Unos 130 millones de mujeres y niñas han sido objeto de mutilación genital en África, Medio Oriente y Asia según Naciones Unidas, para quien éste "no es sólo un problema africano, sino de la humanidad".
Por ello, hoy se celebra el día Mundial de Tolerancia Cero a la Mutilación Genital Femenina, una costumbre ancestral que supone la ablación total o parcial de los órganos sexuales externos femeninos, desarrollada a menudo con instrumentos sin esterilizar.
En Mali, por ejemplo, la mutilación es algo que se asume, que "te toca por ser mujer", y algo bien conocido por Eseverri, que permanece en este país africano de la franja del Sahel desde principios del pasado año como responsable del proyecto de lucha contra la mutilación genital femenina en las regiones de Kayes y Segou.
Cada año dos millones de niñas se enfrentan a esta realidad que se lleva a cabo por diferentes motivos dependiendo de las distintas etnias, aunque en la actualidad "la edad y el modo en los que se practica, así como el sentido que se le da, ha cambiado mucho", afirma la cooperante en un comunicado de Cruz Roja.
Según Eseverri, en su origen, uno de los motivos que impulsaba a realizarla era eliminar el placer sexual de la mujer, "con la finalidad de asegurar que llegara virgen al matrimonio y evitar posibles infidelidades".
En Mali, "uno de los países más pobres del mundo, donde los índices de mutilación genital llegan al 90 por ciento", Cruz Roja Maliense y Cruz Roja Española, con la colaboración de la Agencia Española para la Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), desarrollan un proyecto para reducir esta práctica a través de la información y la sensibilización en las comunidades.
Durante estos últimos ocho años, los cooperantes se enfrentan a una tradición arraigada, en la que el poder de la tradición y de la costumbre hacen "difícil erradicarla", sostiene Macarena.
"La mayor parte de los hombres no quieren casarse con mujeres que no estén mutiladas, y esto creó un estigma en un país como Mali, en donde el matrimonio y la maternidad van ligados al prestigio social de la mujer", aunque "afortunadamente, esta situación empieza poco a poco a cambiar", explica.
La emigración es también "uno de los factores que favorece que cada vez haya más hombres que prefieran que sus mujeres no estén mutiladas", pero no obstante cambiar mentalidades es "muy complicado".
La labor que la cooperante navarra desarrolla junto a las personas voluntarias de la Cruz Roja Maliense consiste en un contacto directo con las tribus: "Cuando llegamos a una nueva comunidad, lo primero que hacemos es reunirnos con el jefe de la tribu.
Nos presentamos y le explicamos porqué estamos allí y cuál es la finalidad de la visita, y tras el visto bueno se organizan reuniones con todos los miembros de la comunidad que quieran asistir".
Para Cruz Roja, la salud es un "factor fundamental" en la lucha contra la pobreza y "una pieza clave" para el desarrollo de las poblaciones más desfavorecidas, por lo que los programas de lucha contra la mutilación genital priorizan en la mejora de la salud sexual y reproductiva, y en la defensa de los Derechos Humanos de las mujeres y las niñas.
La práctica se lleva a cabo en numerosas ocasiones por las mujeres mayores de los poblados, que "han heredado ese papel de sus antecesoras", y que "generalmente no tienen ninguna preparación y las practican sin precauciones higiénicas, ni siquiera se esteriliza el material que utilizan, algo que hace que las niñas puedan morir por infecciones posteriores, por hemorragias".
Según la coordinadora del proyecto en Malí, "no hay una ley que penalice a las mutiladoras ante la muerte de una niña en el momento de la práctica, y trabajan cada vez más de manera clandestina y con total impunidad".
Al respecto, explica que si antes esta práctica se llevaba a cabo con grandes fiestas y rituales, "ahora se tiende a hacer cada vez más de manera escondida. Incluso en ocasiones son las abuelas las que se llevan a las niñas a escondidas de sus madres. No es fácil trabajar con las generaciones de las abuelas, pero espero en que en unos años, todo sea más sencillo", confía.
Macarena Eseverri Aznar (Pamplona, 1980) también se responsabiliza de otro proyecto destinado a la capacitación de las agrupaciones rurales de mujeres en materia de producción, transformación, conservación y comercialización de productos agrícolas, en la región de Kayes.
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