La académica Sonia Montecinos analizó el debate en torno al aborto que se ha producido en la campaña presidencial, sosteniendo que se ha abordado desde una perspectiva cultural como el único espacio en el que pueden mostrarse diferencias.
Explicó que “el tema se debate como asunto cultural, en la medida que hay un acuerdo tácito entre las distintas tendencia políticas de no cambiar las estructuras económicas. Entonces, donde puede haber diferencia es precisamente en temas que tienen que ver con los derechos del cuerpo. De ahí que se toma como una bandera para colocar una cara progresista y moderna a los candidatos”.
Profundizando en la idea, añadió que “más que un proyecto de sociedad, la diferencia entre los candidatos radica en estos matices culturales. El aborto se iconiza o transforma en emblema discursivo, pero el debate se clausura en el aborto terapéutico, sin dejar espacio para otras materias de género”.
Explicó que “el tema se debate como asunto cultural, en la medida que hay un acuerdo tácito entre las distintas tendencia políticas de no cambiar las estructuras económicas. Entonces, donde puede haber diferencia es precisamente en temas que tienen que ver con los derechos del cuerpo. De ahí que se toma como una bandera para colocar una cara progresista y moderna a los candidatos”.
Profundizando en la idea, añadió que “más que un proyecto de sociedad, la diferencia entre los candidatos radica en estos matices culturales. El aborto se iconiza o transforma en emblema discursivo, pero el debate se clausura en el aborto terapéutico, sin dejar espacio para otras materias de género”.
La académica se refirió al doble estándar propio de la identidad chilena, en que convive “un discurso conservador con una práctica en la que pasa de todo”, y añade que “se ha construido un imaginario de país tranquilo, conservador, con cambios muy pequeños”.
La antropóloga considera que este imaginario indica que “la aparente modernidad contiene gran cantidad de ideologías de género que mantienen a las mujeres en posición rezagada y clausura el debate sobre sus derechos”.
Dicho de otro modo, Socia Montecinos explica que “nos vemos modernos, exitosos, pero cuando entramos en esta arena funciona el poder arcaico del orden, un fantasma que nos lleva a mirar estas cosas como desorden; de modo que se hace necesario desmontar esto y plantear políticas más sanas”.
Manteniendo su idea de imaginario de orden, explica “cuando aparece Bachelet se temía el desorden, pero el corral se mantuvo ordenado, demostrando que las mujeres pueden gobernar. Cuatro años después uno observa los comandos y se pregunta dónde están las mujeres”.
Como salida a esta impenetrable resistencia a ceder espacios para las mujeres, la académica asegura que “si no hay un discurso de género no se puede provocar un cambio cultural. Después de 4 años, se confirma que no basta con que las mujeres tengan poder político si no hay una propuesta de transformación de las relaciones sociales de género”.
Al explicar las contradicciones entre la irrupción de mujeres en el Gobierno y el confinamiento de éstas al espacio privado, Montecinos alude a los femicidio, como muestra de una forma violenta de conciliar la ideología dominante de género y la aparición de mujeres en el poder. “El mensaje que dan esos hombres está en las razones que aducen para explicar sus crímenes: celos, amor, es decir, esta propiedad mía se me desbanda y entonces la elimino”.
A renglón seguido vincula la violencia doméstica con el desenlace de la experiencia de un Gobierno paritario encabezado por una mujer: “hay una negación e imposibilidad de aceptar que las mujeres han llegado al poder y entonces la golpeo en la casa. Y por qué no hay mujeres en los comando presidenciales, porque así se produce una muerte simbólica. Estas cofradías de hombres invisibilizan y excluyen a las mujeres como manera de conciliar su ideología y la irrupción de mujeres en el ámbito del poder”.
Desde esa perspectiva, la académica indica que “hace falta elaborar socialmente esta contradicción para poder superarla”
Acerca del aporte de la Presidenta Bachelet a este proceso, Montecinos dice que ella “muestra un modo de ejercer el poder, un modo “otro” de ejercer el poder”.
Agrega que otro de sus méritos es “su trabajo exterior con su simbólica de madre soltera, doctora, hija de militar, exiliada, torturada. Es decir, ella contiene una densidad simbólica en su propio ser. Y lo que ha hecho es producir una empatía entre su simbólica con los chilenos”.
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