Milva Benitez*
Cimacnoticias El papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio) es cuestionado por su rol durante la dictadura militar en Argentina y por su ambición de poder.
Desde la cúpula eclesiástica supo tejer lazos con lo más rancio de la derecha política y se ocupó personalmente de actuar como valla de contención para la ampliación de derechos. Ahora es el primer sumo pontífice jesuita y latinoamericano.
Una semblanza más profunda lo revela sinuoso. Conservador, aunque presto a una gestualidad carismática y piadosa forjada en contacto con los sectores más desfavorecidos en las villas conurbadas y la ciudad de Buenos Aires.
Ya en 2005 pudo haber ocupado el cargo que hoy detenta (fue uno de los contrincantes más bravos del ahora Papa emérito, Joseph Ratzinger).
CLAVES PARA BOSQUEJAR SU PERFIL
Diversidad sexual. Cuando comenzó a tratarse el proyecto de ley de matrimonio entre personas del mismo sexo (aprobado en 2010), impulsado por el gobierno nacional, la Iglesia católica se deshizo en “lobbies” (grupos de presión en el Congreso).
La jerarquía eclesiástica buscó incidir para frenar la iniciativa visitando despachos del Congreso nacional y sacando a la calle a los alumnos de los colegios católicos, por ejemplo.
En este contexto, Bergoglio –entonces arzobispo de Buenos Aires– llegó a decir que se trataba de “una pretensión destructiva al plan de Dios”.
Y en aras de denostar la iniciativa, fue por más: “Aquí también está la enviada del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra”.
Aborto. Bergoglio no concibe la interrupción voluntaria del embarazo ni ante el horror de una violación (conducta no punible, según el Código Penal argentino); en esto coincide con el gobierno nacional.
Expresó que era “lamentable” reglamentar los abortos no punibles en la ciudad de Buenos Aires y en un documento de su inspiración la Conferencia Episcopal Argentina (el organismo encargado de administrar las relaciones del clero con la Casa Rosada y el Vaticano) sentenció: “El aborto nunca es una solución”.
Sin dar lugar al debate, el cura prefiere hacer caso omiso de que en Argentina los abortos inseguros son la principal causa de muerte materna.
Rol durante la última dictadura militar (1976-1983). Bergoglio se desempeñaba como principal de la Compañía de Jesús cuando secuestraron, en mayo de 1976, en una villa del Bajo Flores, a dos sacerdotes jesuitas.
Estas dos víctimas (Orlando Yorio y Francisco Jalics) sobrevivieron de las tinieblas del centro clandestino ESMA, y dijeron que Bergoglio los había desprotegido.
Durante el juicio a los comandantes de esta cruzada militar, en 1985, Orlando Yorio expresó: “Bergoglio no nos avisó del peligro en ciernes”.
El ahora Papa entonces se excusó de declarar. En 2010, ya reabiertos y muy avanzados los juicios por crímenes de lesa humanidad, fue convocado como testigo de estos hechos, pero esquivó y negó.
El silencio sobre el robo de niños. En 2011, volvió a ser nombrado en los Tribunales. Estela de la Cuadra, hija de Alicia Zubasnabar, la primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, mostró las cartas que desmentían la supuesta ignorancia del sacerdote sobre la apropiación sistemática de niños durante la mencionada dictadura (cuando Bergoglio declaró en el juicio por la ESMA dijo que recién 10 años atrás tomó conocimiento de estos hechos).
La mujer atesora las pruebas: en 1979 su padre mantuvo un intercambio epistolar con quien ahora ocupa la silla de Pedro, mientras buscaba a Elena (su otra hija, vista por última vez en el centro clandestino que funcionó en la Comisaría Quinta de La Plata, donde tuvo una niña a la que llamó Ana. Ambas permanecen desaparecidas).
Relación con el gobierno nacional. Bergoglio ha estado siempre cercano a la oposición de derecha al gobierno nacional. Su relación pública con Néstor Kirchner fue tensa.
El ex presidente lo calificaba como “el armador político de la oposición” y dentro de la Iglesia algunos oficialistas y opositores al Cardenal destacaban su peso para definir al candidato opositor en las últimas elecciones presidenciales.
Conocida la elección en el Vaticano, la felicitación de la presidenta Cristina Fernández ante el nombramiento de Bergoglio fue moderada, formal.
Carisma, cintura, poder. En sus réplicas y sermones habla de la niñez, de pobreza, de inclusión, de trabajo infantil y esclavo.
Bergoglio promueve una marca dialoguista; reuniones con la Presidenta y con opositores; buenas relaciones con muchos curas villeros.
Es emprendedor, seductor, inteligente, servicial. Pero en círculos opositores dentro de la interna jesuita evalúan que hace, que hizo, actos de servicio estilo Juan Pablo II –visitar villas, barrer capillas, cocinar, atender enfermos, andar en transporte público en vez de usar chofer, atender a los sacerdotes que lo necesitaban en vez de derivarlos a subalternos– sólo para ir acumulando poder a su modo.
Ven un doble perfil en él. Y lo rotulan directamente como “un personaje maquiavélico”.
En Argentina la decisión de la cúpula eclesial agitó las aguas entre las organizaciones que pregonan la ampliación de derechos. Es que el jesuita renombrado Francisco está muy lejos de la línea progresista del Concilio Vaticano Segundo.
El nuevo supremo en Roma es insensible al dolor (a la violencia de género, a la diversidad sexual, a la hemorragia demográfica que es el aborto en Argentina), y afecto a la oscuridad (mantiene secretos y apadrina los peores pecados que muchos de sus integrantes cometieron incluso contra miles de fieles).
*Periodista argentina y cofundadora de la revista digital OtrosCírculos.com.ar.
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