Victoria Sandino es quien ha
liderado la subcomisión de género por parte de las FARC. Le contó a
Semana.com el largo y accidentado camino para que los acuerdos llegaran a
tener un enfoque igualitario para las mujeres.
Si no fuera comandante guerrillera, Victoria
Sandino sería periodista. Antes de tomar las armas, Sandino se graduó
como reportera y alcanzó en una ocasión incluso a entrevistar a Humberto
de la Calle, en rueda de prensa, cuando este era candidato a
vicepresidente. Cursó además un posgrado en educación audiovisual. Muy
joven tuvo que salir de Córdoba, departamento en el que nació, porque el
exterminio de la Unión Patriótica estaba al rojo vivo. La violencia
política la empujó a incorporarse a las filas de la guerrilla rural.
“Entré por decisión política” dice. De eso hace más de 20 años.
Victoria
adquirió mando desde 1999, y llegó al Cañón de Las Hermosas en 2003. Es
parte de la dirección del Bloque Central y estuvo en la guardia de
Alfonso Cano por nueve años, y por su formación universitaria estuvo
activamente en la creación del Movimiento Bolivariano, como partido
clandestino de las FARC.
Hace
cuatro años la tomó por sorpresa el llamado que le hicieron para hacer
parte de la delegación negociadora de las FARC en La Habana. Obedeció
con el corazón arrugado, pues sentía que en el territorio en el que
estaba había mucho por hacer, luego de la muerte de Cano. Sin embargo,
viajó y se convirtió en la única mujer de esta guerrilla que es
plenipotenciaria en la Mesa. Del lado del Gobierno hay dos: María
Paulina Riveros, y la canciller María Ángela Holguín.
Cuba
ha significado para Sandino, tanto como para las mujeres que hacen
parte de la delegación (el 40 % de ella) un encuentro con un mundo
nuevo: el feminismo, y los temas de género,
aunque estos no les eran totalmente ajenos. Ya dentro de las propias
FARC habían dado sus “peleas” por las mujeres. “Desde Marquetalia hubo
mujeres en la guerrilla que entraban y salían porque eran las esposas de
los combatientes. En la Cuarta Conferencia, se dice que las
guerrilleras se quedan en las filas con los mismos derechos que los
hombres. Pero eso tarda en asimilarse. Es en la Octava Conferencia, en
1993, que esto se reglamenta y se menciona que la mujer tiene los mismos
deberes y derechos que los hombres” dice.
Esto
en la práctica quiere decir que las mujeres dentro de la guerrilla
podían llegar a cargos de dirección. Sin embargo, esto no resultó tan
fácil por la carga cultural machista. “Si una guerrillera se enamoraba,
ella dejaba de pensar en su desarrollo político para irse con el hombre.
Porque es la formación de los campesinos y campesinas. La gente
entiende que la mujer depende del hombre. Esa fue la excusa que
tuvieron muchas direcciones para no promocionar la mujer”.
Reconoce
que a muchas guerrilleras les ha tocado ser muy fuertes para ganarse el
“respetico”. “Las campesinas en general son muy fuertes. Se equiparan
con los hombres en la fuerza. Pero las guerrilleras somos vanidosas. Yo
quiero ser vanidosa así tenga 87 años” dice. Y cumple. Sandino se ha
hecho reconocer por un estilo propio. Usa vestidos de corte étnico y
turbantes de colores que le imprimen un sello único en la delegación.
Tanto para Victoria como para el resto de mujeres de las FARC que están en La Habana,
en la guerrilla hay relativa igualdad porque todos tienen que ir al
combate de la misma manera. Aun así “las mujeres no se han preparado
para el poder. Los hombres mandan de manera natural, pero en cambio
para las mujeres no… en ese proceso estábamos antes de llegar acá”.
Choque inicial
Sin
embargo el aterrizaje en Cuba fue más duro de lo que esperaba. “Lo que
más nos confrontó fue la manera como nos trataron los medios. Como si no
fuéramos sujetos políticos”. Con la sensibilidad herida empezaron a
hacer un debate colectivo sobre su papel en la paz. De hecho, había
decenas de cuestionamientos a la baja representación de las mujeres en
la Mesa, pues por parte de las FARC, Victoria es la única
plenipotenciaria, y por parte del gobierno solo hay dos: María Paulina
Riveros y la canciller María Ángela Holguín.
También
sentían que había un divorcio entre lo que se hablaba en La Habana y lo
que las mujeres estaban planteando en Colombia. Fue entonces cuando se
hicieron las primeras audiencias con el movimiento de mujeres, también
con las víctimas, y la Mesa entendió que había que crear una subcomisión
que hiciera unas recomendaciones en materia de género. “En ella se
empezaron a tender los puentes con el movimiento de mujeres” dice.
La
idea de la subcomisión era que el enfoque de la igualdad en la
diferencia atravesara de manera transversal todo lo pactado. Como la
subcomisión se creó apenas hace dos años, hubo que revisar los acuerdos
ya redactados, y empezar a incorporar este nuevo enfoque en los que
venían hacia adelante. No resultó fácil. En realidad, durante un año se
avanzó poco, en los últimos nueve meses se logró el grueso del acuerdo.
“No se trataba solo del lenguaje, de poner los y las en todos los
documentos, sino de una verdadera paridad. La mujer debe ser impactada
por los acuerdos”.
En algunos aspectos,
el enfoque de género puede llegar a ser revolucionario. Por ejemplo, en
materia de tierras, se establece que las mujeres, independiente del
estado civil tendrá igualdad para la titulación de las tierras. La
realidad es que hoy en Colombia, por uso y costumbre, el titular de las
tierras sigue siendo el hombre. También se hace énfasis en procesos de
salud sexual y reproductiva para el caso de los programas de desarrollo
rural.
En
cuanto a participación política se destaca que las mujeres juegan un
papel protagónico en la organización comunitaria de base y esto debería
reflejarse en la representación política que obtendrán las regiones
golpeadas por la guerra. Por supuesto en el tema de víctimas el enfoque
de género se vuelve crucial, especialmente para encontrar la verdad,
entre otros, sobre los crímenes sexuales cometidos en el conflicto.
“Garantizar que esto se cumplan también dependerá de la disposición de
las mujeres para exigir esa participación”.
Dos
puntos muy importantes para las mujeres serán la implementación y la
reintegración. Respecto al primero, la experiencia internacional
demuestra que las mujeres son claves en la construcción de paz, y que su
protagonismo se dispara en el posconflicto, pero no automáticamente. Se
necesitan espacios y políticas que incentiven dicha participación.
Sobre el segundo, Victoria dice que una de las experiencias más duras
que vivieron en la subcomisión de género fue el encuentro con
excombatientes tanto de El Salvador, Guatemala, Irlanda, y otros países,
como con las que estuvieron en procesos anteriores en Colombia.
“Expresaron mucho dolor. Habían sido muy estigmatizadas, tenían el
rechazo de la familia, de sus hijos e hijas. Esto fue un campanazo de
alerta para nosotros, que ya veníamos trabajando en el asunto de la
reintegración. Hemos tenido mucho debate al respecto” dice.
Hoy,
cuando se entrega el resultado de todo este trabajo, Sandino dice
“estoy muy contenta y satisfecha”. A su juicio, más que un documento, la
subcomisión les ha dejado un proceso de aprendizaje que les ha
permitido sentar las bases para construir una teoría feminista. “En las
FARC hay un compromiso real con las mujeres” dice. Y reconoce que hacia
atrás, no ha sido fácil. Muchas veces el trabajo de ellas ha sido
incomprendido por sectores de la organización a quienes el feminismo les
suena aun como una teoría extraña. Pero hacia adelante sabe que el reto
es aún mayor, y que no estarán solas. Que las mujeres han sufrido la
guerra más que nadie, como combatientes o víctimas, y que se ocuparán de
que lo que hoy se da a conocer en La Habana no se quede en el papel.
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