Juana de Asbaje la denominó de una vez y para siempre nuestra recordada poetisa, ensayista y profesora universitaria Mirta Aguirre en su estudio Del encausto a la sangre, que le valiera un importante premio internacional en el México de los ‘70.
Esta monja mexicana —cuyo verdadero nombre era Juana Ramírez de Asbaje— nacería en San Miguel Neplanta, en 1651, con el estigma de ser hija ilegítima, en una difícil época para aquel México que, como Cuba y otros países latinoamericanos, eran guiados por la vetusta iglesia católica de entonces.
Sus biógrafos la definen como una niña prodigio que leía y escribía a los tres años y, poco después, aprendía latín en sólo veinte lecciones. Considerada la personalidad literaria más brillante del siglo XVII mexicano y una de las más grandes figuras del barroco en el denominado Segundo Siglo de Oro de las letras castellanas, su precoz talento, su inteligencia y prodigiosa memoria llamaron la atención de la virreina marquesa de Mancera, quien fue su mecenas y la llevó a la corte en reconociminto a sus dotes extraordinarias.
Estimulada por su confesor, el padre jesuita Antonio Núñez de Miranda, ingresó en 1667 al convento de las carmelitas descalzas de la ciudad de México, como única vía para proporcionarle los medios que sus capacidades merecían.
En su siglo, el estudio estaba prácticamente vedado para las mujeres; más aún, si se era de origen humilde y bastardo. Aunque debió abandonar el convento de San Juan por enfermedad, en 1669 ingresó definitivamente en el de san Jerónimo, en el cual llegó a poseer una biblioteca de cera de cuatro mil ejemplares y donde permaneció hasta su muerte, en 1695, ocasionada por una epidemia de peste, los 44 años.
Eran admirables sus conocimientos en teología, astronomía, música, pintura, filosofía e idiomas. En su amplia labor literaria abarcó diferentes géneros (comedias de enredo, mitológicas, autos sacramentales) y en su poesía empleó variadas formas métricas, entre ellas, muy particularmente, villancicos, sonetos y, sobre todo, décimas, por las que ha renacido en un asombroso revival ocurrido durante los últimos años en nuestro país, donde ha sido rescatada por numerosas poetisas de varias promociones, según ha demostrado la investigadora, ensayista y editora Mayra Hernández Menéndez en un volumen, cuyo título justamente es tomado de una de las espinelas de Sor Juana: Hombres necios que acusásis…Estudio sobre el discurso femenino en la décima en Cuba, merecedor del Premio Ensayo Razón de Ser 1999, otorgado por la Fundación Alejo Carpentier, y publicado por la Editorial Oriente en el 2001, así como en otros ensayos, divulgados en revistas especializadas.
El talento de la monja/poetisa fue reconocido tanto en México como en España, llegando a considerársele La Décima Musa. Su obra Inundación cristálida apareció en el Madrid de 1669, en Sevilla, en 1692 y hasta 1725, treinta años tras su muerte, se habían hecho veinte reediciones, hecho no común en aquella época, menos aún para una mujer.
Ello debe ser considerado como una proeza para una monja recluida en un lejano convento de la Nueva España (México). Pero Sor Juana fue, además, una polemista brillante, no sólo por la lógica de sus argumentos, sin también por la vehemencia expositiva y la calidad de su prosa. Así lo evidencia en su Carta Athenagórica, editada por Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla y dirigida a él. En este escrito, Sor Juana rebate argumentos teológicos del jesuita Antonio Vieira. Con esta famosa Carta… se dio inicio entonces a una polémica entre la monja y y el obispo.
En un alegato posterior, Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (seudónimo que empleaba el alto prelado), deja patente su criterio sobre el derecho que tenía la mujer a la liberta de expresión. Ello evidencia la valentía de Sor Juana, con lo que demostró que una polémica de estas características entre una monja, no importa lo brillante que fuera, y un obispo, era algo para lo que no estaba preparado su siglo. Y eso trajo sus graves consecuencias.
A partir de 1688 su producción decae ostensiblemente, y llega un momento en que no vuelve a ser editada en México. Esto ha dado motivo a múltiples y contradictorios puntos de vista entre historiadores y especialistas.
Actualmente existen fuertes argumentos que señalan que fue sometida a un juicio secreto por errores de religión. Lo cierto es que no se publicó más, aunque después de muerta se encontraron en el convento otros 15 manuscritos suyos.
Mas, no es de extrañar, ya que, según se ha dicho, esta mujer con tanto afán de conocimientos, al verse privada de los medios necesarios, sus últimos textos los haya escrito con sangre.
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