A lo largo de la historia las mujeres hemos luchado por nuestra emancipación, nos hemos rebelado contra el patriarcado y el papel social que nos otorga. Desde la época de Roma o Grecia hasta nuestros días podemos encontrar el reflejo de esa lucha de manera individual o colectiva. Pero en aquellas épocas los esfuerzos se dirigían a contrarrestar la idea del pensamiento dominante que proclamaba la inferioridad de las mujeres con respecto a los hombres sin cuestionar la autoridad masculina.
Es en la ilustración cuando nace una teoría crítica que rebatía al patriarcado y la posición en que coloca a las mujeres. Por primera vez las mujeres cuentan con una teoría que recoge y canaliza sus reivindicaciones y les permite visualizar sus intereses, identificar sus aspiraciones de manera colectiva y exponerlas en público de manera organizada. Este feminismo, denominado ilustrado, fija la idea de igualdad unida al concepto de ciudadanía, genera un gran debate acerca de la igualdad en las capacidades y en la inteligencia entre hombres y mujeres, también reivindica con fuerza la educación para las mujeres incluida la educación universitaria.
Poco después aparece el sufragismo que fue un movimiento que unió a las mujeres alrededor de una reivindicación fundamental conseguir el voto femenino o lo que es lo mismo ser consideradas ciudadanas con derechos, en nuestro país esta lucha la simbolizó Clara Campoamor pues ella fue la encargada de defender este derecho en el parlamento español.
Recién estrenado nuestro derecho al voto, nuestro país sufrió un golpe de estado instaurando una dictadura que se alargó casi 40 años y que retrasó en derechos y ciudadanía enormemente a mujeres y hombres, pero la contundencia del retraso para las mujeres fue demoledora. A través de la denominada sección femenina se adoctrinaba a las mujeres para servir de complemento a los hombres. Fomentaba los valores tradicionales que evocan la figura de la madre y esposa sumisa como prototipo femenino. La ideología de la dictadura queda perfectamente reflejada en palabras de la máxima responsable de la sección femenina Pilar Primo de Rivera “Las mujeres nunca descubren nada; les falta el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles, las mujeres solo pueden interpretar, mejor o peor, lo que el hombre les da hecho”.
Esto fue un duro golpe para el feminismo en nuestro país, pero no acabó con él en la década de los 60 aparece el movimiento democrático de mujeres. Los partidos democráticos de izquierda, los sindicatos de clase que permanecieron o se desarrollaron en la clandestinidad tomaron cada vez más en consideración las reivindicaciones de las mujeres incorporándolas poco a poco a sus discursos y programas.
Superada esta negra etapa, nos tocó ponernos al día y fueron desapareciendo de nuestro ordenamiento jurídico leyes que perpetuaban la discriminación como la licencia marital o la de adulterio. La constitución del 78 nos devolvió los derechos de ciudadanía y nos dio un gran impulso en nuestro avance.
Las reivindicaciones de las mujeres a partir de aquí introducen una nueva perspectiva, matizando el objetivo final se exigen las mismas oportunidades, no se quiere igualar a hombres y mujeres. A esto se denominó: el feminismo de la diferencia.
En la década de los 80 los postulados feministas tuvieron una gran difusión y aceptación no solo por las organizaciones democráticas si no por gran parte de las mujeres españolas la igualdad de oportunidades tuvo un gran éxito y llevó a muchas mujeres a incorporarse a las instituciones, a la vida pública en general y muy especialmente al trabajo remunerado.
En estos momentos estamos empeñadas en romper el techo de cristal, en pasar de la igualdad legal a la real, contamos con más recursos más herramientas más plataformas para hacernos oír. Los planes de igualdad, observatorios de igualdad, la ley de igualdad, la ley contra la violencia de género esa violencia cometida contra las mujeres desde siempre y que por fin empezamos a entender como un problema social como una lacra para el progreso, estos instrumentos entre otros facilitan nuestra lucha.
Hemos avanzado mucho, hemos llegado muy lejos pero todavía nos queda mucho camino por recorrer en todos los ámbitos.
Si miramos a lo público: laboralmente nos cuesta más encontrar trabajo y cuando lo encontramos nos es más difícil promocionar; tenemos los peores contratos y cobramos menos. En la política, empresas, en los foros de poder estamos infra representadas, estamos en la base y nuestra presencia empieza a ser notoria en las zonas intermedias pero en la cúpula nuestra presencia es muy escasa y fugaz.
Pero es en lo privado donde nos queda más por hacer, la casa y el cuidado de la familia siguen siendo nuestra responsabilidad, a la que sumamos nuestra actividad pública. Aunque se han producido avances, sería absurdo no reconocerlos, la incorporación laboral de las mujeres ha supuesto un replanteamiento en lo privado pero todavía las mujeres dedicamos casi tres veces más de tiempo a la familia y el hogar.
El gran reto de hoy de este siglo, para nosotras es conseguir la corresponsabilidad, ni la participación ni la colaboración son suficientes tenemos que compartir lo privado para tener las mismas oportunidades en lo público.
En nuestro futuro más inmediato siguen teniendo vigencia reivindicaciones hechas desde hace siglos y otras más recientes pero tenemos que aprovechar las oportunidades de esta época. Las nuevas tecnologías tienen que ser nuestras aliadas por ello le damos la bienvenida al Ciberfeminismo o feminismo en red. Se desarrolla en internet y es una magnifica herramienta para crear redes de mujeres donde compartir conocimientos e información además es un magnifico medio de difusión y comunicación para trasladar nuestras opiniones, reivindicaciones y propuestas.
La igualdad es la razón que nos mueve y nos tiene que seguir moviendo aunque nos digan: “que más queréis si lo tenéis todo”. Porque el machismo sigue existiendo y se va adaptando, buscando fisuras, cambiando estrategias que le aseguren la supervivencia, bien sean micro machismos o nuevas masculinidades.
Para terminar unas palabras de Anna Julia Cooper que resumen el porqué de nuestro empeño: “La razón más fuerte que tiene la mujer para hablar es que el mundo necesita oír su voz. Sería una catástrofe para todo ser humano que quedase ahogado el grito de la mitad de la familia humana”.
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