AmecoPress/SEMlac.- A pocas horas del deceso inesperado de Néstor Kirchner, las expresiones de consternación colmaron a la sociedad mientras que las voces de misoginia hacia la presidenta Cristina Fernández no se hicieron esperar.
¿Podrá ella presidir un país sin las órdenes de Néstor, su marido? Fue la incógnita instalada en un sector de la sociedad y reforzada por muchos medios de comunicación.
El diario La Nación, a horas de conocerse la muerte del ex gobernante, decía desde una columna de opinión: "Sin Kirchner, Cristina puede asumir el poder". En el artículo se manifestaba que "hasta el último momento él se encargó de hacer evidente que era quien ejercía realmente el poder y no su esposa, la presidenta Cristina Kirchner. Ella nunca lo rechazó, nunca buscó generar un espacio propio de poder ni en lo simbólico".
"Ella -sigue el texto de La Nación- ocupa ahora el centro de la escena y tiene la oportunidad de ejercer el poder por sí misma, un año antes de las elecciones y a 13 meses de que termine su mandato".
Mientras que Clarín señalaba: "Lo que fue hasta hace pocos días un poder bicéfalo dejará de serlo. Y Cristina tendrá la obligación y la necesidad de asumir dos papeles simultáneos, que no vino cumpliendo en estos años. Sí cumplió la de gestora y ejecutora administrativa del Gobierno, pero no cumplía -porque esa función la cumplía Néstor Kirchner- la de ingeniera de ese poder imprescindible que debe apuntalar las decisiones de un gobierno. La pregunta que se instala, inevitablemente, es si Cristina estará en condiciones de hacer todo lo que su marido hacía".
Estas muestras de menosprecio y discriminación a la presidenta Cristina Fernández quizás encierren un ánimo desestabilizador, orquestado por sectores no afectos a este gobierno y que intentan desmerecer, en líneas generales, la gestión presidencial y, en el plano particular, a la mujer presidenta. O quizás, sea a la inversa.
Estos ánimos interesados intentan desconocer que Fernández llegó al poder por el voto popular, que experiencia política no le falta, que se trata de una persona con la ventaja de conocer los movimientos del poder por haber estado siempre en las esferas del poder. Cristina Fernández es la presidenta, es un hecho indiscutible, y lo será hasta 2011.
Cristina no fue la marioneta de su marido Néstor Kirchner, sino que la pareja conformó un tandem que se propuso levantar un país en crisis política, económica e institucional, como había quedado Argentina después del cimbronazo del 2001, y que con aciertos y desaciertos llevaron adelante la tarea. Y la presidenta seguirá trabajando en este sentido.
Sucede que, como dicen algunas feministas, cuando una mujer llega al poder no tiene la completa investidura, y a cada instante deberá legitimarse en el cargo, sea con sus palabras, acciones o vestimenta. Si es dócil, deberá ser transgresora, y cuando es osada, tendrá que neutralizarse con algo de obediencia. La mujer en el poder a muchos les despierta escozor, pues se supone que este es un campo exclusivo del varón.
Los medios y la sociedad se preguntan qué pasará con Cristina sin Néstor, pero también sería certero preguntarse qué hubiese pasado con Néstor sin Cristina. Acaso, alguien se animará a negar que cuando Néstor Kirchner llegó a la Presidencia, en 2003, su imagen se veía opacada por la fortaleza omnipresente de Cristina Fernández, su mujer.
Sin la completa investidura se convierte en misoginia en los medios que antes de la muerte de Néstor Kirchner mostraban a una presidenta de demasiado carácter y hoy intentan trasladar a la sociedad la imagen de una marioneta de su marido.
Sin la completa investidura, así gobiernan las mujeres: siempre deberán rendir, mostrar, explicar más de lo establecido (para el varón), sin la completa investidura, que termina en la condenable misoginia.
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