Recuerdo como si fuera ayer el día del golpe de estado. Yo estaba en mi casa, y un sonido extraño, como de cuchillos rasgando el cielo me despertó.
Yo nací en época de dictaduras y golpes de estado (en 1975), pero no recuerdo las historias que me cuentan sobre los días en que el país amanecía militarizado, y se anunciaba en cadenas de televisión y radio que los militares tomaban (nuevamente) el poder. A pesar de eso, sentí un miedo enorme y sordo cuando vi aviones de guerra que surcaban el cielo. Sin duda, hay una memoria histórica, colectiva, subterránea, que va mas allá de lo que hemos vivido.
Inmediatamente, prendí la televisión para ver noticias, para saber qué es lo que estaba pasando. Vi imágenes que no podía creer… la casa presidencial tomada por el ejército, la noticia de que habían secuestrado a Mel Zelaya y lo habían llevado a Costa Rica, y que Roberto Micheletti, el entonces presidente del Congreso Nacional, había asumido la presidencia. Quince minutos después cortaron la luz y fue imposible tener más noticias. Sin saber qué hacer, llamé a mis compañeras feministas, preguntándoles: ¿Qué hacemos?
Mel Zelaya no era para mí, como para muchas de nosotras, “santo de mi devoción”. Los periódicos de mayor circulación en el país se habían encargado de “informarnos” sobre la corrupción y el desorden político de su gobierno; pero habían manipulado maliciosamente todas las noticias sobre las ventajas que trajo para Honduras la adhesión al ALBA en el 2008, que permitió la entrada de recursos financieros al país a través de préstamos y donaciones y una rebaja sustancial al precio de los combustibles; el aumento del 60% del salario mínimo, que hasta entonces, era uno de los más bajos de Centroamérica[1]; y otras acciones que realizó a favor de las grandes mayorías empobrecidas del país, pero que lo pusieron en contra de los grandes dinosaurios, de los ricos del país.
Cuando el proyecto de la Cuarta Urna es presentado formalmente por Mel Zelaya, algunas organizaciones del movimiento feminista y de mujeres decidieron apoyar esta propuesta. Aunque en un principio había mucho recelo a la Cuarta Urna, Mel logró cada vez más apoyo de los movimientos sociales, que vieron en este proyecto una oportunidad histórica para el reconocimiento de sus demandas.
La nueva alianza entre una parte del movimiento feminista y el presidente en torno al Cuarto Urna tenía un antecedente: en abril del 2009 grupos fundamentalistas religiosos lograron que el Congreso Nacional aprobara una ley para prohibir el uso y distribución de las Pastillas Anticonceptivas de Emergencia o PAE, legales en el país desde 1992. En ese momento, las feministas hicimos un pacto político con Mel Zelaya, y logramos que el 19 de mayo de ese año, Zelaya vetara este proyecto de ley. El segundo día después del golpe de estado, se aprobó una ley para prohibir el uso y distribución de las Pastillas Anticonceptivas de Emergencia o PAE. Pero más allá de todo esto, el peligro inminente que representaba la presencia militar en las calles y en la casa presidencial, y el darnos cuenta que estábamos regresando a la época de los golpes de estado, hizo que desde el 28 de junio, las feministas nos fuéramos desde tempranas horas de la mañana a la casa presidencial. Allí nos encontramos todas, con nuestros rostros expresando sorpresa e indignación. Recuerdo que ese día una de las compañeras llevó un cartel que decía “Feministas en Resistencia contra el golpe”. Esa fue la primera vez que nos nombramos. Allí nacimos, en medio del humo de las llantas quemadas, de las balas que dispararon.
Desde los primeros días del golpe de estado, organizaciones feministas y del movimiento amplio de mujeres nos reunimos para analizar la situación del país y para planificar las acciones a futuro. Por primera vez en mucho tiempo logramos sentarnos a conversar, a discutir viejos temas relegados en nuestra agenda. Casi siempre después de las marchas nos reuníamos, algunas veces llegamos eufóricas, alegres, con la energía y la fuerza que te da estar en las calles; otras veces llegábamos asustadas, oliendo a humo y a bombas lacrimógenas, con el miedo pintado en nuestros rostros. Ese espacio fue un lugar para consolarnos, para abrazarnos, para acompañarnos, pero también fue un lugar de reflexión política y de análisis de la situación del país.
Puedo decir que las feministas fuimos quizás de los primeros movimientos sociales que tratamos de reflexionar sobre lo que estaba pasando, que intentamos producir un conocimiento colectivo basado en las experiencias de las demás, y en las opiniones y energía de las más jóvenes. En todo este proceso fuimos acompañadas por compañeras de Centroamérica, Sudamérica y Norteamérica, que casi desde los primeros días del golpe de estado se unieron a nuestra causa.
Qué hemos hecho
En un primer momento, la necesidad urgente e inmediata de luchar contra los militares, de detener la represión y de exigir el regreso al orden constitucional fue lo que nos motivó y nos guió para sumarnos a esta lucha. Pero desde el principio, también entendimos que era el momento para posicionar nuestras demandas, para ampliar los límites de nuestro proyecto feminista. En las calles, se podía ver nuestras mantas de colores pintadas con nuestros sueños, con mariposas, mujeres, flores. Las paredes de Tegucigalpa y de otras ciudades se empezaron a llenar con nuestros grafitis. Nuestras consignas “Ni golpe de estado ni golpe a las mujeres”, “Si hay opresión, habrá revolución”, “Alto al femicidio”, “Ni botas ni sotana contra las lesbianas”, “Saca tu rosario de mis ovarios”, se escuchaban en las marchas, mientras caminamos a la par del pueblo de Honduras exigiendo paz, libertad, igualdad, democracia, justicia.
Es innegable que nuestras propuestas han generado rechazo dentro de la Resistencia. En Honduras, al igual que pasó en muchos países de Latinoamérica, el movimiento feminista surge a mediados de la década de los ochentas de una ruptura dolorosa y radical con la izquierda y con otros movimientos sociales[2]. El feminismo, con su propuesta emancipatoria, trata de cambiar las relaciones de poder entre los géneros, lo que implica –y ésta es causa de la separación del feminismo de otros movimientos sociales-, la pérdida de poder económico y político para los hombres. Los prejuicios y las prácticas machistas y misóginas de los hombres de La Resistencia (sobre todo de los de mayor edad) han estado presentes. Al igual que pasó en la década de los setentas y ochentas, se nos empezó a decir que debíamos dejar “para después” nuestras demandas, y enfocarnos en lo que era más importante en ese momento: luchar contra los militares y la dictadura.
Esta ha sido la postura predominante en los movimientos sociales mixtos, pero también en el movimiento amplio de mujeres, que reproducen las prácticas y los discursos de estos movimientos. Se nos ha acusado desde siempre que hemos dejado de lado o hemos abordado de manera tangencial las demandas del movimiento de mujeres, como las relacionadas con los derechos económicos, el derecho a la tierra, trabajo, vivienda, recursos, etc. Sumado a este hecho, las pugnas por el poder, las relaciones verticales y prácticas asistencialistas que hemos establecido como norma entre las feministas y las “demás” mujeres organizadas no nos han permitido construir alianzas y un proyecto político conjunto, fortalecernos unas a otras, aprender entre nosotras.
Nosotras desde el principio dejamos muy claro que nuestras demandas eran innegociables, porque eran impostergables e igual de importantes que las otras. Esta ha sido una de las consecuencias del golpe de estado en nosotras. Hemos radicalizado nuestro discurso y nuestras prácticas, hemos perdido el miedo. Si antes pensábamos que algunas de nuestras propuestas, sobre todo las relacionadas con los derechos sexuales y reproductivos debían ser tratadas y posicionadas con cuidado y cautela, por el rechazo que generan tanto en la sociedad como en el estado, con el golpe esto cambió. Nos dimos cuenta que no podíamos esperar más, que era el momento de luchar por todo por lo que creíamos.
Estamos en un momento clave en la historia de nuestro movimiento feminista. Es el momento de romper las viejas barreras, de buscar nuevas formas de comunicación más constructivas e igualitarias, y de ampliar las posibilidades de nuestro proyecto feminista. Sabemos que vamos a encontrar resistencias dentro de La Resistencia, pero es un momento en el que toda Honduras está cambiando, en el que tenemos que aprovechar la coyuntura y las oportunidades que se nos presentan. Las evidencias son claras: hemos logrado una mayor apertura dentro de los movimientos de mujeres y los demás movimientos sociales a nuestras propuestas, las feministas tenemos mas representación y voz dentro de la Resistencia, se están haciendo procesos de concientización dentro del Frente, entre otros cambios.
Este diálogo debe abrirse también a feministas y movimientos sociales de otros países. Esto nos ha llevado a la necesidad de vernos y analizaros en un contexto más amplio, de historizar nuestra experiencia y trabajo dentro de los cambios globales y de las tendencias políticas más recientes. El golpe de estado nos sacudió, nos hizo repensarnos, redireccionar nuestro trabajo. Nos hizo ver hacia la América completa, hacia lo que estaba sucediendo en otros países.
Las feministas en defensa de los derechos humanos
Otro de nuestros trabajos fundamentales desde el golpe de estado ha sido recabar información sobre las violaciones a los derechos humanos de las personas en el contexto de la represión desatada por el golpe de estado, sobre todo de las mujeres.
Los informes de distintas organizaciones defensoras de Derechos Humanos apuntan que la represión ha tenido como saldo más de 86 personas asesinadas[3], aunque se estima que esta cifra puede ser mucho más alta. Entre 4,000 y 6,000 personas han sido detenidas ilegalmente después de las manifestaciones o durante los toques de queda. Al menos 222 personas de La Resistencia tienen o han tenido juicios políticos, acusadas por delitos como terrorismo, sedición, daños a la propiedad. Miles de personas han sufrido amenazas, hostigamiento y persecución[4]. Muchas juezas y jueces han sido perseguidos y hasta separados de sus cargos por aplicar de forma debida leyes, como el despido en mayo de este año 3 jueces, una magistrada y un defensor público del Poder Judicial. La libertad de expresión también ha sido violentada durante el golpe de estado, mediante la extrema violencia empleada por los cuerpos militares y policiales en las manifestaciones, que ha dejado como saldo miles de personas heridas durante o después de las manifestaciones; el asesinato de periodistas de la oposición; y la interrupción o cierre de los programas radiales de La Resistencia.
En el informe “Violaciones a los Derechos Humanos de las Mujeres después del Golpe de Estado en Honduras”, denunciamos que 7 mujeres de la resistencia han sido asesinadas con visos políticos, y que 20 personas de la comunidad LGTTB han sido asesinadas en el marco de los toques de queda, que eran decretos del gobierno donde se prohibía la libertad de circulación y de manifestación, entre otros derechos[5]. La inseguridad que se ha generado después del golpe de estado también se tradujo en un aumento de los femicidios en el país, ya que en el 2009, se produjeron 212 casos de femicidio, más que los años anteriores[6].
La represión contra las mujeres tiene la característica que va dirigido directamente hacia nuestro cuerpo sexuado, en una clara muestra del desprecio de esta sociedad al cuerpo y a la integridad de las mujeres. También, hemos podido comprobar que a medida que las mujeres hemos ido teniendo más visibilidad en la resistencia y en las manifestaciones, se ha incrementado la violencia policial contra nosotras, como si nos castigaran por ser mujeres y ejercer nuestro derecho a protestar. Sin duda, la violencia desatada contra las mujeres es expresión de odio misógino hacia las mujeres, que en contextos de guerra como el que se está viviendo, hacen del cuerpo de las mujeres un campo de batalla. Al menos 12 mujeres de La Resistencia han sido víctimas de violaciones sexuales cometidas por uno o más agentes de la policía o los cuerpos militares. 2 de cada 10 mujeres denuncian haber recibido agresiones sexuales durante o después de las manifestaciones[7].
Logramos presentar este informe en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en noviembre del 2009, lo que permitió que se conociera en el ámbito internacional la situación específica de violaciones a los derechos humanos que se están cometiendo en el país contra las mujeres. Además, hemos elaborado y difundido boletines sobre la situación del país y de las mujeres después del golpe; y comunicados y denuncias internacionales.
Las feministas también participamos en instancias de defensa y denuncia de los derechos humanos, como el Frente de Abogados Contra el Golpe de Estado y la Plataforma de Derechos Humanos de Honduras, desde las cuales se han documentado y presentado denuncias ante la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía, aunque estas instituciones han sido cómplices de las violaciones a nuestros derechos y de la impunidad que prevalece en Honduras. Hasta el 25 de noviembre, en coordinación con otras instituciones, hemos presentado 42 denuncias ante la Fiscalía por distintas violaciones a los derechos humanos; 43 recursos de amparo, 26 recursos de habeas corpus, y 10 recursos de inconstitucionalidad. Hasta el momento a estos recursos no se les ha dado el curso legal correspondiente (no son recibidos o no se ha realizado ninguna diligencia investigativa), lo que deja ver la completa indefensión en la que se encuentran las personas que han sufrido violaciones a sus derechos humanos. En contraste, hemos visto como el sistema de justicia actúa con una diligencia inusual para aprobar amnistías, leyes y decretos a los perpetradores del golpe.
Tengo que admitir que para muchas y muchos de nosotros, las palabras “derechos humanos” tienen ahora otro significado. Antes del golpe, de alguna manera identificábamos este concepto con la postura tibia de algunos organismos internacionales; que muchas veces se han limitado a incluirlo en sus discursos, pero en la práctica no hacen esfuerzos concretos frente a los gobiernos para reclamar su respeto y cumplimiento. Pero estos días de tanta obscuridad y zozobra, han sido nuestra herramienta de trabajo, forman parte de un lenguaje común que nos ha ayudado a trascender fronteras, que ha permitido que lo que ha sucedido en Honduras se conozca en todo el mundo.
Desde el golpe, las palabras democracia y ciudadanía también tienen otros significados. Si bien la consecución de una ciudadanía plena, activa y reivindicativa para las mujeres ha sido siempre parte de nuestras reivindicaciones, la historia que arrastramos de violencia política, golpes de estado y militarismo (a todo lo largo del siglo XX Honduras vivió 7 golpes de estado y más de 40 años de dictaduras militares), hizo que muchas nos contentáramos con la democracia que teníamos, con tener elecciones más o menos libres cada cuatro años, con haber logrado la aprobación de una ley donde se garantiza un 30% de la participación de las mujeres en los cargos de elección popular. Estábamos consientes de las limitaciones de nuestra democracia y de nuestro sistema político, pero de alguna manera, esa era la medida de nuestras aspiraciones. Pero esto también cambió después del golpe de estado.
Ahora nos queda claro que tenemos una clase política y empresarial, apoyada por las derechas y los grupos de poder de todo el continente, que va a impedir a toda costa que se realicen cambios sociales que transformen las estructuras sociales y de poder que determinan que Honduras siga siendo uno de los países más pobres del continente. Todo lo sucedido nos hizo ver la fragilidad de nuestra democracia, la necesidad de trabajar de forma más activa por un nuevo de sistema político donde los movimientos sociales tengan voz y voto, representación y cuotas de poder.
Que es lo que queremos…
Aunque dentro de La Resistencia tenemos claridad en cuanto a nuestros objetivos, todavía quedan muchas preguntas pendientes. ¿Cómo vamos a lograr detener los asesinatos y las violaciones a los derechos humanos? ¿Cómo logramos que este movimiento, nacido en la espontaneidad de la lucha se mantenga? ¿Cómo logramos una mayor cohesión y unidad dentro del Frente Nacional de Resistencia Popular, que es el nombre de la plataforma que surgió después del golpe, que aglutina a todos estos movimientos y organizaciones?
Teniendo en cuenta las condiciones actuales es difícil tratar de dar pautas acerca del futuro del país, dado que continúa la represión y el terrorismo de estado. Según uno de los últimos informes publicados en el país, desde que Pepe Lobo asumió el poder se han denunciado 707 casos de violaciones a los derechos humanos, 53 detenciones ilegales, y 23 barrios y colonias considerados como de La Resistencia han sido objetos de cateo por fuerzas de seguridad[8]. 28 personas de la resistencia han sido asesinadas en 4 meses de gobierno[9]. Las y los líderes de La resistencia continúan siendo objeto de amenazas y atentados, por lo que muchas personas han tenido que cambiar de ciudad o de país para salvar sus vidas.
De momento, las estrategias de La Resistencia apuntan a fortalecer este movimiento, y a la realización de una Asamblea Nacional Constituyente, de donde salgan las propuestas de construcción de un nuevo estado y de nuevas formas de participación política y construcción ciudadana más incluyentes y representativas.
En este proceso, las feministas estamos luchando por la reforma de los artículos constitucionales y de los textos de otras leyes y códigos, para que se incluya el principio de igualdad y de equidad entre los géneros como la base ética y política fundamental del estado de derecho. Luchamos por la refundación del estado, por la abolición del ejército, por un estado laico, por la transformación de las estructuras estatales y los poderes públicos, por la refundación del Instituto Nacional de la Mujer, que después de golpe se ha aliado con los sectores más conservadores del país, lo que ha provocado un franco retroceso a nuestros derechos humanos. Peleamos por nuevas formas de participación política, donde las mujeres tengamos acceso a los puestos públicos, y seamos parte de los procesos políticos de transformación del país. Exigimos que los presupuestos del estado sean articulados desde la perspectiva de género, de manera que todos los programas y proyectos contemplen recursos equitativos para las mujeres.
El reconocimiento y libre ejercicio de los demás derechos sexuales y derechos reproductivos de las mujeres se han convertido, hoy más que nunca, en el centro de nuestras luchas. Proponemos y luchamos por el derecho a la elección libre y voluntaria de la maternidad, a la interrupción legal del embarazo; la diversidad sexual, y la derogación de las leyes que prohíben el uso y distribución de las Pastillas Anticonceptivas de Emergencia. Exigimos al estado la obligatoriedad del estado de impulsar reformas en la currícula educativa y en los planes de estudio de las escuelas, colegios y universidad encaminadas a instituir la educación en derechos humanos de las mujeres, sobre todo, en lo relacionado con el derecho a la vida no violenta y a los derechos sexuales y los derechos reproductivos de las mujeres.
Decimos ¡no más! a la violencia contra las mujeres. Exigimos que en el nuevo estado que queremos, se implementen políticas públicas y programas estatales que tomen medidas contundentes y efectivas para parar los femicidios, para sancionar como se debe la violencia contra las mujeres en todas sus manifestaciones.
Estas son nuestras luchas. Las mujeres somos estrellas luminosas y ardientes cuando olemos opresión, como dice Blanca Guifarro, poetisa hondureña. Las Feministas en Resistencia nacimos el 28 de junio, día del nefasto golpe de estado. Hemos estado día tras día en las calles marchando con todo el pueblo hondureño, que dijo NO MAS a las injusticias cometidas. Sabemos que el camino que nos queda es largo, que nos falta todavía mucho por recorrer y luchar, pero nos guía la convicción de la búsqueda de la justicia, de que podemos construir un mundo diferente, una matria diferente, donde las mujeres tengamos el lugar que nos corresponde.
Adelay Carias, hondureña, es escritora e investigadora, y miembro de Feministas en Resistencia.
[1] Jose Antonio Cordero. Honduras, desempeño económico reciente. Center for Economics and Policy Research. Washington D.C. Noviembre 2009.
[2] Sobre la historia del movimiento feminista en Honduras, se puede consultar a Rina Villars. Para la casa más que para el mundo: Sufragismo y Feminismo en la Historia de Honduras. (Honduras: Editorial Guaymuras, 2001).
[3] Este dato se obtuvo de información proporcionada por organizaciones defensoras de derechos humanos, como el Comité de Familiares y Desaparecidos de Honduras, COFADEH, del Centro de Prevención y Tratamiento de la Tortura (CPTRT), del Centro de Información y Promoción de los Derechos Humanos, CIPRODEH, de las Feministas en Resistencia; de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, y Amnistía Internacional, entre otros; y denuncias realizadas a través de medios electrónicos, como www.voselsoberano.com, y www.defensoresenlinea.com. Sin embargo, hay que tener en cuenta que según los registros del COFADEH, que es la organización que ha hecho un trabajo de sistematización más completo, se han producido 47 asesinatos desde el golpe de estado. Para más detalles ver Comité de Familiares y Desaparecidos de Honduras, COFADEH. Informe Situación de Derechos Humanos en Honduras. III y IV Informe del COFADEH en el marco del golpe de estado. Tegucigalpa, Honduras, octubre 2009-Enero 2010; y Comunicado del COFADEH, “Suman 707 agresiones a derechos humanos por causas políticas tras 4 meses del régimen”, del 3 de junio del 2010, publicado en www.voselsoberano.com.
[4] Idem anterior.
[5] Red Lésbica Cattrachas. Asesinatos en el marco del golpe de estado de la comunidad LGTTBI Honduras. Tegucigalpa, 27 de enero del 2010.
[6] Centro de Estudio de la Mujer, CEM-H/Central America Woman Network, CAWN, Memoria Encuentro: Análisis y aportes jurídicos para la penalización del femicidio en Mesoamérica. Tegucigalpa, 2010.
[7] Feministas en Resistencia-Honduras. Violaciones a los Derechos Humanos de las Mujeres después del Golpe de Estado. Tegucigalpa, 25 de noviembre del 2009.
[8] Datos proporcionados por el Comité de Familiares y Desaparecidos de Honduras, COFADEH, del 30 de enero al 30 de junio del 2010. Para mas referencias ver www.voselsoberano.com.
[9] Según el informe anteriormente citado, la cifra de asesinatos políticos desde el 30 de enero hasta el 30 de junio es de 12 personas. Sin embargo, una lista elaborada de acuerdo con las noticias publicadas en diferentes diarios del país arroja un total de 28 asesinatos políticos.
* Adelay Carias, hondureña, es escritora e investigadora, y miembro de Feministas en Resistencia..
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