Aun en este siglo la sexualidad femenina sigue bajo el asedio de la explotación patriarcal con dos funciones esenciales como servidumbre al hombre, la primera de naturaleza reproductiva (procrear hijos e hijas) y la segunda en la creación de placer sexual.
Tal explotación implica que esas funciones impuestas a la mujer sean cumplidas en los términos dictados por los intereses del macho en su contexto de supremacía social y se relegue a la hembra al subalterno papel de productora sin autoridad sobre la administración de esos valores que genera.
Claramente esa productora, a quien la sociedad patriarcal le expropia materialmente los aportes que ha creado con la actividad de su propio cuerpo, es víctima de un proceso de alienación psicológica, pues se le despoja de la facultad de dirigir soberanamente (y de acuerdo a su propio bienestar) sus conductas de reproducción biológica y de satisfacción fisiológica.
De modo que en el marco del patriarcado, tanto hombres machistas como mujeres (alienadas) contribuyen con la propaganda fetichista (prensa, radio, televisión, internet, modas, estereotipos, clubes sociales, etc.) que deshumaniza a las personas y las convierte en objetos sexuales para la promiscuidad y la invisibilización de los afectos genuinos.
Paradójicamente el patriarcado fomenta dos categorías de mujeres buenas y malas (de quienes se sirve y se aprovecha por igual) con la hipocresía de glorificar a las que se conserven "inmaculadas" y degradar a todas las que en legítimo ejercicio de sus experiencias vitales dejen de ser vírgenes.
Constitucionalista. Profesor universitario.
http://jesusmanuelsilva.blogspot.com
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