Intervención de Nilda Mascien el debate sobre "Feminismo y Liberación" organizado por la revista América Libre - 8 de marzo de 1997
I ) INTRODUCCION
Algunos de los aportes conceptuales de la llamada Teoría del Género son ineludibles para conocer la situación de explotación y las formas variadas de discriminación que afectan a la mujer, en esta fase del capitalismo transnacionalizado de fin de siglo.
La expresión político-económica del capitalismo actual, a través de los proyectos neo-conservadores o "liberales", tiene entre sus componentes ideológicos el "naturalizar" sus efectos. En lo relativo a la mujer, la "naturalización", justifica la opresión y el marginamiento o exclusión.
Las mujeres del movimiento popular debieran asumir una cabal conciencia de género para dotar de mayor efectividad la lucha que vienen desarrollando en las diversas organizaciones sociales, gremiales, políticas, académicas u otros ámbitos de participación.
La feminista Marcela Lagarde (art. de la revista lsis Internacional, 1992) afirma que el feminismo, no es sólo una cultura que en su globalidad es crítica de un sujeto social -la mujer- sino que también es crítica de la sociedad y la cultura dominantes, en las que el género es una primera forma -pero no la única- de representar relaciones de poder. Pero el feminismo es también: aprendizaje e investigación de nuevos vínculos, afectos, normas y lenguaje. Se plasma en una ética y se expresa en nuevas formas de comportamiento tanto de las mujeres como de los varones.
Desde una perspectiva histórica, las categorías de análisis que introduce la teoría de género son recientes. Los primeros estudios significativos sobre las causas de la subordinación de la mujer, fueron realizados por Engels a fines del siglo pasado. Este autor relaciona el deslizamiento de la mujer a un lugar de sometimiento, como resultado de la instauración de la familia monogámica y patriarcal y lo vincula con el inicio del gran antagonismo de clases, impuesto por el sistema esclavista, que destruyó la estructura de la comunidad primitiva basada en la propiedad colectiva de bienes materiales, tanto en la producción como en la apropiación.
En opinión de Engels, en el comunismo primitivo, la mujer trabajaba a la par del varón y gozaba de prestigio en el seno de la comunidad.
Aunque este punto de vista, pueda ponerse en duda, ya que históricamente el género femenino no parece haber estado nunca libre de alguna forma de sojuzgamiento y desvalorización, se puede coincidir con este investigador, en que el esclavismo y el patriarcado, arrojaron a la mujer a un lugar de opresión como antes nunca conociera.
El impacto de esta primera forma casi absoluta de sometimiento tuvo en la subjetividad de hombres y mujeres -y que se continuó a lo largo de la historia- ha logrado inscribir en el imaginario de la especie humana el prejuicio de la "inferioridad femenina, que aparece "naturalizada" por la sola pertenencia a un sexo biológico.
La desvalorización inherente a tal sexo, parece haber adquirido las características inmutables de un código genético, transmisible por herencia de mujer a mujer, o de madre a hija.
II ) GENERO Y CLASE
Aunque la mayoría de las teorías feministas, parten de la aceptación del análisis realizado por Engels, en torno a otros conceptos, hay un intenso debate teórico, ya que coexisten en el movimiento de mujeres, distintas corrientes del feminismo: conservadoras, radicalizadas, neomarxistas, ecologistas y marxistas, entre las principales.
Las dos grandes tendencias en esta diversidad, están determinadas por las corrientes que enfatizan la opresión de género por sobre cualquier otra variable (como la etnia, la clase, la nacionalidad, etc) y aquellas que jerarquizan la pertenencia a la clase social.
Las posiciones radicalizadas, conciben al género como la forma de opresión más primitiva y global, porque coloca a la mujer en el lugar de una esclava enajenada en "cuerpo y alma". Por tanto conciben a la mujer como constitutiva no de un sector o fracción social, sino como una clase, que tiene que darse su organización con el objetivo de luchar contra la estructura monogámica y patriarcal.
Las concepciones marxistas y neo-marxistas, consideran como determinante la inserción de clase (la pertenencia a la clase asalariada) y suelen ubicar a la mujer -dentro de las organizaciones que la clase se da- como una integrante más de la batalla contra el sistema capitalista en su totalidad. Aunque los partidos políticos o las organizaciones de izquierda, suelen incorporar a sus reivindicaciones, aquellas que son específicas del género, (femenino) sucede en general, que se diluyen en su seno: la posibilidad de un rol protagónico de la mujer (cargos de dirección, por ejemplo), formas organizativas propias del género, y se creen obstáculos -por la reproducción de esquemas patriarcales o paternalistas- para la invención de nuevas formas del quehacer político, desde la óptica singular de la mujer.
Por último se deriva que en esta sociedad, la mujer padece de por lo menos tres formas de la discriminación: la opresión de género por su sexo biológico; la explotación como fuerza de trabajo descalificada y la subestimación de su capacidad de protagonismo en todos los ámbitos donde participa, incluido el movimiento popular.
III )CONCIENCIA DE CLASE, CONCIENCIA DE GENERO
Desde una concepción marxista, las mujeres en el modo de producción capitalista, pertenecerían -sin considerar capas o sectores- a las tres clases que Marx definiera en El Capital. Serían propietarias de la renta del suelo o terratenientes; propietarias del capital o capitalistas, o simples dueñas de la fuerza de trabajo (manual o intelectual) es decir, asalariadas. De pertenecer a la clase de los terratenientes y capitalistas, constituirían las clases hegemónicas u opresores y si son asalariadas, la clase oprimida. Según Marx, lo que define la clase es la identidad de los ingresos y la fuente de los mismos. Pero lo que define a la nueva clase creada por el capitalismo -la asalariada no es sólo su conciencia de tal opresión, ni tampoco su capacidad de organizarse para luchar contra el sistema, sino la conciencia de su papel histórico de destructora de la propiedad privada, pero como transición hacia la construcción de una sociedad más justa sin explotadores ni explotados. Recién entonces, la clase trabajadora, pasaría de ser clase-en-sí a ser clase-para-sí, jugando un rol revolucionario en la historia y en la sociedad.
Si esta premisa es válida para la clase oprimida, también puede plantearse como hipótesis, que la mujer tiene que transformarse de género-en-sí, en género-para-sí, para jugar el papel protagónico de destructora de las relaciones patriarcales, sostenidas desde un código internalizado por siglos, en la subjetividad humana, y construir una sociedad sin opresión de género, basada en la ética de la reciprocidad.
IV ) FEMINISMO Y LIBERACION
El feminismo debiera aspirar a ser revolucionario, insurreccionando la conciencia de las mujeres y de los varones. No se trata por cierto de una construcción -en este aspecto de la subjetividad-teórica e individual, sino concreta, colectiva, genérica y clasista. Pero además no se puede elaborar desde el código de valores que homologa 1o humano con el Hombre, sino que tiene que tomar como referentes a las otras mujeres y a los sectores más sojuzgados por el capitalismo.
La cuestión a resolver es cómo crear nexos fructíferos entre las organizaciones femeninas superando el escollo de la rivalidad genérica estableciendo vínculos solitarios. Y, simultáneamente, articular con las organizaciones que se dan los demás sectores sometidos, en su batalla por destruir la opresión capitalista. El feminismo revolucionario tiene que ser un componente fundamental del movimiento popular de izquierda, en la Argentina, si queremos acortar distancias con la concreción de la utopía emancipatoria y de liberación, que anhelamos.
Nilda Masci docente de la Universidad de Salta
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