Se estima que más de 500 mujeres y niñas se encuentran desaparecidas en Argentina. En Santa Fe, ya suman más de 20. En el mundo, 4 millones de personas son víctimas del segundo negocio más rentable de la economía capitalista, que mueve alrededor de 32 mil millones de dólares anuales: el tráfico de personas. Un 80% de esa ganancia es generada por la trata, delito que viola sistemáticamente los derechos humanos y afecta en un 90% a mujeres y niñas, jóvenes y pobres.
La trata de personas con fines de explotación sexual es un delito que viola los derechos humanos, aunque los Estados y las legislaciones vigentes no lo consideren como tal. Afecta en un 90% a mujeres y niñas, jóvenes y pobres y se sostiene fundamentalmente, en las redes de complicidad que lucran con la explotación sexual. Hoy, la trata es considerada uno de los negocios más rentables –junto al tráfico de drogas y armas-más importante de la economía capitalista mundial.
La trata de personas con fines de explotación sexual es un delito que viola los derechos humanos, aunque los Estados y las legislaciones vigentes no lo consideren como tal. Afecta en un 90% a mujeres y niñas, jóvenes y pobres y se sostiene fundamentalmente, en las redes de complicidad que lucran con la explotación sexual. Hoy, la trata es considerada uno de los negocios más rentables –junto al tráfico de drogas y armas-más importante de la economía capitalista mundial.
Según lo establece el Protocolo de Palermo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional – ratificado por Argentina - por "trata de personas" se entenderá la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos”.
Sin embargo, este Protocolo establece una diferenciación peligrosa y perversa: la distinción de la trata de mayores y menores de 18 años, incorporando a las mayores la necesidad de demostrar que son víctimas y no hubo “consentimiento”. Precisamente esto se reafirma en la reciente Ley antitrata sancionada en Argentina, en abril de 2008 bajo Nº 26.364, la cual ha recibido numerosas críticas de organizaciones sociales y el movimiento feminista en su totalidad, a pesar del avance que representa la posibilidad de tipificar este delito.
La Red No a la Trata afirma que “cualquier definición de trata debe decir claramente que el delito se configura aunque la víctima haya prestado su consentimiento, cualquiera sea su edad. Proxenetas y explotadores son delincuentes por sus acciones y no por hechos o condiciones de la víctima”.
Del mismo modo se expresa la Campaña “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”. “La explotación de la prostitución ajena, que constituye alrededor del 90% de los casos, así como las demás situaciones que abarca la trata, deben ser siempre considerados delito, sin que importe el consentimiento de las víctimas. Esta ley vulnera Convenciones Internacionales de Derechos Humanos, suscriptas y ratificadas por nuestro país, como, entre otras, El Convenio contra la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena (1949), que establece que no debe tenerse en cuenta el consentimiento de las víctimas”.
En diálogo con enREDando, Susana Chiarotti, integrante del Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (INSGENAR) considera que esta ley “nos ata de manos para perseguir a los proxenetas. Pone un artículo que dice que si la mujer consintió con ser trasladada o estar en ese prostíbulo y es mayor de edad, no hay delito. Cuando negociaron el protocolo de Palermo había un lobby muy fuerte de países como Holanda y Taylandia que quería que salga así el Protocolo, porque, por ejemplo, en Holanda un tercio del producto bruto interno se sostiene en la prostitución y lo están nutriendo más que nada mujeres pobres de Europa del Este, de África y Ámerica Latina. Es mucha plata la que deja y en realidad, lo que se pretende es ver que se persigue pero a la hora de juzgar a un traficante, esa persona aparece como un empresario del sexo. En Tailandia hay barrios enteros donde se ejerce la prostitución, sobretodo la prostitución infantil. Hay hombres que van nada más a buscar chiquillos y chiquillas a Tailandia. De Camboya han sido vendidos por 100 dólares. Acá en Argentina, la legislación se adecuo a este Protocolo, y es una batalla perdida”.
¿De qué hablamos cuando hablamos de red?
Hablar de una red de trata implica entenderla desde un funcionamiento que articula innumerables conexiones clandestinas locales e internacionales, y las cuales incluye, necesariamente a las fuerzas de seguridad del Estado y en muchas ocasiones, al poder judicial. “Se hacen varias rutas de trata, rutas donde determinados delincuentes se conectan entre sí. Es un crimen internacional que está sancionado en tratados internacionales. Acá en Argentina es también un delito. Las redes son las conexiones clandestinas que generan estas personas que están detrás del negocio y que genera ganancias que son muy importantes. Es un negocio, incluso, menos riesgoso que el tráfico de drogas. Cuando las personas son traficadas, al momento de traspasar una frontera ya empieza a rendir dividendos para el traficante y tiene un porcentaje de rendimiento de 5 a 6 años”, apunta y explica con claridad Susana Chiarotti, consultada por enREDando.
“Según un informe realizado por la “Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas” durante el año 2007, más de cinco millones de mujeres y niñas son víctimas de trata de personas en América Latina y el Caribe. Nuestro país es un país de origen, tránsito y destino de hombres, mujeres y niños víctimas de la trata de personas con fines de explotación sexual comercial y trabajo forzado. La mayor parte de los casos de trata se desarrollan dentro del país, desde las zonas rurales a las urbanas, con fines de prostitución.” (Fuente: Artemisa. Informe de Fernanda Gil Lozano).
En Argentina, la trata de personas es un delito que aumentó considerablemente en los años 90, como producto del modelo neoliberal aplicado, el empobrecimiento económico de familias enteras y la creciente desigualdad social. “Acá lo triste es que antes no era un país de trata interna muy desarrollada. También eran aislados los casos de mujeres traficadas al exterior. El empobrecimiento brutal de los 90 hizo que tuvieran más vulnerabilidad algunos sectores y fueran más pasibles de ser atraídos por ofertas glamorosas de trabajar en bares o espectáculos y entonces muchas chicas podían ser atraidas por esas falsas propuestas debida a las escasas opciones que tenían en otros lugares. En los año 90 se multiplicó la trata de mujeres, desaparecieron más de 400 y además de aquellas que caen incautas por falsas convocatorias, también está el tema de raptos y secuestros como el caso de Marita Verón”, explica Chiarotti.
Al hacer foco en la provincia de Santa Fe, la paradoja se hace evidente, así como también, el vínculo de una misma ruta: la trata y la soja. “Esta no es una de las provincias más pobres del país. Sin embargo, la mayor cantidad de proxenetas salen de esta provincia. A la vez, hay algunos lugares cruciales como cruces de rutas, ciudades como Venado Tuerto, lugares de mucho tránsito de carga y camiones, donde hay mucha explotación de la prostitución y hay mucha captación de gente para la trata y gente traficada”, expresa Susana.
Al consultarle acerca de los motivos por los cuales Santa Fe se ha transformado en una provincia de captación y destino de la trata, apunta: “acá no enfocamos bien el problema. Si seguimos enfocándonos en las chicas traficadas, al margen de que las chicas necesitan atención, búsqueda de paradero y sostenimiento y todo tipo de servicios, yo creo que hay que ver quiénes consumen la trata y quiénes están detrás de la trata. Entonces, está el consumidor de la trata que consume servicios sexuales, que puede ser un buen padre de familia, que viaja en un camión y no le interesa cuando se acuesta con una chica de 16 años, preguntarle por qué esta ahí. Esa persona es el que dá origen al negocio. Nadie toma la otra cara de la trata. Si no hay demanda no hay trata y el negocio se cae.”
Aquí aparece la figura del prostituyente, ausente hoy por hoy, de cualquier debate actual sobre la trata de personas con fines de explotación sexual. “Sin cliente no hay trata”, afirman las campañas dedicadas a visibilizar este delito que crece anualmente en todo el mundo. “La prostitución y, más aún la trata, es violencia contra las mujeres; una violencia que se asienta sobre un pacto masculino, sobre un pacto patriarcal entre clientes y proxenetas de muy diverso tipo que, si bien no es un pacto explícito, es un pacto con claros códigos, que existe y está absolutamente naturalizado. Es verdad que son los proxenetas y los tratantes los que montan y se benefician con este negocio, pero también es cierto que nadie ofrece y comercia aquello que no tiene demanda”, expresan desde la Campaña “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”.
Al respecto, Susana Chiarotti traza un vínculo con el modelo sojero imperante en la provincia. “Acá los chacareros, que ganan mucho con la soja, vienen acá a divertirse sin preguntar y sin que les importe si la chica de paraguay de 15 años con la que están acostándose fue traída con una promesa de venir a bailar a un lugar, terminó con el documento requisado por los proxenetas. El hombre utiliza otro cuerpo humano sin importar. De eso no se habla. Se naturaliza el cuerpo de la mujer.”
De lo otro que no se habla, sostiene Chiarotti, es de quienes lucran con la explotación sexual de mujeres y niñas: los proxenetas. “No podrían prosperar en ningún país si no hubiera complicidad o inacción de parte de la policía u otras fuerzas de seguridad, federal, prefectura. No puede ir adelante este negocio sin que las fuerzas de seguridad no tengan algún tipo de permiso, pase o salvoconducto para los proxenetas”.
¿Y en Rosario? Complicidades.
“Acá en Rosario, no solo que todos saben donde queda los 100 mil privados en la ciudad donde hay un hombre que le cobra a cada chica sino que además, la policía hace guardia para custodiar los locales. Esto quedó evidente con el asesinato de un policía dentro de un prostíbulo”, explica Chiarotti.
En el año 2001 se realizaron una serie de investigaciones periodísticas sobre el funcionamiento de prostíbulos en Rosario, que llegaron a la justicia provincial, a cargo del periodista Carlos Del Frade y publicadas en Postales del Sur. En la investigación se describen aspectos operativos de acuerdos entre proxenetas, madamas, la policía, "la Santafesina S.A.” e incluso el poder político, para encubrir la explotación de un treintena de chicas paraguayas, algunas menores de edad, para trabajar en prostíbulos. Este material permitió conocer no solo los procesos sino otros aspectos del delito, como las complicidades e impunidades que tienen quienes administran prostíbulos, impunidades garantizadas por la policía y el poder político, e incluso difunden un lenguaje particular que perpetúa estos modos. (Fuente: enREDando 13/07/07)
“Hay gente que sabe cuál es la cantidad de plata que paga cada prostíbulo. Y esa plata no va para la gente recaudadora que lo cobra. Cada seccional de comisaría tiene un cuantum y la plata luego le sobra y llega hasta arriba, y ¿dónde va eso? ¿Quiénes lo toman?. Es un negocio que beneficia a mucha gente. Incluso a gente vinculada al poder judicial que está a su vez, vinculada a gente que tiene los negocios de boliches nocturnos. Entonces, acá hay mucha hipocresía y poco interés en dañar este negocio”, explica Susana Chiarotti.
Esta hipocresía es la que revictimiza a las mujeres y niega la complicidad en este negocio de los hombres, los clientes. “¿Hasta cuándo tendremos que soportar la numerosa y naturalizada cantidad de clientes que pagan, que son cómplices, que pasan sus horas “divirtiéndose” con mujeres secuestradas, torturadas y drogadas por la fuerza? ¿Alguna vez pensaste que los clientes pueden ser, son nuestros padres, hermanos, hijos, novios, maridos, amantes, amigos, compañeros?”, dicen en su sitio web organizaciones que se suman a la Campaña contra la Trata.
Chiarotti opina de la misma manera y se pregunta. “¿Quiénes controlan al cliente? El registro para las mujeres en prostitución es estigmatizante. Pero a los clientes, nadie los controla”.
Prostitución, trata y derechos humanos
Argentina es considerada un país abolicionista de la prostitución a partir de la ratificación en 1957 del Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena. ¿Esto qué significa?. “Existen tres sistemas: el prohibicionista como el de Estados Unidos, donde cliente y prostituta van presos. El sistema abolicionista pide la abolición de la prostitución, no persigue a nadie, pero penaliza al proxeneta, al que lucha con la prostitución ajena. Y el sistema reglamentarista es absolutamente funcional al sistema capitalista, donde todo se compra y todo se vende. Las personas deben registrarse y tener su libreta sanitaria, los lugares son legales y deben pagar impuestos.”, explica Susana.
En los hechos, las mujeres en situación de prostitución que se encuentran en la calle son perseguidas constantemente por policías que las “coimean”, valiéndose (como sucede en Santa Fe) de los códigos contravencionales. “Las prostitutas independientes que se rebelan contra el sistema no les conviene al negocio y al buen vecino les molesta el cuerpo prostituido delante de la casa. Es mejor que esté escondido así como también, los fondos que se recaudan”.
Al consultar sobre las formas de abordar este tema por las organizaciones, desde el Insgenar sostienen que el eje debe estar puesto en el prostituyente, en la gente que consume a seres humanos. “Un ser humano nunca puede ser usado como un objeto, como un medio para satisfacer un fin. Eso no significa que uno sea moralista. Tener que dar tu cuerpo para tener que comer hace daño al que lo hace porque degrada su humanidad, al que paga y al que cobra. ¿Por qué esto creció tanto en los 90? ¿Es casual que en 15 años abras el diario y encuentres 10 mil avisos de gente que se vende? ¿Esto no tiene nada que ver con el sistema económico?. La trata es una violación a los derechos humanos. Es avasallar todas las libertades de una persona."
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