viernes, julio 22, 2011

¿Una cruzada contra la sexualidad?

Soraya González Guerrero | Diagonal
Nos hacemos pasar por una joven, Nilda, hija de emigrantes peruanos afincados en España: “Hace dos meses que no tengo la regla, tengo miedo, como esté embarazada no sé qué hacer”. Al otro lado del chat del lobby antiabortista Human Life International,alguien responde inmediatamente. Insiste en que Nilda se haga un test en el centro local más cercano del Worldwide Directory of Pregnancy Help, será gratuito y confidencial. “En caso de que estés embarazada alguien del centro te informará de las opciones”. ¿Cuáles?

En el directorio para jóvenes embarazadas al que nos remiten podemos buscar un centro por países y ciudades de todo el mundo. Hay muchos recursos y están conectados. En Madrid el centro es la Fundación Madrina. Bicheamos en su web. “Lograr que la mujer se sienta libre y realizada en su feminidad y maternidad” es la misión de esta fundación que se declara apolítica y cuyo patronato está formado exclusivamente por hombres. Proporciona a las jóvenes embarazadas una familia de acogida y un programa de formación y empleo para “fomentar valores como la autoestima y espíritu emprendedor y valiente, que le permita a la joven embarazada asumir su situación desde una perspectiva positiva”. El aborto seguro no se contempla como opción.

Cada año, aproximadamente 536.000 mujeres mueren en el mundo por complicaciones en el embarazo y en el parto, a pesar de que éstas son generalmente prevenibles y a costos relativamente bajos. Tampoco hay que olvidar que por cada mujer que muere, otras 30 mujeres sufren heridas o enfermedades crónicas, discapacidad y exclusión socioeconómica, según datos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Esta mortalidad y morbilidad materna tiene sus cotas más altas en mujeres del Sur: en sus países de origen, especialmente cuando existen leyes restrictivas sobre el aborto y otros derechos sexuales y reproductivos, y también en los países de acogida, donde la ley de extranjería les imposibilita ejercer estos derechos, aunque aquí no hay datos oficiales.



¿Dónde quedó Pekín?

A pesar de que la mortalidad y la morbilidad materna es reconocida por la OMS como un problema de salud pública y de justicia, muchos grupos económicos y partidos políticos cierran filas con los Derechos Sexuales y Reproductivos (DSR) de forma absoluta.

Si en los ‘90 hubo una apuesta política por integrar estos derechos en las agendas internacionales, en la última década la situación se ha estancado. Esta constatación fue una constante durante el congreso sobre DSR celebrado en Donosti por Medicus Mundi Guipuzcoa a principios de junio, donde acudieron mujeres feministas organizadas de distintos puntos del planeta. Uno de los principales obstáculos al avance de los derechos sexuales y reproductivos mencionados en el Congreso es la contraofensiva conservadora a escala mundial y el uso político de la religión.

“Los lobbys ultraconservadores han hecho un desplazamiento en su discurso, han pasado de uno divino a otro basado en los derechos humanos”, explicaba Eliana Cano, de Católicas por el Derecho a Decidir. El caso de la anticoncepción oral de emergencia es paradigmático en Perú, como explicó Jennie Dador, de la organización feminista peruana Manuela Ramos: después de que se consiguiese que la píldora fuese distribuida gratuitamente en 2001, el mismo Tribunal Constitucional falló en contra cinco años después alegando que la píldora pone en peligro la vida del concebido. Una prohibición que Eliana relaciona con campañas de varios lobbies anticoncepción como el Centro de Promoción Familiar y de Regulación de la Natalidad (Ceprofarena), directamente relacionado con Human Life International. Este centro cuenta con reconocidos médicos en el país que son y han sido parte de organizaciones del Estado, y que, además de oponerse a la anticoncepción oral de emergencia, están construyendo un discurso científico conservador y llevan a los colegios campañas como la “adopción espiritual de un niño por nacer”.

“Los poderes religiosos no actúan aislados”, matizaba Eliana Cano, “existen otros grupos laicos y religiosos que acompañan a las jerarquías religiosas, hay todo un andamiaje. Expanden sus tentáculos en la educación, comités de bioética, salud, se han oenegizado, han invadido los medios de comunicación y las redes virtuales”.

“Hay una guerra global contra la salud sexual y reproductiva. El caso de la ONU es un espejo de lo que está ocurriendo ahí fuera”, exponía tajantemente la turca Pinar Ikarkkan, de la Coalition Sexual and Bodity Rights in Muslim Societies (CSBR). Ella también trajo su relato encarnado: “El año pasado fuimos a Pekín +15 para evaluar éxitos y fracasos [de la IV Conferencia Mundial de la Mujer]. Fue un fracaso total de reunión. No ha habido avances desde 1994. La Administración de Obama sacó una propuesta sobre mortalidad materna que no incluía nada sobre salud sexual y reproductiva. Si se niega el derecho a la educación sexual y al aborto libre y seguro, la mortalidad materna es difícil de entender. Teníamos esperanzas en la Administración de Obama pero ha heredado cosas de Bush”.

En este retroceso, Pinar identifica una coalición de países cristianos y religiosos de derechas que utilizan la religión como herramienta política de poder y control de la sexualidad. En ella está el Vaticano, la Administración de Bush heredada por Obama y, desde 2006, un nuevo actor: la Organización de la Conferencia Islámica. “En temas económicos son progresistas, no hablan de islam, sólo hablan de religión cuando se refieren a las mujeres y los DSR”, advierte pícaramente Pinar. La creciente islamofobia en Occidente, la militarización y las nuevas guerras en regiones musulmanas como secuela del 11S, la ocupación de Iraq por EE UU o el ataque israelí a Líbano en 2006 están relacionados con el ascenso de la derecha religiosa islámica y han aumentado los dilemas a los que se enfrentan las activistas de las sociedades musulmanas que abogan por los derechos sexuales y reproductivos.

¡El género es peligroso!

“En 2011 he formado parte de la delegación turca en la ONU tras una larga lucha. Allí hay un bloqueo sistemático, el propio término género se volvió polémico. Pero si quitamos el género de los documentos que ya tenemos no sirven para nada. Una ONG cristiana fundamentalista llamó al gobierno turco e invitó a diplomáticos de la ONU a unas vacaciones en Arizona. A partir de ahí se toma la decisión de oponerse al concepto de género. ¿Por qué? Podría implicar la inclusión de los gays, lesbianas, trans”, era el relato de Pinar Ikarkkan, de la CSBR, durante el congreso de Donosti.

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