Cambiar las subjetividades y conductas de hombres y mujeres si hablamos de sexualidad, no es tarea fácil que se logre de un día para otro. Cuesta años y dedicación, no solo de las personas implicadas, la comunidad, sino también precisa del apoyo incondicional del Estado, como reflejo de una política social que no discrimine o prejuicie lo más íntimo del comportamiento humano.
Esta fue la premisa que guió la política cubana en torno a la sexualidad, desde que surgieran los primeros programas y proyectos, algunas veces dispersos, pero que luego fueron confluyendo en un mismo eje, donde se ponderó por encima del tradicional enfoque biologicista conductista, una estrategia de orientación y educación sexual.
Así aseguró Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual en Cuba, durante el I Congreso Ibero Cubano de Género, Educación, Salud y Desarrollo Humano, y el IV Taller Iberoamericano de Educación Sexual y Orientación para la Vida, que sesiona, a partir del 10 de junio, en la capital cubana.
Desde el año 1959, al triunfar la Revolución Cubana, en el país se conformaron diversos proyectos dirigidos a promover una política social libre de discriminaciones, y que ponderara la igualdad entre hombres y mujeres, explicó.
Fue así que, poco a poco, se trazó el camino para el desarrollo de la educación sexual y las primeras estructuras encargadas para su inserción en las políticas sociales, que superaron las resistencias culturales.
Momentos cruciales serían entonces la creación de la Federación de Mujeres Cubanas, la extensión de la educación sexual a toda la población con apoyo de publicaciones científicas y medios de comunicación, así como la formación de profesionales en Sexología y Educación Sexual, y la apertura de servicios de atención especializada a personas transexuales, que chocaría con no pocos tabúes y prejuicios de una sociedad patriarcal por naturaleza.
En 1979 se estableció la comisión de trabajo permanente para la Atención a la Igualdad de Derechos de la Mujer, la Niñez y la Juventud de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que marcó un hito en la institucionalidad de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
HISTORIA NECESARIA
En un desmontaje histórico de la sexualidad y su inclusión dentro de las políticas sociales en Cuba, Mariela Castro comentó como a partir de la década del 90, con el impacto económico que viviera el país, se motivó el crecimiento teórico, metodológico y práctico de la educación sexual, que desde entonces asumió una perspectiva de género como eje principal.
La génesis de toda intención consistía en promover la salud sexual como un elemento fundamental de la calidad de vida en los diferentes grupos etáreos y poblacionales, a las puertas de un nuevo fenómeno como lo sería el envejecimiento poblacional.
Así se sumaron programas nacionales de gran impacto como el del Centro de Prevención de ITS/VIH-Sida, el proyecto HSH, el de formación de promotores de salud sexual en la población transgénero, y la constitución de una comisión nacional para la prevención de la violencia intrafamiliar.
Ante estos contextos el país se abría a realidades humanas muy complejas, de la mano de cambios estructurales y sociales, muchos de incidencia internacional, en los que se hacía imprescindible la defensa de la plenitud de derechos sexuales como máximo exponente de la felicidad.
Si bien es cierto que, amen de todos los esfuerzos las reticencias persistieron, nuevas conquistas fueron ganándose de la mano de un empeño dirigido a la modificación de estereotipos y prejuicios, que promovieran actitudes y conductas favorables al desarrollo de una sexualidad sana, responsable y placentera.
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