Tribuna Popular TP/Aldemaro Barrios/Especial de ciudad CCS.- Una muchacha caraqueña, militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV), con apenas 20 años de edad entregó su vida el 1° de noviembre de 1961. Su nombre, Livia Margarita Gouverneur Camero.
Una joven que tuvo la mala suerte de ser alcanzada por una bala durante una operación contra un grupo de cubanos mercenarios batisteros que apoyaban la represión contrainsurgente instruida por Estados Unidos. El ímpetu juvenil de Livia Gouverneur y su convicción revolucionaria la impulsaron a la batalla por la liberación nacional y el socialismo.
Su breve y fulminante historia levantó un repudio público que el mismo gobierno no pudo soportar, al desenmascarar la enorme carga represiva del aparato policial bentancourista contra la llama libertaria que prendía todavía en el pueblo venezolano luego de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.
Su muerte ocurrió en una ciudad controlada bajo el toque de queda que ejercía la Digepol y bandas armadas del betancourismo. Las acciones eran dirigidas por personajes siniestros entrenados para ello como Carlos Andrés Pérez, Hugo Soto Socorro, Erastos Fernández, entre otros que prestaron servicio en la Seguridad Nacional de Pérez Jiménez y que luego pasaron a la policía política del gobierno adeco.
En ese entonces, el gobierno de Betancourt mantuvo la presencia de mercenarios batisteros en Caracas con el propósito de apoyar agresiones contra la Revolución Cubana. La FALN orientó sus operaciones al hostigamiento de contrarrevolucionarios y así obligarlos a salir del país. Esa fue la tarea asignada a Livia y otros camaradas, para cumplir la tarea de enfrentarse a los agentes contrainsurgentes.
Esa noche, al llegar a la quinta La Hogareña, ocurrió un intercambio de disparos. Uno de los proyectiles perforó el pulmón derecho de Livia. Comenzó un sangramiento profuso y su traslado de un lado a otro en búsqueda de auxilio ante el cerco policial en las clínicas de la zona.
Esa madrugada del 1° de noviembre de 1961 falleció Gouverneur, una de las primeras víctimas del aparato represivo de Betancourt. Su muerte marcó el inicio de crímenes, torturas, secuestros y asesinatos no sólo contra militantes de izquierda sino contra todo aquel sospechoso de levantar voces de protesta contra el régimen que duró 40 años.
Hoy se cumplen 50 años de su desaparición y ese rostro adusto de la joven de San Agustín que la caracterizó, sigue vivo.
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