jueves, enero 29, 2009

JUDIBANA Y JOSEFA CAMEJO DOS HEROINAS EN PARAGUANÁ

Al evocar la gloriosa vida de Josefa Camejo, no podemos sustraernos al deseo de igualmente rendir tributo al recuerdo de Judibana, la brava guaricha que aparece finalizado la etapa precolombina y que heroica protagonista de un suceso avalado por menciones de quienes en verso en prosa historiaron nuestros orígenes indo-hípanos.


Fue el asalto de los piratas españoles a la vivienda y propiedades del valiente Hurehurebo, Cacique de Paraguaná, y su esposa Judibana, suceso señalado por varios historiadores de aquellas épocas e idealizado, a través de más de 430 años, por la leyenda oral o escrita. Judibana, guaricha muy bella e inteligente, era hija de Manaure, el Diao. Tal asalto cobra singular importancia porque origina el vínculo inicial entre Manaure y el aragonés, Juan de Ampíes, Factor de la Hacienda Real en Tierra Firme, residenciado en Santo Domingo. Supuestamente, los hechos ocurrieron así: Avisado Manaure de que se preparaba por los Taques una invasión de hombres blancos y se tenía proyectado destruir la vivienda del Cacique Hurehurebo, envió a su hermana Ayuramí a objeto de prevenir a éste. Inmediatamente de recibir el aviso, el joven Cacique tomó precauciones dispersando a los numerosos indios caquetios que residían o trabajaban en el gran conuco de su propiedad y junto con él cultivaban los sembradíos. En el rancho sólo quedaron Hurehurebo, Judibana, Ayuramí, varias mujeres y 20 arqueros muy dispuestos para la defensa. Mas a media noche una fuerte descarga de mosquetes les despertó a todos. El combate fue violento: bombas incendiarias acompañaban la lluvia de plomo que enviaban los mosqueteros y eran correspondidos con igual fiereza por las veloces flechas de los arqueros indígenas, quienes rodilla en tierra combatían heroicamente, aún con plena conciencia de su limitada capacidad de rechazo ante la temible fuerza de los salteadores. En el fragor de la lucha Judibana fue herida en una pierna, tal hecho despertó aún más a Hurehurebo y los suyos. La vivienda de madera, maures y paja, envuelta en llamas fue totalmente destruida. Varios arqueros pudieron huir por el monte; otros quedaron allí tendidos, muertos o heridos de gravedad, pero los pillos depredadores lograron capturar a unos cuantos, los que se encontraban más próximos a Judibana, entre ellos Hurehurebo y Ayurami. Los prisioneros incluso la guaricha sangrante, pero altiva e indómita, fueron llevados a Santo Domingo con el propósito de ofrecerlos en venta en un Mercado de Esclavos.

Pero la noticia llegó a conocimiento del magnánimo factor, quien rescató a los cautivos pagando el precio estipulado en el Mercado, y luego demandó a los autores de la fechoría y logró que los Oidores fallaran a su favor. Según el Dr. Pedro Manuel Arcaya, fue a petición de Ampíes que el Rey libró una Cédula Real en 1526 la cual entre otras cosas, dice: “Mandamos que ninguna, ni algunas personas no vayan con armadas ni en otra manera a las dichas islas, ni tocar en ellas sin licencia vuestra, su pena de muerte y de pedimentos de sus bienes”. Está claro que las Bulas y Cédulas Reales de los tiempos de la conquista estaban sujetas a diversas interpretaciones, así siempre negativas para los aborígenes; pero en este caso podía ser un freno para amedrentar a los piratas.

Llevados los prisioneros a la residencia personal del señor factor, donde habitaba éste con su esposa Doña Florencia de Ávila, sus hijos Juan Antonio y María y el esposo de ésta Lázaro Bejarano, fueron tratados como amigos y con la categoría que les correspondía. Mientras a Judibana le curaban la herida de la pierna, a todos le enseñaban el idioma castellano y la religión católica. También se les dotó de vestidos a la usanza europea. Posteriormente fueron bautizados: a Hurehurebo se le llamó Fernán García; a Judibana, Juana Manaure de García y a Ayuramí se le dio el nombre de Teresa Manaure. Igualmente todos los indios que les acompañaban recibieron, con el bautismo, nuevos nombres. En ceremonia católica se efectuó la boda de Judibana y su marido.

Un ilustre biznieto de Jhon Hill---aquél héroe de la Legión Británica que en el 1821 participó en la gloriosa Batalla de Carabobo y después vino a sembrar en sangre en Paraguaná---nuestro historiador Aníbal Hill Peña, escribe sobre Hurehurebo: “Citado con fervor por Juan de Castellanos en sus “Elegías”, y asimismo en la prosa sesuda de Pedro Manuel Arcaya, la figura heroica de Hurehurebo, el indio principal o Cacique de Paraguaná es, simplemente, signo de rebeldía y consigna luminosa del más puro nacionalismo”.

Varios meses habían transcurrido después de los sucesos narrados, cuando Ampiés devolvió sus jóvenes huéspedes a Coro con el encargo de echar las bases para un entendimiento cordial con el gran Cacique Manaure. Es así que Judibana, la heroína de los Taques, junto con su marido fue quien preparó los ánimos para una alianza que, de no sucederse circunstancias posteriores adversas-–como fue la llegada con los comerciantes alemanes—pudo llevar a Venezuela un indio-hispanismo por rumbos más fecundos y menos dolorosos que los conocidos por la historia. Especialmente fueron las gestiones de Judibana las que culminaron el 26 de julio de 1527 bajo la Cruz de Cují de San Clemente.

Judibana emerge, clara y radiante, en el umbral de la Historia, por entre las brumas y disolvencias de la Prehistoria. Es la bella y luminosa visión épica de la mujer excelsa, nimbada de gloria, que a sangre y fuego, con excepcional coraje, defiende el honor de su pueblo amenazado por la invasión de hombres feroces venidos de lejanos y distantes mundos.

Su figura es un símbolo de la Venezuela vestal, primitiva, incontaminada, recia, digna. Y también ella simboliza lo mejor de la alianza con la raza hispánica: Judibana, la recia combatiente de la noche del asalto en Los Taque, es ahora el puente humano, la voz de la comprensión, de la paz, del progreso.

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