Si hay algo innegable de los procesos de transformación social en Latinoamérica es la inclusión de sectores sociales históricamente excluidos. Aunque lo quieran vestir de populismo, hasta la prensa conservadora tiene que reconocerlo. Es difícil revertir siglos de historia colonial e imperialista, pero algunos países como Bolivia, Ecuador o Venezuela han resuelto —están resolviendo— sus encrucijadas de forma particular, pero también cuentan con un elemento en común: el protagonismo de las mujeres.
Y lo debemos destacar en estos días en que la revolución bolivariana pierde a Hugo Chávez. Hay personas que resumen ideas, sintetizan programas, representan proyectos y esperanzas. Aunque evidentemente una única persona no puede ejemplificarlo todo, Hugo Chávez será recordado como el gran revolucionario que era, referencia mundial de que sí existen alternativas al régimen capitalista y patriarcal. Un proyecto alternativo tal y como él se definió: "socialista y feminista".
La Constitución bolivariana de 1999, en su artículo 88, establece que "el Estado reconocerá el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social". Por primera vez se reconocía el trabajo invisible e imprescindible de las mujeres y se les otorgaba el derecho a tener seguridad social y un salario mínimo. Desde la Europa de los recortes, en un contexto en que las políticas de igualdad han pasado a último plano, esto sin duda parece revolucionario. En el plano simbólico, se incorpora el uso de un lenguaje no sexista para referirse a hombres y mujeres.
Que las mujeres sufren especialmente la pobreza está de sobras documentado. Por eso también era importante empoderar a las mujeres y la creación del Banco de Desarrollo de la Mujer (Banmujer) tenía y tiene como objetivo impulsar, a través de la concesión de microcréditos y apoyo técnico, una economía basada en la solidaridad y la ayuda mutua. Entendiendo el desarrollo desde la proximidad, desde el diagnóstico participativo de lo que necesitan las comunidades para aportar lo más necesario y hacerlo desde la cooperación. Un discurso y unos valores de fondo que nada tienen que ver con la competitividad capitalista y que conciben la economía a partir de las necesidades humanas.
Chávez supo sumar e incorporar diversas sensibilidades, también la feminista
En las zonas populares, en las Misiones (los programas sociales impulsados por el Gobierno de Chávez) en los Consejos comunales donde la gente se autoorganiza desde abajo, en los movimientos sociales, las mujeres han tenido un papel protagónico. Sólo hay que visitar los cerros y comprobar que mucho de lo que se ha logrado ha sido en gran parte gracias a la fuerza y obstinación de estas mujeres que han visto, por primera vez en su vida, que un gobierno las ha tenido en cuenta.
Por esto, aunque la dimensión feminista del socialismo del siglo XXI no sea aún muy visible sobre todo desde Europa, hay que reconocer que Hugo Chávez supo sumar e incorporar diversas sensibilidades, también la feminista. Comprendió mejor que nadie que sin igualdad de clase, sin igualdad de género, sin igualdad étnica, no se puede avanzar hacia una sociedad realmente justa. Sin duda, aún queda mucho camino por andar y una agenda pendiente de cambios en profundidad para acercarse a la igualdad. Son muchos los retos en cada frente.
La revolución bolivariana sería inexplicable sin la figura de Hugo Chávez, y será recordado al lado de luchadores como Salvador Allende, o incluso el Ché Guevara, y de tantas mujeres y hombres que han dado su vida por construir un mundo más justo. Recordemos al presidente venezolano como el hombre que fue capaz, entre otras cosas, de dar esperanza a los pueblos del mundo que luchan por su dignidad, pero también de dar voz a las mujeres dentro de estas luchas. En definitiva, el 8 de marzo reivindiquemos que el legado de Chávez también es y será feminista.
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