Un año después de que 'The New York Times' destapase
el caso Weinstein, la lucha continúa. Esta misma semana, miles de
mujeres se han manifestado para expresar su rechazo a la candidatura al
Tribunal Supremo de Brett Kavanaugh, acusado de abusos sexuales. En este
contexto, feministas de distintos ámbitos analizan los efectos del
movimiento #MeToo.
Por: Aurora Muñoz / Público.es
Miles de mujeres protestaron este jueves ante la
oficina del Senado de Estados Unidos, junto al Capitolio (Washington D.
C.), contra la candidatura al Tribunal Supremo de Brett Kavanaugh,
acusado de abusos sexuales. "We believe all survivors", rezaba una
enorme pancarta roja que desplegaron las manifestantes como respuesta a
las declaraciones del presidente Trump en las que cuestionaba el testimonio que Christine Blasey Ford realizó bajo juramento ante el Comité Judicial del Senado.
"Trump ha utilizado el machismo
exhibicionista del que hace alarde como una herramienta para reforzar su
identidad como hombre poderoso", interpreta Miguel Llorente, ex delegado del Gobierno para la violencia de género y profesor de medicina legal en la Universidad de Granada. "Cuando The Washington Post publicó una grabación
donde se mostraba a Trump refiriéndose a las mujeres en términos soeces
y machistas, por un momento, la campaña electoral pareció tambalearse,
pero no sufrió las consecuencias y alcanzó la presidencia. Esto
demuestra que este tipo de comportamientos, además de no estar
suficientemente penalizados, cuentan con el respaldo de una importante
masa machista, que se sienten en sintonía", explica.
Llorente, sin embargo, encuentra razones para ser
optimistas. "El machismo no va a renunciar a sus privilegios de la noche
a la mañana y se sirve de la violencia para demostrarlo; pero ahí fuera
el cambio está en marcha", asegura. "El mes pasado vimos como el Supremo aplicaba por primera vez el agravante de género para
elevar de cinco a seis años y medio de prisión la condena impuesta al
autor de un apuñalamiento con dominación. Esta sentencia, que sienta
jurisprudencia, es un buen ejemplo de que los reclamos del movimiento
#MeToo [#YoTambién] se están consolidando", añade el exdelegado del
Gobierno para la violencia de género.
Un año desde el estallido morado
Esta nueva marea de indignación popular llega justo en la víspera del primer aniversario de la publicación del reportaje de The New York Times
—premiado con el Putlizer— que destapó el caso Weinstein. Desde
entonces, las denuncias se han sucedido. "Hay muchos Weinsteins, con
distintos rostros, con más o menos poder. Hay Weinsteins en el mundo del
cine; pero también encontramos depredadores similares en jefes de
empresas, profesores, sacerdotes, políticos o militares. Weinstein no es
más que un síntoma, un ejemplo más de una sociedad desigual y machista,
en la que muchos hombres consideran que pueden disponer del cuerpo de
las mujeres cuando les plazca", expone Carolina Meloni, profesora de ética y ciencia política en la Universidad Europea y autora de Las fronteras del feminismo.
Beatriz Gimeno, responsable del área de
Igualdad de Podemos en la Comunidad de Madrid, comparte este punto de
vista. "Estos casos han puesto de manifiesto la impunidad con la que los
hombres poderosos han actuado. Poco que importa que fueran
progresistas, conservadores, de izquierdas o derechas. Lo que el caso
Weinstein visibilizó fue la existencia de un sistema, del sistema
patriarcal y de sus consecuencias sobre las vidas de todas las mujeres",
concluye.
Pero, ¿por qué fue este caso el que logró que
víctimas de todo el mundo comenzasen a romper su silencio? "El impacto
mediático del caso Weinstein se debe, entre otras razones, a que se
produjo en un contexto en el que el papel de la mujer ya está
especialmente cosificado e implicaba a un hombre con mucho poder, que se
creía impune. En cambio, cayó. No solo él, también su compañía se ha declarado en quiebra, y ese desenlace ha servido para demostrar a muchas víctimas que hay que pasar a la acción", argumenta Miguel Llorente.
Natalia Flores, activista y codirectora de Está Pasando,
destaca la dimensión política del movimiento. "Con el caso Weinstein,
hemos podido ver de forma muy clara como lo personal es político. Esta
denuncia desató un movimiento sin precedentes que impuso resistencia a
la misoginia en Hollywood y también a la del gobierno de Trump. Nos nos
olvidemos que la primera marcha en contra de Trump no fue de la
oposición, fue de las mujeres", rememora.
La destrucción de la espiral del silencio
La gran proeza del movimiento #MeToo ha sido
convertirse en un símbolo de deslealtad con respecto a los mandatos de
género en materia de libertad sexual. "La primera deslealtad, al
silencio. El movimiento ha rescatado de la privacidad el daño causado
por depredadores sexuales cuyo poder les ha servido de impunidad",
introduce Soledad Murillo, secretaria de Estado de Igualdad. "A
eso se suma una segunda deslealtad ante la culpa que sienten las
mujeres, a las que siempre se les imputa una falsa responsabilidad: ¿Le
pude provocar,? ¿Por qué no pedí auxilio?... Esas preguntas deben
despejarse. La culpa es de aquellos que comparten la creencia de que
el poder puede permitirse exigir sumisión sexual sin contemplaciones",
sentencia.
Carmen G. de la Cueva, escritora y directora de la comunidad La Tribu,
insiste en la importancia de transgredir una ley del silencio impuesta
históricamente. "Gracias a que muchas mujeres han utilizado un hashtag
para hablar de su propia historia de violencia, la historia se ha vuelto
colectiva. Ya no estamos solas", cuenta orgullosa. "Todos esos
caracteres, todas esas conversaciones entre amigas de madrugada, todas
esas horas de dolor y vergüenza en los baños públicos se han
materializado en un movimiento que nos da fuerza. Muchas mujeres
conocidas y famosas aprovechan ahora su voz pública para defender los
derechos de las mujeres. Muchas mujeres anónimas se sienten fuertes
porque su relato forma parte de la historia colectiva de las mujeres",
resume.
El movimiento MeToo ha tejido también una red de
seguridad. "Ha servido para evitar muchas caídas al vacío del miedo, la
incomprensión o estigmatización de las víctimas y la impunidad de los
victimarios", admite Leire Díez, delegada en España de la Fundación Internacional de Derechos Humanos.
El rearme del feminismo
Hasta este 2018, había una frase maldita que
recorría la calle como uno de esos bulos absurdos e irrefrenables: "Yo
no soy feminista ni machista, creo en la igualdad". La expresión
permanece, pero cada vez son menos los que creen que el término
feminismo es lo opuesto al machismo o, lo que es peor, un estigma.
"El #Metoo ha sabido conceptualizar y centrar la lucha en los mecanismos
que más dolor provocan a las mujeres. Eso ha facilitado que personas
que nunca se hubieran definido como feministas saliesen a la calle a manifestarse el 8 de Marzo", expone María Rosa Cobo, directora del Centro de Estudios de Género y Feministas de la Universidad de A Coruña.
La denuncia ha adquirido dimensión política y se ha
convertido en un grito colectivo. Este año hemos visto cómo las mujeres
saudíes colgaban sus velos en farolas, las argentinas sacaron pañuelos verdes
para defender el derecho al aborto y en la India, las mujeres salieron a
la calle para demandar el fin de las agresiones sexuales. "No hay un
solo país que no esté viviendo cambios. Estamos asistiendo a la cuarta
ola feminista, que se caracteriza por su dimensión global", afirma Cobo.
Su difusión imparable debe mucho también a la era de las redes sociales. La etiqueta de Twitter #MeToo, lanzada por la actriz Alyssa Milano,
fue compartida más de 39.000 veces en menos de 24 horas. "El feminismo
lleva siglos trabajando por la igualdad, pero ahora tenemos redes
sociales que nos permiten organizarnos y adquirir visibilidad pública.
Con esa herramienta, la circulación de las ideas es imparable", señala Asunción Bernárdez Rodal, directora del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid.
Tasia Aránguez, profesora de Filosofía del
Derecho de la Universidad de Granada y especialista en feminismo
jurídico, considera que esta forma de compartir experiencias ha servido
para construir una auténtica 'Wikipedia feminista'. "Mientras los
institutos y universidades ignoraban la teoría y la historia feminista,
las mujeres han construido una auténtica Academia virtual en la que se
comparten experiencias vitales y se descubre que lo personal es
político, es decir, que lo que nos pasa a nosotras adquiere sentido
estudiando las estructuras del patriarcado", desarrolla.
Sororidad transfronteriza
Montserrat Boix, fundadora de Mujeres en Red,
sitúa como referencia de inicio la manifestación masiva en España al
Tren de la Libertad, en defensa de los derechos sexuales y
reproductivos, que culminó en una concentración el 1 de febrero de 2014 y
la posterior dimisión del entonces ministro de Justicia, Alberto Ruíz Gallardón.
"Miles de personas en la calle mostraron una nueva masa crítica
gritando “Basta ya”. Un nuevo tiempo ha llegado", recuerda Boix.
Sin embargo, Ciudad Juárez (México) ha sido
lamentablemente el laboratorio experimental más visible de la denuncia
contra la violencia machista en pleno siglo XXI. De hecho, el origen de
la consigna “Ni una menos” se sitúa precisamente en allí. "Susana Chávez escribió en 1995 un poema con la frase 'Ni una muerta más' para protestar por los feminicidios y en 2011, fue asesinada. Vanina Escales,
comunicadora y activista, propuso ese verso para iniciar una maratón de
lectura en 2015 y el nombre se mantuvo como lema de movilizaciones
masivas", contextualiza la fundadora de Mujeres en Red.
Esta expresión de sororidad transfronteriza
evidencia que la discriminación es estructural. "Habrá muchos #Metoo",
anuncia convencida Nerea Pérez, periodista y autora del espectáculo Feminismo para torpes.
"De hecho, es probable que la violencia obstétrica se convierta en la
nueva denuncia masiva", apuesta y, para muestra, deja un botón: "Hace
poco entrevisté a dos arquitectas, Marta Parra y Angela Müller, que acaban de ganar un premio internacional por la aplicación del Diseño Basado en la Evidencia (EBD)
en los espacios de parto. Su trabajo consiste en adaptar el espacio
para que resulte más cómodo a la mujer durante el parto, algo que podría
parecer increíble que no fue ya así, pero ese es el mundo en el que
vivimos: un lugar donde ni siquiera se adaptan a nosotras los entornos
donde vivimos experiencias que son nuestras, exclusivamente", aclara.
En busca de aliados feministas
Pérez pone todas sus esperanzas en la generación
millennial: "Hay muchos jóvenes verdaderamente comprometidos, que
reflexionan y se dan cuenta de que lo que reciben en sus grupos de
Whatsapp no son chistes sin importancia sino memes asquerosos",
defiende. "El problema es que tienen frente a ellos a la masa
reaccionaria que les cuelgan la etiqueta, acuñada en ForoCoches, de planchabragas",
explica. "Son los mismos que siguen enturbiando la prueba inapelable de
que existe una estructura de acoso y violencia contra las mujeres con
un ejercicio incansable de exageración y falacias para tratar de
disfrazarla de caza de brujas. Es descorazonador que algunos medios
sigan otorgándoles una enorme visibilidad", denuncia la periodista.
Tasia Aránguez, especialista en feminismo jurídico,
se suma a la queja. "Lo cierto es que hoy el mundo pertenece a los
hombres que integran una manada, una gran fratría —en palabras de Amelia Valcárcel—
en la que se protegen, se admiran y se favorecen entre ellos,
monopolizando el poder material y simbólico", valora. "Muchos consideran
que solo te corresponde una porción si pagas un peaje sexual, si les
admiras, les amas y sirves", comenta asqueada.
"Aún estamos en el primer paso: la denuncia. Para
dar el siguiente es imprescindible que una gran cantidad de hombres
tomen conciencia, dejen de tapar estos delitos de desprecio hacia las
mujeres y los denuncien", propone Elena Simón, experta en feminismo y coeducación.
Leire Díez apuesta porque, en un futuro cercano,
los 'Weinsteins' ya no tendrán donde esconderse. "Ya no vamos a esperar
que haya que caigan por una excelente investigación periodística,
caerán porque no tendrán espacios de confort de abusos y
discriminaciones. Lo estamos viendo a diario: las mujeres no aceptamos
otra cosa que no sea la igualdad", apostilla.
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