Artemisa Noticias Una ola de políticas pro-natalistas miopes en Europa del Este devela que la reforma neoliberal no realiza los derechos de las mujeres jóvenes en la región.
Al pasar otro 12 de junio – ‘Día Nacional’ de Rusia – en Moscú, el Kremlin calculó cuán exitosos han sido sus esfuerzos por alentar a las mujeres rusas a tener más bebés. Preocupado por la reducción del tamaño de la población, el gobierno ruso ha introducido numerosas medidas diseñadas para motivar la procreación.
Los incentivos incluyen un ‘día de cópula’ específico que da a ciudadanas y ciudadanos una tarde libre de trabajo para tener relaciones sexuales; un campamento de verano en tiendas de campaña privadas – y sin condones – con todos los gastos pagados para personas adultas jóvenes, así como automóviles y pagos en efectivo a madres y padres que tienen recién nacidos.
Los temores por la disminución en las tasas de natalidad y el tamaño de la población abundan no sólo en Rusia sino en toda Europa del Este,[1] dando lugar a intervenciones y reforzando campañas nacionalistas y contra los derechos reproductivos por parte de fuerzas de derecha, las cuales lamentan que las mujeres no están cumpliendo sus responsabilidades maternales y las 'existencias nativas' están desapareciendo.
Las fuerzas de derecha han adquirido influencia en las dos décadas desde la caída de los regímenes comunistas en gran parte de Europa del Este y las antiguas repúblicas soviéticas. La retórica de estos grupos contra los derechos reproductivos ha recibido un respaldo adicional de las corrientes interrelacionadas de una crisis económica de más de 20 años, emigración masiva con fines de estudios y trabajo, mayor xenofobia y reducción de las tasas de natalidad, que precede a la caída del comunismo.
Al pasar otro 12 de junio – ‘Día Nacional’ de Rusia – en Moscú, el Kremlin calculó cuán exitosos han sido sus esfuerzos por alentar a las mujeres rusas a tener más bebés. Preocupado por la reducción del tamaño de la población, el gobierno ruso ha introducido numerosas medidas diseñadas para motivar la procreación.
Los incentivos incluyen un ‘día de cópula’ específico que da a ciudadanas y ciudadanos una tarde libre de trabajo para tener relaciones sexuales; un campamento de verano en tiendas de campaña privadas – y sin condones – con todos los gastos pagados para personas adultas jóvenes, así como automóviles y pagos en efectivo a madres y padres que tienen recién nacidos.
Los temores por la disminución en las tasas de natalidad y el tamaño de la población abundan no sólo en Rusia sino en toda Europa del Este,[1] dando lugar a intervenciones y reforzando campañas nacionalistas y contra los derechos reproductivos por parte de fuerzas de derecha, las cuales lamentan que las mujeres no están cumpliendo sus responsabilidades maternales y las 'existencias nativas' están desapareciendo.
Las fuerzas de derecha han adquirido influencia en las dos décadas desde la caída de los regímenes comunistas en gran parte de Europa del Este y las antiguas repúblicas soviéticas. La retórica de estos grupos contra los derechos reproductivos ha recibido un respaldo adicional de las corrientes interrelacionadas de una crisis económica de más de 20 años, emigración masiva con fines de estudios y trabajo, mayor xenofobia y reducción de las tasas de natalidad, que precede a la caída del comunismo.
A medida que estas corrientes colisionan, el mandato cultural y social para las mujeres jóvenes – siempre y cuando no pertenezcan a comunidades pobres, de minorías étnicas o inmigrantes – es 'tener más bebés'. Tales instrucciones, sin embargo, entrampan a las jóvenes, cuyas elecciones se ven limitadas y sus derechos son violados en medio de un patriarcado, un racismo y una xenofobia persistentes.
Reducción en las tasas de natalidad y el tamaño de la población
Las tasas de natalidad y el tamaño de la población han estado disminuyendo en Europa del Este y Rusia por más de medio siglo y se redujeron marcadamente tras el colapso de la Unión Soviética.[2]
Tanto las Naciones Unidas como el Banco Mundial pronostican que la mayoría de naciones de Europa del Este habrán perdido entre un tercio y la mitad de sus poblaciones para el año 2050, atribuyéndolo a tasas de natalidad más bajas, emigración masiva con fines de estudios y trabajo, así como una esperanza de vida más corta asociada a pobreza, estrés, abuso de sustancias y enfermedades, incluyendo condiciones cardiovasculares, VIH y sida.
La reducción en las tasas de natalidad le plantean retos económicos adicionales a una región ya agobiada por crisis.
Los gobiernos están preocupados porque hay menos gente más joven que pague impuestos y, por tanto, financie pensiones y programas sociales.
Sin embargo, aumentar la cantidad de personas jóvenes no necesariamente conduce a recaudación de impuestos si no hay empleo para ellas, como ocurrió en Irán. Después de alentar a sus ciudadanas y ciudadanos a tener una familia tan numerosa como fuera posible para reemplazar a quienes murieron en la guerra de Irán-Irak, el país tiene ahora una voluminosa población joven – y tasas elevadas de pobreza y desempleo entre jóvenes.
En Europa del Este, muchas personas jóvenes están saliendo a estudiar y encontrar trabajo en el extranjero. Y no están regresando a sus países de origen.
Tal como lo expresa Julija Mazuoliene, de Nueva Generación de Iniciativas de Mujeres, una organización que apoya a mujeres jóvenes en Lituania: 'Si la gente joven tiene la oportunidad de irse al extranjero, encontrar trabajo y construirse una vida, ¿por qué se quedaría en Lituania? Aquí no hay muchas oportunidades'.[3]
Los incentivos que posibilitan a jóvenes de la región estudiar, trabajar y tener su propia familia con un estándar de vida decente han sido pocas y a intervalos largos en las últimas décadas, lo que resalta el énfasis de sus gobiernos en los logros económicos de pocas personas y no en los derechos de todas.
Mujeres jóvenes, las más afectadas por la crisis
Según la investigadora académica y activista Ewa Charkiewicz, Europa del Este fue sometida a una de las formas más crudas de reforma neoliberal durante la transición. Las llamadas ‘economías emergentes’ crearon nueva riqueza para una pequeña élite, desmantelando al mismo tiempo los derechos sociales de muchas personas, incluyendo a mujeres, inmigrantes y pobres. Europa del Este se convirtió en un destino ideal para negocios, con nuevas fuentes de trabajo cualificado barato, deducciones fiscales para corporaciones y materia prima de bajo costo.
En medio de estas reformas, mujeres y hombres jóvenes fueron las personas más afectadas debido a la privatización de la educación y la vivienda, así como a la flexibilización de los mercados de trabajo.[4] Aun hoy día, las mujeres jóvenes conforman la mayoría de trabajadores en arreglos laborales temporales y flexibles, y son las más vulnerables a la pérdida de empleo.[5] Las tasas de desempleo femenino están aumentando más rápidamente en Europa del Este que en cualquier otra región del mundo.[6]
En vista de este contexto, las opciones de las jóvenes en relación con la maternidad no son claras.
Políticas para alentar embarazos
Las reducciones en el tamaño de la población han dado lugar a intervenciones en toda la región. Algunos gobiernos, motivados por fuerzas de derecha, han optado por formas más coercitivas de control de la fertilidad.
Por ejemplo, durante el régimen de Ceaușescu (1966-1989), las agresivas políticas pro-natalistas de Rumania incluyeron la prohibición del aborto y la penalización de mujeres mayores de 25 años que aún no tenían hijos.
En Polonia, el aborto ha sido prohibido desde 1993 en la mayoría de circunstancias. En Lituania, los métodos anticonceptivos se están volviendo más caros y la gente debe pagar estos costos de su propio bolsillo.
A finales de mayo de este año, afiches contra el aborto producidos por el gobierno húngaro comenzaron a aparecer en todo el país.
Al mismo tiempo, algunos gobiernos están subsidiando la producción de niñas y niños.
En Eslovaquia, las mujeres reciben ahora un pago único de 500 euros cuando dan a luz y hasta tres años de licencia por maternidad.[7] Las licencias y la compensación salarial para madres y padres son similares en Bulgaria, Lituania y la República Checa.
De hecho, a excepción de Escandinavia, los beneficios por maternidad en Europa del Este están entre los de mayor duración y mejor pagados del mundo – pero son beneficios a corto plazo.
Además, con la erosión de los derechos reproductivos y en ausencia de mejoras económicas sistémicas y cualquier cambio en las normas sociales de los roles de género que asignan única o principalmente a las mujeres la responsabilidad del trabajo de cuidados, esas medidas aplicables una sola vez no propician opciones genuinas o el pleno ejercicio de los derechos.
Las mujeres jóvenes en la intersección
Mazuoliene explica: 'La mayoría de la gente lituana tiene nociones muy tradicionales sobre los roles de género en las familias y en el mercado de trabajo'. Dado que la Iglesia Católica en Lituania influye en las políticas públicas, Mazuoliene señala que a las mujeres jóvenes, por un lado, se les alienta a no tener una carrera y a quedarse en casa para cuidar niños y niñas.
Por otra parte, sin embargo, la realidad es que la mayoría de mujeres en Lituana debe trabajar tanto dentro como fuera del hogar para ganarse la vida y, a medida que el país pasa a ser una economía de mercado, ellas son necesarias en la fuerza laboral.
Preocupado por esto, recientemente el gobierno ha estado incrementando la licencia obligatoria pagada por maternidad para alentar a las mujeres a tener niños. No obstante, Mazuoliene comenta que 'el gobierno está motivando a las mujeres a tener niños pero sin crear instituciones tales como guarderías asequibles para ayudarlas con el cuidado infantil. De modo que una mujer puede tener dos años de licencia por maternidad pagada parcialmente, pero después de esto no tiene nada'.
En tiempos comunistas se crearon guarderías subsidiadas por el Estado para que las mujeres pudieran cumplir sus roles como trabajadoras. Sin embargo, a medida que la mayoría de Estados pasó del socialismo a una economía de mercado, el gasto público fue reducido. Entonces, como Charkiewicz explica, 'la responsabilidad por la reproducción social, antes compartida entre los hogares y el Estado socialista (por medio de guarderías, educación, cuidados de salud y seguridad social que el Estado proporcionaba), fue transferida a hogares individuales'.
Simultáneamente, los costos de alimentos, transporte y vivienda aumentaron y han continuado incrementándose en toda la región, lo cual requiere que los hogares tengan doble ingreso. Esto a veces demora la maternidad o provoca que las parejas tengan menos niños o ninguno.
Mientras tanto, los movimientos que cuestionan por qué y si las mujeres deberían involucrarse en relaciones heterosexuales y si deben tener hijos están cobrando fuerza, rebatiendo aún más las suposiciones de que los principales roles de las mujeres deberían ser de esposas y madres.
Johanka Macekova, una joven feminista que escribe para la bitácora Feministky, menciona una situación similar en Eslovaquia. Además de costos económicos crecientes asociados a tener y criar niños, ella ha observado un incremento en el discurso reaccionario que enfatiza la 'relación especial entre la madre y el niño' y en el cual 'el hombre proveedor' gana dinero y la mujer se queda en casa. A medida que más parejas jóvenes se mudan a la capital por trabajo, lejos de sus familias, ya no hay ayuda extra y a las mujeres que pueden contratarla se les tacha de 'malas madres'.
En Rusia, los nacionalistas han atribuido la reducción en las tasas de natalidad a la presencia de mujeres en el lugar de trabajo, argumentando que las trabajadoras disminuyen la tasa de fertilidad y deberían ser enviadas de vuelta a sus hogares.[8]
Otrora valoradas, las 'mujeres trabajadoras' son ahora vistas como el problema – pero, irónicamente, también como la solución dado que los gobiernos necesitan más trabajadores que paguen impuestos.
Finalmente, la embestida de los gobiernos de Europa del Este para que las mujeres jóvenes tengan niños y niñas es un ejemplo no sólo de los giros en la responsabilidad por la reproducción social, sino también de la carga más pesada que se está poniendo sobre ellas para que reparen lo que no está funcionando con las reformas neoliberales, limitando todo el tiempo sus opciones y, en el proceso, poniendo en peligro sus derechos.
Notas y referencias:
1. Para el propósito de este artículo, el término ‘Europa del Este’ abarca los diez Estados de esta región que son parte de la Unión Europea: Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa y Rumania.
2. En general, las tasas de natalidad han permanecido muy por debajo de la tasa de reemplazo de 2.1-2.4 hijos por mujer que se necesita para mantener el tamaño de la población por más de 50 años. Ver: EFE, ‘La baja tasa de natalidad en Europa impide mantener la población actual’, 12 de enero de 2009; Centro de Estudio del Capitalismo, ‘Decae la natalidad en Europa’, 8 de febrero de 2011; y Pérez Díaz, Julio. ‘Natalismo’ (s/f).
3. Entrevista de AWID con Julija Mazuoliene, octubre de 2010, Tiflis, Georgia.
4. Verick, Sher (2009). ‘Who is hit hardest during financial crisis? The vulnerability of young men and women to unemployment and economic downturn’ [¿A quiénes golpea más la crisis financiera? La vulnerabilidad de hombres y mujeres jóvenes al desempleo y al deterioro económico]. Instituto de Investigación para el Futuro Laboral (IZA). Documentos para discusión No. 4359. Bonn, agosto de 2009.
5. Ibídem.
6. Jansen, Marion y von Uexkull, Erik (2010). ‘El comercio y el empleo en la crisis mundial’. Ginebra: Organización Internacional del Trabajo.
7. Entrevista de AWID con Johanka Macekova, octubre de 2010, Tiflis, Georgia.
8. Ver: Zajovic, Stasa, ‘La natalidad, el nacionalismo y la guerra’, Diario El País, 21 de marzo de 1995.
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