtención de los derechos de los trabajadores y las trabajadoras también debemos comprender que uno de nuestros enemigos más fuertes y más ocultos que atraviesa todos los sistemas y todas las ideologías es el patriarcado. No hay ni habrá equidad posible si entre todos y todas no libramos esta batalla en contra de una lógica inmoral arraigada en nuestros más profundos pensamientos.
Qué queremos las mujeres para este 1 de mayo de 2009
Fin de la violencia física y simbólica en los medios de comunicación, en el ámbito laboral, educativo, familiar, etc.
Despenalización del aborto y educación sexual, especialmente para las mujeres en situación de pobreza.
Libertad de elección sexual y respeto por la diversidad.
Abolición de la prostitución y reconocimiento por parte de los hombres que la prostitución no es más que una de las peores esclavitudes que aún perduran en el siglo XXI.
Fin de la mercantilización del cuerpo femenino.
Erradicación de la trata y tráfico de mujeres, niñas y niños en el mundo.
Freno a los estereotipos de género divulgados por la publicidad sexista y los medios de comunicación que contribuyen a la reproducción de la desigualdad y la violencia de género.
Igualdad jurídica, laboral, política, económica, comunicativa, cultural y educativa.
Eliminación del acoso sexual en el ámbito laboral y la discriminación por razones de género.
Recuperación de nuestra historia, nuestro pasado, nuestra cultura, nuestros discursos, nuestros deseos y singularidades.
Reconocimiento de la historia de las mujeres como parte constituyente y fundamental del movimiento obrero y la emancipación del ser humano.
Creación y difusión de nuestra propia perspectiva a través de los medios de comunicación, la industria editorial, discográfica, expositiva, etc.
Freno a la brecha digital y educación para el desarrollo y apropiación de las tecnologías de la sociedad de la información y el conocimiento.
Fin de la violencia de género y de los feminicidios como forma de disciplinamiento de la sociedad patriarcal hacia el colectivo femenino.
Coparticipación y corresponsabilidad en las tareas domésticas y en la crianza de nuestros hijos e hijas.
Fin del hostigamiento al medio ambiente y a nuestro entorno.
Cese de toda violencia llámase guerra, invasión, ocupación, bloqueo económico, etc. contra cualquier grupo civil, étnico o poblacional en el mundo.
Reforzar nuestros derechos como trabajadoras y no permitir un retroceso de los mismos en el contexto de la crisis financiera mundial.
Micaela Fernández Darriba
Para el espacio de reflexión del “Ciclo De Historias de Mujeres y Mujeres en la Historia”
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