lunes, junio 06, 2011

Escobas por micrófonos

Cecilia Lanza Lobo
Artemisa Noticias
Yolandita Mamani tiene nombre de cantante. Casi. Se sienta frente al micrófono y habla, no canta, ríe. Además de productora, es la conductora, junto a Antonia Cuno, del programa radial 'Soy trabajadora del hogar con orgullo y dignidad' de Radio Deseo 103.3 FM. Desde allí, estas mujeres de pollera que repiten con frecuencia 'no somos periodistas pero sabemos hacer radio' están revolucionando el modo de hacer, efectivamente, una comunicación para el desarrollo.

Un rap suena en la radio:
¨Soy trabajadora del hogar, con orgullo y dignidad,
de tener este oficio nunca me he sentido avergonzada,
pero sí estoy cansada de que me llames empleada¨,

Es el grupo ¨Pacto Verídico¨ integrado por dos mujeres, trabajadoras del hogar. Fueron invitadas a interpretar esa canción compuesta por las propias integrantes del programa radial ¨Soy trabajadora del hogar con orgullo y dignidad¨ que conducen Antonia Cuno y Yolanda Mamani. Un pacto que tiene de verídico el hecho de que estas mujeres no sólo comparten la obviedad de su origen étnico (son aymaras migrantes) sino su rebeldía rapera, en el caso de las cantantes, y acaso revolucionaria, en el caso de las radialistas.

Provocadoras desde el minuto cero. ¡Dónde se ha visto mujeres de pollera (cholas), 'empleadas domésticas', conduciendo un programa radial con contenido revoltoso, hablando de derechos! ¡Dónde se ha visto que estas mismas cholas escuchen y canten rap! En 103.3 FM, Radio Deseo… 'enciende tu libertad'.

Los indígenas en Bolivia son todavía más de la mitad de la población (60%). Sus luchas por lograr el reconocimiento y la igualdad de derechos han sido largas, intensas y dolorosas. Muchos de ellos y ellas ya han migrado a las ciudades y viven ese proceso de modernización que los traslada hacia una categoría camaleónica donde se mezclan por igual migrantes campesinos en proceso de asentamiento, citadinos de origen indígena con un pie aquí y otro allá, y cholos ya asentados en las ciudades, muchos de ellos camino a la prosperidad económica. El denominador común: la discriminación.

Las mujeres indígenas no han encontrado mejor manera de sobrevivir a la pobreza y el analfabetismo que dejar el campo y largarse a las ciudades para trabajar como 'empleadas domésticas' en casas de familias de clase media y alta, acostumbradas a este tipo de servicio heredado de costumbres coloniales y republicanas; cargadas de esclavismo y servidumbre en una sociedad dividida en dos: indios y blancos (mestizos).

Por eso, cuando Felipe Quispe 'el Mallku' (líder indígena del Ejército Guerrillero Tupak Katari) fue aprehendido en 1992, ante la pregunta de una periodista del por qué de sus acciones extremas, éste dijo: 'porque no quiero que mi hija sea tu empleada'. El 'temible Mallku' resumió así la razón de sus demandas expresadas con violencia, sí, ante siglos de opresión. Aquella frase quedó sellada para siempre.

Son casi las dos de la tarde cuando Yolanda y Antonia se acomodan alrededor de una pequeña mesa circular, frente a un micrófono grande que pende desde el techo. Sobre la mesa están los periódicos del día y una computadora 'laptop' que ilumina sus rostros mientras buscan en la pantalla cualquier información útil, mensajes de sus oyentes, y rara vez sus propias anotaciones. Todo está en su cabeza, dirá luego Yolanda. No hay ningún otro papel sobre la mesa. Los libretos ya no son imprescindibles como antes, cuando empezaron hace dos años.

Yolanda lee con dificultad pero maneja la computadora como ninguna. Sabe editar las grabaciones utilizando complejos programas digitales como el 'Vegas' o el 'Sound Force' comenta, pronunciando con dificultad. Y como niña en la primaria se acerca demasiado al periódico en su intento por leer sin tartamudear demasiado cuando la luz roja que tiene enfrente se enciende indicándole que está 'al aire'.

Habla Yolanda y ríe todo el tiempo. Luego habla Antonia, que es más reposada, y lo hace como locutora profesional. Es clara y precisa. Y entre ambas se pasan la palabra: 'sí, Yola, claro Antonia, como dice Yola, ahora Antonia, gracias Yola…' Y así.

No sé si su dificultad con el idioma castellano las hace redundar más de la cuenta en ciertos temas o ellas repiten las cosas una y otra vez porque frente al micrófono son dos peces en el agua.

Pero no siempre fue así. De hecho, Yolanda no se inició como conductora del programa, sino como productora. No tanto por temor al micrófono, sino porque conoce sus limitaciones y hablar castellano a la perfección todavía le cuesta. Pero Yola habla con firmeza. Es franca y dice lo que piensa. Ese es su capital. Ella ha vivido lo que cuenta.

'Hablar en primera persona'

En este programa radial la autoridad está dada por la experiencia. Por eso el punto de partida del proyecto es tomar la palabra sin intermediarios. 'Hablar en primera persona'. Ese es el planteamiento del taller de radio 'La voz de mi deseo', que lleva adelante el colectivo feminista Mujeres Creando a partir de su propia emisora, Radio Deseo cuyo programa estrella es sin duda 'Soy trabajadora del hogar con orgullo y dignidad'.

Nunca antes los medios de comunicación habían prestado atención a las trabajadoras del hogar, salvo alguna noticia diminuta. Mucho menos era posible pensar que fuesen ellas mismas quienes tomasen los micrófonos. Pero esa fuerza revoltosa no apareció de repente. Tiene una larga historia de lucha.

El tranvía es para las que trabajan

Cargada de bultos y canastas Petronila Infantes subía al tranvía. Era el año 1933 en la ciudad de La Paz. Debía movilizarse desde el mercado hasta su lugar de trabajo y viceversa. Acabada la guerra del Chaco que enfrentó a bolivianos y paraguayos, Petronila, que vivía en el campo, quedó desempleada y viuda. Su marido murió en la guerra dejando a Petronila librar su propia batalla. Y así fue. Muy joven, junto a su madre y sus hijos pequeños, partió a la ciudad en busca de empleo. Consiguió un puesto como cocinera. Y al igual que ella, eran muchas las mujeres indígenas y campesinas, viudas y trabajadoras, las que subían al tranvía con sus abultadas polleras (faldas plisadas típicas de la vestimenta indígena), bultos y canastas que ensuciaban y rasgaban las medias de señoras y señoritas impecables. Esa fue la queja que esas damas presentaron a la Municipalidad buscando impedir que las cholas subieran al tranvía.

Ganaron la batalla las cholas trabajadoras lideradas por Petronila Infantes. Armaron una gran manifestación alegando su derecho al trabajo y su necesidad mayor del uso del tranvía. El ejemplo de Petronila sigue vigente pero casi un siglo después la historia cambia poco.

Yolandita Mamani

'¡Pucha! ¿Esto es la ciudad? ¡Prefiero irme a mi pueblo!' protestó Yola ante el frío que la recibió en la gran ciudad, La Paz. Llegó en pleno invierno y a la ladera norte, en la avenida Periférica cuyo nombre lo dice todo. Allí alquilaba su tía una pequeña vivienda. Para colmo, no había agua. Había que caminar tres o cuatro cuadras hasta una pileta pública, cargando bidones. Además, como pago por el hospedaje, Yola debía cuidar a una niña de apenas 2 años, hija de su tía. Yola tenía 9. Era una niña a cargo de otra niña. Yola, como miles igual que ella, había abandonado la escuela.

'Así comencé a trabajar', recuerda hoy Yolanda, sentada alrededor de una mesa del restaurante de la casa 'La virgen de los deseos', donde también funciona la escuela de radio y la emisora misma. Yola está feliz, radiante. 'Soy muy reilona, no sé…' se disculpa. Pero de pronto sus ojos se humedecen cuando recuerda dos cosas: las palizas que su papá le daba a su mamá en el campo cuando ella era niña, y su vida en su primer empleo en la ciudad, donde se mantuvo durante 11 años. Toda su vida, susurra, con los ojos al jugo.

Yolanda Mamani Mamani nació en una comunidad de 48 casitas y 170 habitantes de nombre Santa María Grande, en Warisata, cerca al lago Titicaca, en La Paz. Una pampa extensa y fría donde se siembra haba, arveja, oca y sobre todo papa para el autoconsumo. En Santa María Grande todos son pobres (93.27%) y la mitad de las mujeres son analfabetas.

Por eso don Pedro, el papá de Yola, quiso que su hija se fuera a la ciudad para aprender castellano. Era él quien llevaba a Yola y a su hermana, en burro, hasta cierta parte del camino rumbo a la escuela. Luego había que caminar una hora y media. Su hermano iba en bicicleta. 'A veces llegábamos mojadas o sin zapatos' cuenta Yola, recordando los días de lluvia o las veces que al cruzar el río la fuerza del agua las vencía y se llevaba sus zapatos. Encima, la profesora las reñía. Ahora que piensa, cree que todo eso la impulsó a dejar el campo, además de mirar a los muchachos que volvían de la ciudad, más despiertos y bien vestidos, dice. Por eso, un día de esos ella también partió a la ciudad para nunca más volver. O quién sabe.

La paradoja

En la ciudad, la tía con la que vivía de pronto se marchó, dejando a Yola, niña, sola. Por fortuna, la dueña de casa le consiguió un empleo como trabajadora del hogar. Yola tenía entonces 12 años. 'Creo que no alcanzaba ni a la mesa de planchar', cuenta Yola riendo. Y describe a esa familia con la que vivió 11 años de su vida, con cariño y nostalgia. Llora. Luego se repone y retoma su discurso. Porque durante todo ese tiempo sólo le pagaron 350 Bs. mensuales (50 dólares americanos). Mucho menos de lo que indica la ley como salario básico y sin ningún beneficio social. Pudo terminar la escuela, eso sí, pero cuando quiso entrar a la Universidad la despidieron. No quisieron pagarle sus beneficios y eso fue todo.

Pero Yola tiene los sentimientos encontrados. Recuerda a su 'jefe' como a su protector. Cuenta cómo él la llevaba y recogía del colegio en auto todos los días, o cómo la llevaba a casa de sus amigos y le conseguía un televisor, algún jueguito o finalmente su celular para que la niña pudiese jugar mientras él parrandeaba. Y cuando su 'jefe' se casó, Yola sabía mucho más que la esposa acerca de sus gustos y mañas. También se encariñó de los niños cuando nacieron y hasta de los perros que Yola llama 'mascotas'. Ella era la dueña de casa y, como su mismo 'jefe' le decía, era 'parte de la familia'.

Yola describe así esa relación tan habitual en Bolivia entre empleadores y empleados del servicio doméstico. Una relación ambigua, mezclada de afectos, pero finalmente perversa.

Porque la gran mayoría de estas mujeres llega del campo a trabajar como empleadas domésticas (apelativo que ellas rechazan y llaman hoy 'trabajadoras del hogar') y al cabo de un tiempo, dependiendo de su suerte, entablan con la familia una relación afectiva que en muchos casos disfraza el abuso laboral y omite derechos básicos. Es una relación perversa porque estas mujeres sustituyen a su familia campesina por esta nueva familia que es, como dice Yola, lo único que tienen. Pero el afecto termina cuando ellas reclaman sus derechos.
Ver Las trabajadoras del hogar en Bolivia

La Radio. 'Soy trabajadora del hogar con orgullo y dignidad'

'Parece que el Sindicato de Sopocachi había logrado algún convenio con Mujeres Creando' recuerda Yola. Y tiene razón. El sueño de ese sindicato, de contar con un programa radial propio, estaba a punto de concretarse. Ya habían estado trabajando con el colectivo feminista Mujeres Creando que hace 4 años cuenta con la Radio Deseo. De modo que todo encajó perfectamente. Radio Deseo creó la escuela radial 'La voz de mi deseo'. Invitó a participar a aquellos sectores sociales marginados, estigmatizados, 'ninguneados', y quienes mejor respondieron fueron las trabajadoras del hogar, de larga trayectoria organizativa. Luego de 4 meses y 28 participantes nació el programa 'Soy trabajadora del hogar con orgullo y dignidad'.

Yola asistió a ese taller de radio. 'Voy a ir, sí, sí, sí. Yo voy a ser la primera persona en tomar la palabra. Yo voy a hablar en primera persona, he dicho', cuenta, y sus ojos brillan. Recuerda que dieron el taller destacados radialistas bolivianos como Rubén Atahuichi, Guimer Zambrana, Ana Limachi y Helen Álvarez, directora del proyecto. 'Para mí todo es noticia, depende el enfoque que uno le dé' asegura Yola, con el aplomo de una profesional. Luego ella aprendió por sí misma a manejar la consola, el internet, pudo musicalizar, grabar, editar 'todo, todo, todo' dice, sabiéndose parte imprescindible del equipo. Además de ser co-conductora, investigadora y editorialista, Yolanda Mamani es la productora general del programa.

Respetuosas de su organización, las 15 mujeres que quedaron del taller y que ahora son parte del equipo del programa se reúnen cada fin de mes para planificar y revisar contenidos. 'Es haarto trabajo', comenta Yola. A fin de año tienen una reunión más larga donde planifican los siguientes 6 meses. Todas son responsables de un sector. Graban y entregan. Luego Yola editará. Por ese trabajo son remuneradas. Yola y Antonia ganan un sueldo. Las apoya un proyecto de la organización Tierra de Hombres Suiza en Bolivia.

Algunas compañeras no han podido continuar porque su trabajo no les permite. Otras consiguen permiso, hacen su parte y entregan a la radio. 'Es que tiene que haber también compromiso con el sector', alega Yola, esta vez seria. Yola tiene suerte porque además de la Radio, ahora trabaja en casa de una extranjera que le paga un buen sueldo además de apoyarla en su emprendimiento como radialista. Allí Yola deja la comida lista y sale corriendo, 'es que tengo entrevista con el ministro, jefa', le dice y se va.

Un largo camino

Yolandita Mamani es su nombre en Facebook. Allí escribe como habla: riendo. Por las mañanas saluda dando los buenos días y por las noches se despide deseando dulces sueños. El suyo es, quizás algún día, hacer un programa de radio en su pueblo. Enseñar. Hablarles de sus derechos y decirles que se puede salir adelante.

En Santa María Grande no hay radio. A veces un poco. Tampoco llega movilidad, sólo los domingos. Por eso Yola no va mucho. Por eso sus padres no saben lo que hace aquí en la ciudad. No saben que su hija es famosa. Ellos tienen otras urgencias. 'Tal vez algún día les grabe un poco y les haga escuchar', dice Yola sin darle al asunto mayor importancia.

Falta poco para las dos de la tarde. Hora del programa. Allá va.

Más información: Un programa en Aymara; Las trabajadoras del hogar en Bolivia.


Este artículo se enmarca dentro del proyecto América Latina en perspectiva de género II, que se realiza con el apoyo del C3, la unidad regional de análisis de la comunicación para América Latina de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES) de Colombia, en asociación con el área de género de la FES GENERO y la Asociación Civil Artemisa Comunicación en Argentina.

Con él, buscamos producir y difundir notas de autor(a), con enfoque de género, de 15 países de América Latina. Para eso contactaremos a 15 periodistas de distintos países del continente para que relaten con personalidad y sensibilidad un aspecto de lo que sucede en sus países.

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