Vivimos una era de incertidumbres, de cambios acelerados y de valores inciertos. Las antiguas certezas morales se diluyen y las fronteras de 'lo legítimo' y 'lo correcto' se desvanecen para dar paso a una realidad compleja, plural y diversa que es todo un desafío a nuestra capacidad de convivencia. Lo anterior se desprende de la lectura de varios textos de Jeffrey Weeks, uno de los autores que más ha reflexionado sobre los valores y la sexualidad1. Quienes han abordado el tema tienen percepciones similares. Enrique Luengo en su ensayo "Valores y religión en los jóvenes", apunta: "El mundo se encuentra en un vacío de sentido y en un proceso de transformación de sus valores y normas que no sólo afecta a las personas en su individualidad sino que es un fenómeno político y social de enorme magnitud"2. Por su parte, Enrique Alducin en su conocido libro Los valores de los mexicanos, escribe: "Las costumbres y tradiciones están en crisis como resultado de una sociedad cambiante"3. Se habla del colapso del sistema de valores dominante, del "descrédito de los valores morales absolutos". En las tres últimas décadas (llamadas por el conservadurismo "de anarquía sexual"), hemos asistido a la deserción en masa de jóvenes y adultos de la moral dominante.
Millones de personas, principalmente jóvenes, han abandonado los sistemas tradicionales de valores en aras de una mayor apertura a la diversidad y relatividad de valores. En esto último también hay una tendencia creciente a reconocer el carácter contingente de los valores y los sistemas de creencias; es decir, a reconocerlos como construcciones históricas y culturales que sufren adaptaciones, son creados o desechados de acuerdo con los procesos de cambio y de transformaciones sociales y económicas. Es claro, por ejemplo, que el crecimiento desmedido de la población mundial está cambiando nuestra valoración de la reproducción humana, o a la manera de Carlos Monsiváis: "las crisis económicas promueven el control de la natalidad por encima de fulminaciones del Papa"4.
La mirada pesimista, añorante y conservadora se lamenta por lo que llama "pérdida de valores morales". Por contraste, quienes perciben estos cambios como una oportunidad para redefinir, reinventar o redescubrir los valores que ayuden a una mejor convivencia dentro de la diversidad prefieren hablar de la "secularización de los valores morales" (Jeffrey Weeks). Es decir, el reconocimiento de los valores como productos del consenso colectivo y de la experiencia humana, liberados de dogmas religiosos o ideológicos.
Pérdida de credibilidad de las instituciones fundamentales como la escuela, las iglesias, el Estado, transmisoras de valores por antonomasia; revalorización y diversificación de la familia; mayor participación de las mujeres en el trabajo y en la vida pública en general; mayor 'permisividad' sexual; irrupción de formas alternativas de vida; desplazamientos masivos de población hacia las ciudades u otros países, etcétera, son algunos de los cambios que provocan inquietud y pánico moral. Pero esta incertidumbre, como señala Weeks, se hace sentir de forma muy especial en el ámbito de la sexualidad, "que ha sido recientemente el centro de una multitud de miedos y controversias morales", sobre todo a partir de la pandemia de sida. En particular, la liberalización del comportamiento sexual de los y las jóvenes es motivo de inquietud en el mundo adulto.
Es ahí donde más se han transgredido las normas morales tradicionales. La misma sexualidad ya no se concibe como algo esencialmente determinado por la naturaleza sino como un fenómeno social cambiante que "sólo puede entenderse en su contexto histórico y cultural específico" (Weeks), de ahí el carácter relativo de las normas sexuales establecidas.
Los valores en desuso
A pesar del creciente interés por conocer los cambios de valores de los mexicanos y las mexicanas de finales de siglo, aún son escasos los estudios al respecto aunque tienen a multiplicarse. Sin embargo, los existentes dan cuenta de muchos cambios y de algunas tendencias.
El espacio indispensable para el surgimiento de nuevos valores, apunta Carlos Monsiváis, es el desvanecimiento de la conciencia de culpa. A este proceso ha contribuido de manera innegable el arraigo de la secularización en nuestro país. Toda la moral tradicional descansa en la acción de "esa policía perfecta que es la conciencia de culpa", reforzada, según Monsiváis, por el culto y enaltecimiento del patriarcado; la "monogamía de aplicación unilateral (sólo para mujeres)"; la negación del placer; elevación de la ignorancia al rango de obediencia de la ley divina; odio a lo diferente; y manipulación de los prejuicios. Se trata de una moral que obliga a las mujeres a callar cuando son víctimas de abuso sexual por algún familiar en aras de la preservación de la familia.
Esa moral está ahora en retirada. La prueba más fehaciente es la crisis de credibilidad de la principal institución que la sustenta: la Iglesia católica. Sobre todo entre los jóvenes. Así lo consigna Luengo en su revisión de las encuestas sobre valores: "Donde existe un distanciamiento enorme es entre la normatividad moral a la que obliga la Iglesia y las actitudes de la mayoría de los jóvenes." El rector de la Universidad Latina de América, señala la tendencia de la juventud "a alejarse de la tutela de la Iglesia, relativizando creencias, retirándose de algunas de sus exigencias rituales y rechazando la obligatoriedad o prohibición de ciertas conductas", sobre todo las sexuales. En la sociedad de masas, afirma Monsiváis, es imposible controlar la conducta ajena. "La mayoría de los jóvenes, ni siquiera discute su derecho a ejercer su sexualidad."
Entre los factores corrosivos que han erosionado la moral tradicional podemos mencionar la globalización, la modernización, la explosión demográfica, la educación laica, la difusión masiva de la información sobre sexualidad (potencializada por la epidemia de sida), la divulgación científica, la influencia de la cultura del rock, la irreversible participación de la mujer en casi todos los campos, y, de acuerdo con otros autores, la influencia de los medios de comunicación (esa posmoderna encarnación del mal).
Lo que develan todos estos cambios es la complejidad social y la pluralidad de identidades que conforman a la sociedad mexicana. Se evapora el mito de 'La Gran Familia Mexicana' y en su lugar aparece un caleidoscopio de formas de ser y de pensar. De una sociedad acostumbrada al autoritarismo se transita ahora a una sociedad empeñada en ampliar sus márgenes de tolerancia: "la modernización apunta hacia un proceso de diversificación de los valores y de formas de ser del mexicano. Nos reconocemos como mexicanos en la diversidad" (Luengo).
El fin de una moral sexual única
Los cambios de valores relativos a la sexualidad apuntan hacia una mayor aceptación de las relaciones prematrimoniales, de la unión libre, del uso de métodos anticonceptivos, del divorcio como posibilidad legítima, de la regulación de la fecundidad y del uso de anticonceptivos, de la educación sexual en las escuelas públicas, de relaciones más igualitarias entre los cónyuges, y de la participación de la mujer en el mundo laboral y en otras actividades fuera del hogar. Estas tendencias al cambio nos son, por supuesto, parejas ni homogéneas ni generales. Dependen del sexo, nivel de ingresos, grado educativo, edad, lugar de residencia (rural-urbano), religión y hasta zona geográfica.
La distinción más presente es la edad. La mayoría de los estudios ubica a los y las jóvenes del lado de una mayor apertura, tolerancia y aceptación de los cambios socioculturales: "las posiciones tienden a volverse menos flexibles y más conservadoras a medida que se avanza en la edad" (Julia Isabel Flores)5. Sin embargo, advierte Luengo, aún aquí hay que tomar en cuenta la heterogeneidad juvenil, pues "Hay tantas identidades juveniles como tipos de jóvenes." Los otros factores de influencia creciente son los niveles de escolaridad y de ingresos: a medida que crecen es mayor la tolerancia y la apertura. El factor que perdió definitivamente su impacto es el religioso, pues a pesar de que entre 85 y 90 por ciento de los jóvenes se definen católicos, no se apegan a los comportamientos morales que les dicta su religión, porque no responden a sus circunstancias cotidianas ni a los avances del conocimiento, como se verá más adelante.
Al ponderar la magnitud de los cambios, debe tomarse en cuenta, de acuerdo con Julia Isabel Flores, la distinción entre valores proclamados y asumidos "El mero reconocimiento de un valor nuevo ya implica un cambio, aunque no sea tan grande si ese valor aún no se refleja en el comportamiento." Por ejemplo, la tolerancia es un valor aún en construcción. ¿Qué tan tolerante es el mexicano o la mexicana? El grado dependerá, como vimos, de su edad, nivel de ingresos, escolaridad y residencia. Pero en general, el grado de aceptación de la diversidad es desigual. En la Encuesta Nacional de Valores (ENV), a la pregunta de si aceptaría vivir con una persona de raza negra, la mayoría, 66 por ciento, contestó afirmativamente; con una persona de otra religión, 49 por ciento. En contraste, un porcentaje elevado, 73 por ciento, rechazó la posibilidad de convivir con un homosexual6. Otro tanto sucede, aunque en menor medida, con las personas afectadas por el sida: según la Encuesta Mundial de Valores (EMV), la mayoría de la población mexicana, 57 por ciento, no las quisiera tener como vecinas7.
La mejor actitud ante todo este aparente caos sexual no es la de añorar o tratar de imponer valores con olor a rancio. Para Enrique Luengo, "la creciente preocupación por establecer un horizonte claramente definido de valores que conduzca nuestro comportamiento colectivo" no debe hacernos caer en tentaciones autoritarias. Por su parte Jeffrey Weeks sostiene que debemos aprender a convivir con la complejidad y la diversidad irreductibles de la vida moderna. Y la primera condición es "aceptar el carácter contingente y radicalmente abierto de todos sus valores, y, en este sentido, abandonar la aspiración a un fundamento único". Y para ello estamos obligados a participar activamente en la definición y reafirmación de nuestros valores, es decir, en la formación de los consensos necesarios. Como concluye Carlos Monsiváis: "Este muerto Dios o no, los valores de la vida comunitaria hacen que no todo esté perdido."
1 Jeffrey Weeks. "Valores en una era de incertidumbre". Construyendo sidentidades. Siglo XXI de España Editores, 1995.
-- Ibid. "Valores sexuales en la era del sida". Debate Feminista, año 6, vol. 11, abril 1995.
2 Enrique Luengo González. "Valores y Religión en los Jóvenes". Jóvenes, una evaluación de conocimiento. La investigación sobre juventud en México, 1986-1996. Tomo I, Causa Joven, México.
3 Enrique Alducin. Los valores de los mexicanos. Fomento Cultural Banamex, 1986.
4 Carlos Mosiváis. "Ortodoxia y heterodoxia en las alcobas". Debate Feminista, año 6, vol. 11, abril 1995.
5 Julia Isabel Flores. Los mexicanos de los noventa. Instituto de Investigaciones Sociales. UNAM. Capítulo 4, 1997.
6 Ibid.
7 Ronald Inglehart, et al. World Values Survey. (Encuesta Mundial de Valores.). 1990?1993 The University of Michigan Press.
8 Estudio Valores de la Juventud. UNICEF/Comisión Nacional de la Mujer/Mori de México. 1998.
9 Educación Sexual en Primaria (414 entrevistas). El Universal/Alducin y Asociados 4 al 6 de agosto de 1998
10 La situación demográfica de México. Conapo. 1997
11 Luis Leñero Otero. Jóvenes de Hoy. Mexfam/ Editorial Pax. 1990.
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