viernes, febrero 27, 2009

Clara Zetkin y el apogeo del feminismo socialista y comunista

Clara Zetkin: Organizadora del movimiento feminista socialista alemán e internacional, una de las cabezas en la lucha antirreformista, internacionalista durante la Primera Guerra Mundial, cofundadora y dirigente del Partido Comunista alemán, miembro destacado de la Internacional Comunista y amiga de Lenin (1), diputada y propagandista, Clara Zetkin, aunque cuenta con todos los atributos biográficos para-figurar entre las grandes personalidades de la historia del movimiento obrero mundial suele aparecer como un personaje característico pero secundario en todas las historias generales del socialismo.


« . . .El primer enfrentamiento de clase que se produce en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en el matrimonio monógamo, y la primera opresión de clase coincide con la del sexo femenino por el masculino. Históricamente el matrimonio monógamo constituye un gran paso hacia adelante, pero, sin embargo, junto con la esclavitud y la propiedad privada, abre un periodo, que ha durado hasta nuestros días.-. que cada paso hacia delante es también, en términos relativos un paso hacia atrás, en el que la prosperidad y el desarrollo de unos se ha ganado a costa de la miseria y frustración de otros. (el matrimonio monógamo) es la forma celular de la sociedad civilizada en la que puede verse ya la naturaleza de los enfrentamientos y contradicciones que actúan de lleno en dicha sociedad».

F. Engels


Mucho más justo fue Andreu Nin cuando escribió:

“Clara Zetkin era un magnífico ejemplar de caudillo revolucionario; pero de caudillo auténtico, no de esos que se fabrican en el laboratorio de la burocracia estalinista y atraviesan como una cometa el cielo del movimiento obrero y su divorcio con la masa, cuyos intereses y aspiraciones pretenden representar. El caudillaje de Clara Zetkin estaba cimentado por más de medio siglo de actividad militante, por el prestigio de una vida entera de abnegación y sacrificios consagrados a la causa proletaria. Los obreros alemanes que habían visto a esa magnífica combatiente se cuentan por millones; sería difícil, por no decir imposible encontrar a uno solo que no conociera su nombre, unido indisolublemente al movimiento obrero desde los primeros pasos del proletariado alemán en el camino de la reorganización política hasta los últimos tiempos” (2).

Aunque Clara no fue una militante muy versada en el terreno teórico, ni una innovadora, no por ello dejó de ser una notable divulgadora de diversos gigantes, como lo fueron Engels y de August Bebel de cara a la cuestión de la mujer; Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en la lucha política dentro de la socialdemocracia alemana y de la IIª Internacional, así como de Lenin y Trotsky en los primeros años del Komintern, del luxemburgista Paul Levi en los albores del comunismo alemán y, en su decadencia-: de Stalín, aunque -en este extremo conviene hacer importantes matizaciones. El “motor” de su militancia fue primordialmente su odio a las injusticias que había podido ver desde muy joven. El socialismo no era para ella solamente una finalidad histórica, era ante todo una exigencia inmediata.

Sus actividades políticas militantes se extienden desde los inicios de la socialdemocracia alemana hasta 1932, un año antes de su muerte. A su parecer, durante este tiempo:

“El desarrollo del imperialismo y el paso del capitalismo preferentemente concurrencial a capitalismo en el que prevalece el monopolio, con la creación de los monopolios nacionales y la agudización de las contradicciones imperialistas ( que) provocaron tensiones tan violentas en las relaciones ente el proletariado y la burguesía y en el mismo seno del proletariado y sus organizaciones tradicionales -creación de la Segunda Internacional (1889), la aparición del revisionismo y fundación de la Tercera Internacional (1919), revolución en Rusia y derrota de las revoluciones en Europa occidental- que la experiencia de la dirigente alemana se nos presenta muy compleja y fragmentaria, difícil de sintetizar en una sola valoración” (3).

Por todo ello, y sobre todo por su lucha al frente del feminismo socialista -que alcanzó con ella unos niveles de organización y desarrollo intelectual que no sobrepasará jamás después-, Clara Zetkin puede hacerse excusar su adaptación al estalinismo que era un fenómeno muy difícil de comprender para alguien como ella que había interiorizado la derrota del proletariado alemán entre 1918 y 1923 y que ya se encontraba al margen del movimiento real, convertida como ocurría con Nadezha Krupskaya, la viuda de Lenin, en una figura simbólica que se utilizaba para dar brillo a una burocracia cuyos objetivos eran contrapuestos a los que ella había defendido toda su vida.

Clara Zetkin, nacida Clara Eissner, era hija de un maestro rural de Sajonia y nació el año 1857. Aún no se ha publicado ninguna biografía rigurosa sobre ella -a pesar que en la República democrática alemana pasa por ser uno de sus santos iconofinados y que en la URSS está enterrada con los máximos honores-, pero sabemos que entre los diecisiete y los veinte años estudió magisterio en un instituto privado de Leipzig, donde conoció a un grupo de estudiantes rusos exiliados y vinculados al populismo. Entre ellos se encontraba Ossip Zetkin que militaba en el incipiente socialismo marxista alemán hasta que fue expulsado por sus actividades políticas. Clara se trasladó entonces a Zurich para poder visitarlo en Francia. En esta ciudad alemana conoció a George Plejanov y también a Vera Zasùlich. Por entonces comienza su vida militante colaborando con Julius Mottelert que pasaba clandestinamente el órgano del partido socialista de Francia a Alemania. Sus primeras clases de marxismo las recibe de Eduard Bernstein, a la sazón el discípulo predilecto de Engels.

En noviembre de 1882 es perseguida por la policía y se traslada a París donde contraerá matrimonio con Ossip y permanecerá durante ocho años sin dejar de cooperar con su partido. Durante este tiempo, Clara conoce y hace amistad con algunas de las figuras más notables del socialismo de entonces: Eugene Pottier, autor de la letra de La Internacional; Louise Michel, las hijas de Marx, Jenny y Laura; los dirigentes marxistas franceses Paul Lafarque y Jules Guesde, etc. Al final de la década es nombrada delegada de las mujeres socialistas de Berlín y toma parte en los preparativos del Congreso Constituyente de la Internacional Socialista opuesta a la Internacional posibilista que también quiso crearse en París. Al año siguiente, en 1890, tras la derogación de la “leyes antisocialistas”, vuelve a Alemania para convertirse en uno de los cuadros más significados del socialismo alemán que sería hasta 1914 el espejo donde se miraría el socialismo internacional.

En 1891 funda y dirige “Die Gleichheit” (La campana), órgano para las mujeres socialdemócratas y que llegará quizás a ser el periódico feminista de mayor tirada y de mayor influencia de todos los tiempos. El grupo femenino del SPD se crea sobre la base de una plataforma de reivindicaciones democráticas. Se trata de conseguir no sólo el derecho de voto de las mujeres sino también el más simple de poder organizarse sindical y políticamente, derechos que están explícitamente prohibidos aunque ellas saltaron por encima de la legalidad protegidas por la importante fuerza del partido. Sus concepciones teóricas sobre la cuestión femenina están fundamentadas en dos obras clásicas del socialismo: El origen de la propiedad privada, la familia y el Estado (4), y La mujer y el socialismo, de August Bebel, (5) y avanzan nuevas ideas sobre nuevos problemas en el orden organizativo y sindical aunque encuentran una dura oposición por parte de la burocracia sindical y de algunos notables del partido en proceso de instalación en el statu qua.

Stuttgart será el principal centro ciudadano de su intervención -que en períodos de campañas políticas se extienden por todo el Estado- que pase a ser uno de los “feudos” de la izquierda revolucionaria y la ciudad donde las mujeres socialistas gozan de una mayor implantación. En 1893 participa en el tercer Congreso del partido socialdemócrata que tiene lugar en Zurich y donde entabla amistad con Engels que morirá dos año más tarde. Desde este Congreso la presencia de Clara será indisociable de todos los Congresos nacionales e internacionales del socialismo, lo mismo que lo será de todas las conferencias de mujeres. En 1896 en el Congreso del SPD que se celebra en Gotha, Clara presenta el primer informe partidario importante sobre la cuestión de la mujer y las tareas de la socialdemocracia en donde se adelantan la exigencia al voto feminista, punto en el que muchos partidos socialitas no se mostrarán tan avanzados.

En 1899 Clara, que había quedado viuda, se casará por segunda vez, en esta ocasión con el pintor George Friedrich Zundel, del que se separará no mucho después; pocos años más tarde, quedando ella sola al cuidado de los dos hijos que había tenido con Ossip (6).

Durante varios años su potente voz (”Los discursos de Clara, escribirá Nin, electrizan a la multitud. En su oratoria, por decirlo así, una oratoria pirotécnica, unos fuegos artificiales de imágenes brillantes y vigorosas, que deslumbran y enardecen. Los que hemos visto a Clara Zetkin en la tribuna, en el ocaso de su vida, nos imaginamos fácilmente lo que debía de ser en su juventud. ¡Qué entusiasmo, qué energía, qué pasión animaba a aquella mujer septuagenaria! ¡Cómo se transformaba, iluminada por el fuego interior que ardía en aquel cuerpo minado por los años y la enfermedad!»), será la de la izquierda revolucionaria y será en los debates, el martillo contra los oportunistas en el partido y en la Internacional.

En el famoso Congreso de Sttutgart de 1907, en el que el trío Lenin-Rosa Luxemburgo-Martov, planteó una dura batalla sobre la cuestión de la guerra, Clara llevaría por su parte una violenta requisitoria en la comisión para tratar el derecho al voto de las mujeres contra los austromarxistas, a los que acusó de haber interrumpido la propaganda por este derecho. En otra ocasión, ella escribirá lo siguiente sobre este tema:

“La Segunda Internacional toleró que las organizaciones inglesas afiliadas lucharan durante años contra la introducción de un derecho de voto femenino restringido… permitió también que el partido socialdemócrata belga y, más tarde, el austriaco, se negaban a incluir, en las grandes luchas por el derecho del voto, la reivindicación del sufragio universal femenino. . . que el partido de los socialistas unificados de Francia se contentasen con platónicas propuestas parlamentarias para la introducción del voto de la mujer” (7).

En el Congreso de Copenhague (1910) fue ella la que propuso la puesta en marcha de un “primero de mayo femenino», que tendría lugar cada ocho marzo en memoria militante de las mártires de la fábrica de algodón Cotton de Nueva York que mientras hacían huelga fueron quemadas vivas en un número de 129 mujeres por responsabilidad directa de su patrón que anteponía el beneficio a unas condiciones mínimas de seguridad. En los años que preceden al estallido de la Gran Guerra, Clara dedica su mayor esfuerzo a la lucha antimilitarista, así en el Congreso de Basilea (1912) presentó un extenso y apasionado informe sobre la amenaza de guerra y la necesidad consiguiente de que la Internacional respondiera con la huelga general y si era posible con la revolución.

Dentro de la larga y apasionante biografía de Clara Zetkin es la cuestión de la mujer trabajadora la que ocupa un lugar más intenso y prolongado. Es un tema que la acompaña desde que empezó su intervención en este terreno «bajo la guía de Friedrich Engels» del que aprendió “los principios de la lucha de clases y no sólo de la administración de importantes organizaciones”(8), hasta el final de su vida cuando en sus llamadas a la lucha contra el fascismo subrayaba la importancia que en este combate tenían las mujeres. Aunque no escribió ningún estudio destacado, Clara demostró con el ejemplo indiscutible de la práctica que se podían organizar a miles de mujeres trabajadoras que engrosarían los rangos proletarios dándole una amplitud extraordinaria. La organización femenina de los socialistas alemanes sirvió como ejemplo para el movimiento socialista internacional. Su horizonte no fue solamente europeísta, extendió también su mirada por el mundo colonial. En uno de sus informes escritos para el Komintern dice:

“Lo que merece una atención particular es el hecho de que en los países del Próximo y Extremo Oriente, las mujeres vinculadas a las tradiciones, a las costumbres ya la servidumbre religiosa milenarias se están moviendo. No me estoy refiriendo, ahora al pequeño estrato de mujeres orientales poseedoras, pioneras de su sexo, que han conquistado erudición, saber y cultura moderna en las universidades europeas y americanas. Pienso más bien en los muchos miles de campesinas pobres y: obreras de los campos de arroz y de las plantaciones de algodón, de los campos de petróleo, etc., que en Turquía, en Turquestán, en Corea, en Japón, Mongolia, en la India, etc, han comenzado a rebelarse contra el doble yugo del hombre y del capital”.

Esta idea del «doble yugo» que plantea el problema de una opresión específica de la mujer como tal por el hombre, planea sobre su pensamiento, pero no acaba de sacar de ella todas sus consecuencias. A veces la utilizaba partiendo de una frase de Engels según la cual en el matrimonio rnonógamo, el burgués era el hombre y la proletaria la mujer:.. Pero su conclusión práctica- es diferente, no ve contradicciones en la pareja obrera como la vio Flora Tristán, y cree que cuando“el proletario dice: “Mi mujer”, y entiende: “La compañera de mis ideales, de mis luchas, la educadora de mis hijos para la batalla del futuro”»; dicho de otra manera, la cuestión de la mujer forma una parte indiferenciada de la lucha de clases, por lo tanto:

–No tiene por qué haber una organización autónoma de las mujeres, porque: «…No hay más que un sólo movimiento, una sola organización de mujeres comunistas -antes socialistas- en el seno del partido comunista junto a los hombres comunistas. Los fines de los hombres comunistas son nuestros fines, nuestras tareas”. y esto se extiende a los otros niveles organizativos tradicionales.

–No hay tampoco unas reivindicaciones específicas en temas como la sexualidad y el matrimonio y aunque no dejaría a su manera de plantear algunas de sus dudas, afirma junto con Lenin: “La preocupación de las mujeres comunistas, el de las mujeres trabajadoras, debería centrarse entorno de la revolución proletaria que pondrá las bases, entre otras cosas, para la modificación de las relaciones materiales y sexuales” (9).

–No existen posibilidades de atraer a las filas socialistas a las mujeres provenientes de las clases explotadoras ya que para ellas se trata de una cuestión «moral y espiritual… del desarrollo de la propia personalidad”, mientras que para las trabajadoras se trata de algo más elemental, derivada “de la necesidad de explotación del capital”, y le preocupa «su tarea de esposa, de madre» y el hecho de que “sólo le quedan las migajas que la producción capitalista deja de caer en el suelo”.

Bajo este prisma reduccionista, el objetivo primordial de Clara Zetkin era ampliar el movimiento obrero hacia su otra mitad más sometida que la masculina. Exigían para las mujeres trabajadoras reivindicaciones fundamentales que aunque pueden parecer moderadas eran sumamente radicales incluso para unos sindicalistas que temían la competencia laboral de la mujer y querían que sus esposas se quedaran en casa para zurcirles los calcetines. No dudaba tampoco en levantar la bandera sufragista ya que se trataba ”no sólo de un derecho natural, sino también de un derecho social”, y claro está le daba un contenido social a este derecho, pero se negó a reivindicaciones específicas como la de la protección maternal.

Cuando Clara tomó partido por la opción comunista arrastró tras de sí a un número importante de las mujeres socialistas, pero en la Internacional Comunista encontró un clima tan preocupado por la revolución inmediata que se rechazó la idea de reproducir desde esta opción una organización similar a la socialista. En una de sus intervenciones en el Komintern propone la adopción de «remedios concretos y de órganos especiales que se encarguen de la agitación, organización y adiestramiento de las mujeres… considerando la especificidad cultural y moral de las mujeres», así como también, “la agitación programada y constante entre las mujeres todavía alejadas del partido, mediante asambleas públicas, debates y asambleas de fábricas, asambleas de amas de casa, conferencias de delegadas sin partido y apolíticas, agitaciones en las casas…”. Pero a pesar de contar con el apoyo de Lenin y Trotsky sus planteamientos quedan en minoría, incluso entre las propias mujeres delegadas.

Estas ideas que se inscriben perfectamente en el esquema de frente único desarrollado desde el tercer congreso de la Internacional, insisten también en la necesidad de un Congreso internacional de mujeres de todas las tendencias socialistas, sin pretensiones de hegemonía partidista y en el que la fracción comunista debía de luchar lealmente. Este Congreso:

“…debería tratar en primer lugar el derecho de la mujer al trabajo profesional. En este punto se hubieran debido de incluir las cuestiones de desocupación, de igual salario a igual trabajo, de la jornada legal de ocho horas, de la legislación protectora de la mujer, del sindicato y de las organizaciones profesionales, de las previsiones sociales para la madre y el niño. de las instituciones sociales para ayudar al ama de casa y a la madre, etc… El orden del día hubiera debido de incluir el siguiente tema: La situación de la mujer en el derecho matrimonial y familiar y en el derecho público político”. (10)

Este texto demuestra la maduración de Clara que deberá de abandonar el grueso de sus tareas en el terreno de la organización de la mujer para centrarse en las de la dirección del partido y de la Internacional Comunista. Luego, después de las sucesivas derrotas del proletariado europeo y alemán sobre todo, el ascenso del estalinismo y de las normas burocráticas, el tema de la organización de la mujer se iría perdiendo para reaparecer en el período del Frente Popular pero con un sentido muy distinto, por no decir opuesto, al que ella protagonizó.

Cuando en 1914 la socialdemocracia alemana e internacional realizan su extraordinario giro hacia el socialpatriotismo, Clara Zetkin tiene ya 53 años, pero no le faltaron las fuerzas para alinearse desde el primer momento con la fracción llamada “espartaquista” en la defensa de los ideales internacionalistas y revolucionarios del socialismo. Un año más tarde encabeza la Conferencia Internacional de mujeres socialistas, uno de los actos antiguerra más importante del período bélico y en la que se exige el fin de las hostilidades así como una paz sin anexiones ni conquistas que reconociera a los pueblos el derecho a disponer de sí libremente.

Una vez bajo estos principios democráticos elementales, solamente podía, en su opinión:

“…conducir a los proletarios a liberarse del nacionalismo y a los partidos socialistas a recuperar su entera libertad para la lucha de clases. El fin de la guerra no puede ser alcanzado más que por la voluntad clara e inquebrantable de las masas populares de los países beligerantes. En favor de una acción, la Conferencia hace un llamamiento a las mujeres socialistas ya los partidos socialistas de todos los países: ¡Guerra a la guerra!” (11).


Las consecuencias de este acto, las purgó en palabras de Bujarín, «con una condena de cárcel. Pero no se ciñó la cabeza con una corona de espinas; vio en ello un episodio natural de la lucha, un cautiverio pasajero, al término del cual hay que empuñar nuevamente las armas y marchar otra vez al combate…” (12) A pesar de la represión continua que las autoridades y sus antiguos compañeros ejercen sobre los “espartaquistas”, Clara sigue al frente del bando internacionalista y dirigiendo el periódico de las mujeres socialistas hasta que en 1917 lo deberá abandonar por no seguir “la línea política del partido”. La revolución de Octubre de 1917 la entusiasma de pies a cabeza, y así lo manifiesta al escribir:

“La Rusia socialista y soviética, escribe, será para nosotros un símbolo, una esperanza y una garantía del advenimiento de los tiempos nuevos que surgirán del caos de la sociedad burguesa. El proletariado combatiente de la Alemania revolucionaria debe construir un puente a través del cual el fuego purificador de la revolución, destructor del capitalismo, se extenderá de Oriente a Occidente. ¡Preparémonos! ¡Pongamos en tensión nuestros músculos, el trabajo y en la lucha, a fin de que la obra se convierta en espíritu y el espíritu en obra! ¡Espartaco, levanta más alto la bandera! ¡Esclavos, adelante! ¡Todo por la revolución! ¡Todos por la revolución!”.

Durante este agitado período que se abre, participará a pesar de su precario estado de salud, en los acontecimientos de noviembre de 1918 que se inician como un cambio constitucional pero que abren también las puertas a otra opción que ella establece de la siguiente manera:

“Reforma burguesa o revolución proletaria, he aquí la cuestión. En otros términos: nueva forma de gobierno o régimen nuevo, desarrollo completo del reino de la burguesía por medio de la democracia burguesa y, por consiguiente, existencia ulterior de la sociedad capitalista, o dictadura de clase proletaria, realizable por el régimen soviético, e instauración del socialismo” (13).

En noviembre de 1917 había fundado el suplemento femenino del periódico “espartakista” Leipziger Volkezeitung, y en 1920 fue elegida presidenta del Movimiento internacional de mujeres socialistas, aunque lentamente una fracción mayoritaria se ha ido decantando hacia el viejo hogar de la socialdemocracia que ya no estaba ocupado por los mismos dirigentes ni se orientaba con la misma brújula política. Dirigente de primer plano en el recién creado Partido Comunista alemán, Clara toma parte en las jornadas revolucionarias de enero de 1919 que concluirán con el asesinato de sus mejores amigos, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Leo Jogiches y el fallecimiento natural -pero adelantado por los hechos- del veterano historiador y militante revolcionario Frank Merhing. El temple de Clara se hace ostensible cuando responde a este drama diciendo:

“No lloraremos a nuestros muertos, hay que luchar”.

Desde la fundación de la Internacional Comunista, Clara pasa a ocupar un cargo dirigente en ésta, combinando siempre sus actividades internacionales con las alemanas. Su militancia durante estos primeros años será particularmente intensa: escribe en varios periódicos, interviene en numerosas campañas de agitación, participa en los debates de los Congresos y Conferencias, habla en el parlamento… Entre sus numerosos viajes de entonces hay que destacar el que le llevó al Congreso de Tours en el que tenía que decidirse la actitud a tomar ante la Internacional Comunista. Su intervención en el Congreso fue, según todos los testimonios, decisiva para decantar la mayoría hacia el comunismo. Había llegado a Francia viajando clandestinamente y su dominio de la lengua y sobre todo de la historia y la situación francesa causó una honda impresión entre los congresistas.

En 1920 visitó por primera vez la Rusia soviética con motivo del II Congreso de la Internacional. Desde este entonces sus visitas se harán cada vez más continuadas.

En marzo de 1921, el partido comunista alemán, dirigido por la fracción izquierdista -que partía del supuesto de que la hora de la revolución ya había llegado y que sólo era necesario que la vanguardia llevara adelante una ofensiva ejemplar que galvanizara a los obreros- protagoniza un puch que termina en el desastre. Clara Zetkin, que junto con Paul Levi se había opuesto a la aventura, formó con éste una fracción alternativa que planteaba ya algunos de los elementos -conquista de las masas, trabajo en el seno de los sindicatos, unidad y crítica con la socialdemocracia, etc., de lo que más tarde será la política de frente único. Las diferencias internas en el partido se saldará con una grave crisis que concluirá con la expulsión de Paul Levi que, al contrario que ella, había planteado sus posiciones de una manera extrapartidaria.

La política de frente único abrirá un nuevo período de recuperación de fuerzas en el seno de los comunistas alemanes en cuyo frente se encuentra Heinrich Brandler apoyado por Clara. Sin embargo, entre el esquema de frente único de Lenin, Trotsky y Rádeck y el de la dirección alemana existirá una diferencia que se hará notar durante los acontecimientos revolucionarios de 1923. Para los primeros la acumulación de fuerzas no puede desarrollarse sin un techo, en un momento dado hay que plantearse la cuestión de la insurrección; para los segundos, la hora de la insurrección queda muy lejana y cuando la revolución se pone al orden del día se ven sobrepasados por los acontecimientos. Este fracaso será decisivo, y cerrará toda una época -que podíamos llamar leninista-, el comunismo alemán e internacional, causando un repliegue que será determinante para la emergencia del estalinismo. La dirección «zinovievista» de la Internacional que había de hecho’ dirigido la política del Partido Comunista alemán, hace de Heinrich Brandler el “chivo expiatorio” de la derrota. Este hecho lleva a Clara a simpatizar con la primera Oposición de izquierda dentro de un partido bolchevique cada vez más estatalizado. (14)

En los años siguientes, Clara se convertirá (como ya he dicho) en una figura decorativa en un partido que ha perdido por la muerte o la disidencia a sus más cualificados dirigentes y en una Internacional cuyo rumbo empieza a cambiar hasta dar un giro de ciento ochenta grados: la revolución mundial pasará a ser un señuelo propagandístico y lo realmente importante llegará a ser la construcción del «socialismo» (en versión estalinista) en un sólo país. En 1924 asume la presidencia del Socorro Rojo Internacional que llevará adelante algunas campañas célebres como la defensa de Sacco y Vanzetti. Su última actuación que recordara sus mejores tiempos tiene lugar el 30 de agosto de 1932, cuando estaba enferma y medio ciega, el día de la apertura del Reichstag. Por su edad ella preside la sesión y en su intervención exige la creación de un frente proletario entre comunistas y socialdemócratas contra el nazi-fascismo.

Por esta idea su viejo amigo León Trotsky era considerado como el peor de los enemigos del comunismo ya que Stalin había impuesto una idea opuesta: el principal adversario de los comunistas alemanes eran los socialdemócratas. Clara Zetkin falleció el año siguiente en el sanatorio de Archangelskoje, en las proximidades de Moscú y sus restos mortales fueron depositados en las murallas del Kremlin con grandes honores.

Notas

–1. Ver Recuerdos de Lenin, Ed. Grijalbo, col. 70, Barcelona, 1975. (Hay otra edición en Ed. Akal). Trataremos más estos recuerdos en otro trabajo dedicado a los grandes revolucionarios desde el punto de vista del tema de la mujer.

–2. Cf. La revolución rusa, Ed. Fontamara, Barcelona, 1977, pág. 179. No deja de ser curioso el hecho de que Nin no presta apenas atención a la actuación feminista de Clara.

–3. Luisa Passarini, prólogo a la recopilación de escritos de Clara Zetkin, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo, Ed. Anagrama, Barcelona, 1976, pág. 13. Las citas no anotadas pertenecen a este libro, sin duda el más importante que se ha publicado de y sobre Clara Zetkin.

–4. Editada por Ayuso, Madrid, 1971.

–5. Ed. Fontamara, Barcelona, 1975. Otra edición es la de la Ed. Akal.

–6. Uno de sus hijos, el mayor, llamado Constantino, vivirá un intenso y episódico romance con Rosa Luxemburgo del que Clara no tuvo noticia. Todo terminó cuando el amante e inseparable camarada de Rosa, Leo Jogiches, se enteró y cortó la historia. Cf. l. P. Netl, La vida de Rosa Luxemburgo, Ed. ERA, México, 1977.

–7. Recuerdos de Lenin, pág. 89.

–8. Wolganf Abendroth, Historia social del movimiento obrero europeo, Ed. Estela, Barcelona, 1971, pág. 114.

–9. En otra ocasión, Clara escribirá al respecto: “Nada más que una sociedad socialista, con la desaparición del sistema actual dominado por la propiedad privada, desaparecerán las oposiciones sociales entre los poseedores y los que no tienen nada, entre hombres y mujeres, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. La abolición de tal oposición, sea la que sean no puede llegar más que a partir de la lucha de clases misma. Si las mujeres proletarias quieren ser libres, es preciso que unan sus fuerzas a las del movimiento obrero (…) y este punto de vista debe de ser subrayado sin ambigüedad en un periódico dirigido a las mujeres trabajadoras”.

–10. Esta propuesta fue criticada como «oportunista» por diversos delegados.

–11. Amaro del Rosal, Los Congresos obreros internacionales, Ed. Grijalbo, Madrid.

–12. Apéndice a Recuerdos a Lenin.

–13. Cf. Gilbert Badia, Los espartakistas, Ed. Mateu.

–14. Cf. León Trotsky, La Internacional Comunista después de Lenin, Ed. Akal, pág. 364.

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