AmecoPress.- Una prolija resolución del Parlamento Europeo sobre las condiciones de trabajo de la mujer en el sector de los servicios se remitirá a la Comisión de Igualdad y a los Gobiernos de los Estados miembros. En esta resolución se ponen de manifiesto múltiples consideraciones, entre las que se encuentran las siguientes.
Muchos países han experimentado un proceso de terciarización de su economía, es decir, que el sector de los servicios acapara la mayor parte del empleo y es el mayor contribuyente al PIB de los países afectados, lo que representa más del 70 % de la actividad económica en la Unión Europea y un porcentaje similar y creciente del empleo total, y considerando que en 2010 en la UE el empleo en el sector de los servicios representó, en promedio, casi el 70 % del empleo total, mientras que el empleo en la industria representó el 25,4 % y el empleo en la agricultura el 5,2 %.
En estos momentos 9 de cada 10 puestos de trabajo se generan en el sector de los servicios y que los estudios demuestran que una mayor profundización en el mercado único de los servicios puede ayudar a desbloquear el importante potencial de empleo/puestos de trabajo que la UE necesita urgentemente en estos momentos de crisis.
El porcentaje de ocupación femenina es de 62,1 % en comparación con el 75,1 % de empleo masculino, lo que significa que el objetivo principal de la estrategia Europa 2020 de alcanzar un porcentaje de ocupación del 75 % antes de 2020 solo se podrá alcanzar si más mujeres tienen acceso al mercado laboral.
La mayor parte de la población activa femenina está empleada en el sector de los servicios y que en la UE en 2010 esta proporción registró una media del 83,1 % frente al 58,1 % de la población activa masculina.
Las mujeres están desproporcionadamente representadas en el mercado del empleo flexible y a tiempo parcial, en parte a causa de los estereotipos de género aún vigentes en nuestra sociedad que reflejan una imagen de las mujeres en la que su responsabilidad primera es ocuparse de la familia y, por tanto, se las considera más aptas que los hombres para los trabajos temporales, intermitentes o con horarios reducidos o para trabajar desde el hogar; considerando que las medidas de flexibilidad horaria, incluidos el teletrabajo, el trabajo a tiempo parcial o el trabajo desde el hogar, siguen considerándose en gran medida como un estilo «femenino» de organizar el horario de trabajo.
El sector servicios ofrece muchas oportunidades para los contratos de trabajo flexible: horario flexible, tiempo parcial y contratos de duración limitada, que, si se escogen libremente, pueden ayudar a los cuidadores de ambos sexos a conciliar el trabajo y los cuidados; considerando que las mujeres recurren en mayor medida al empleo flexible o a tiempo parcial con el fin de conciliar sus obligaciones profesionales y familiares, a pesar de la diferencia de remuneración por hora entre los trabajadores a tiempo parcial y los trabajadores a tiempo completo; y considerando que las mujeres interrumpen con mayor frecuencia su carrera y trabajan menos horas que los hombres, lo que puede alterar la evolución de su carrera y sus perspectivas de promoción social, lo que se traduce también en un historial profesional con menos ingresos.
El trabajo precario es una característica persistente del mercado laboral de la Unión Europea, y que las mujeres se ven más afectadas por la precariedad, son discriminadas en términos de remuneración y están más involucradas en los trabajos a tiempo parcial, y, por tanto, están peor remuneradas que los hombres, se benefician menos de la protección social, están más limitadas en cuanto al desarrollo de su carrera profesional y tienen menos oportunidades de independizarse económicamente, lo que las anima a volver al sector privado, con el consiguiente retroceso en el reparto de responsabilidades; considerando que las mujeres representan una gran proporción del colectivo laboral en el empleo no declarado que se ocupan principalmente del trabajo doméstico y el cuidado de personas. En todos los niveles de formación, el porcentaje de hombres que tienen trabajo es mayor que el de mujeres, aunque éstas pueden estar igual o mejor cualificadas que los hombres, considerando sin embargo que sus competencias son a menudo menos valoradas y su avance profesional más lento.
Las mujeres representan cerca del 60 % de los licenciados universitarios, y, sin embargo, su representación entre los altos funcionarios y en los cargos decisorios en el sector de los servicios es desproporcionadamente baja.
Las mujeres ocupan a menudo los niveles más bajos de empleo en el sector de los servicios en cuanto a cualificación, remuneración y prestigio y por tanto la precariedad laboral de las mujeres es mucho mayor y se les paga menos que a los hombres. Ofrecer a las mujeres mejores oportunidades en su vida profesional debe considerarse un recurso y una inversión para el conjunto de la sociedad, especialmente en el contexto de los actuales cambios demográficos y retos en Europa.
Las mujeres encuentran mayores dificultades para conciliar la vida laboral y familiar, ya que las responsabilidades asociadas con la vida familiar no siempre son compartidas equitativamente y el cuidado de familiares dependientes recae principalmente en las mujeres, y considerando que lograr un equilibrio entre la vida laboral y familiar ayudaría a desbloquear un importante potencial de empleo para las mujeres y facilitaría una mejor adecuación de las mujeres a los puestos de trabajo disponibles en el sector de los servicios y otros sectores profesionales, lo que aumentaría el crecimiento económico, el empleo y la innovación; considerando, a este respecto, que las políticas gubernamentales que proveen servicios de cuidado de menores y otras personas dependientes constituyen un factor importante para la capacidad de hombres y mujeres a la hora de gestionar las diferentes demandas entre el lugar de trabajo y las actividades de prestación de cuidados.
Los roles de género tradicionales y los estereotipos siguen teniendo una gran influencia en la división de roles entre mujeres y hombres en el hogar, en el lugar de trabajo y en la sociedad en general, y tienden a perpetuar el statu quo de los obstáculos heredados a la hora de alcanzar la igualdad de género y limitar las opciones de empleo y el desarrollo personal de las mujeres en el sector de los servicios, impidiéndoles realizar su pleno potencial como personas y como agentes económicos.
La violencia doméstica, conyugal, económica y sexual contra las mujeres es una violación de los derechos humanos que afecta a todos los estratos sociales, culturales y económicos. La independencia económica de las mujeres es una condición sine qua non para que puedan controlar su trayectoria personal y profesional y plantear opciones reales. Persisten las desigualdades entre hombres y mujeres para el acceso y uso de las nuevas tecnologías e Internet, lo que a menudo provoca una brecha en las capacidades e incluso un «analfabetismo digital», un fenómeno generalmente conocido como «brecha digital de género».
La diferencia de remuneración entre hombres y mujeres por el mismo trabajo o por trabajos de igual valor alcanza uno de los niveles más altos en el sector de los servicios.
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