LA MUJER Y EL ESTADO
El primer gran avance del marxismo respecto a la situación de la mujer es señalar que la condición de la mujer está determinada no por sus características biológicas, sino por su posición en la estructura económica y social (El origen, la propiedad privada y la familia, F. Engels). Su dependencia está directamente en relación con los progresos técnicos y a la manera como es aligerada de sus obligaciones maternales por la sociedad. Podemos afirmar que la aparición del estado es un proceso paralelo al desarrollo del patriarcado. La humanidad ha vivido durante más de 30.000 años en una sociedad sin clases y sin estado. El primer estado aparece en Sumer 3.500 años antes de Cristo, para cumplir una función; la de instrumento de dominación de una clase sobre otra. Con el desarrollo de la agricultura por primera vez en la historia de la humanidad hay un excedente, una producción alimenticia mayor que la necesaria para sostener a los productores directos y la humanidad tiene la posibilidad de sostener a un conjunto de individuos que no se dedican a la obtención del alimento necesario. Este es un salto gigantesco que permite la especialización en el trabajo y el desarrollo tecnológico, pero a la vez aparece una capa social que se adueña de ese excedente y que articula unas fuerzas de seguridad para impedir su apropiación por personas distintas, ya sean del mismo clan o de otro diferente. El desarrollo del estado no es un proceso lineal ni determinista, hay muchas tribus y clanes que no llegaron a desarrollar ninguna forma de estado y desaparecieron o llegaron a los albores del capitalismo como una sociedad sin clases.
¿Qué tiene que ver el patriarcado con la aparición del Estado?
Engels y Paul Lafarge, basándose en estudios de Lewis Morgan, defendían la existencia de un matriarcado, entendiendo como tal una organización social en la que la mujer tenía una posición dominante sobre el hombre. No iban muy desencaminados, aunque parece ser que la dominación tal y como la conocemos hoy no tiene paralelo. Está generalmente aceptada la teoría de la existencia de dos tipos de organizaciones primitivas; las sociedades matrilineales, donde el hombre va a vivir a la tribu de la mujer y las patrilineales, en las que es la mujer la que abandona su tribu. Los antropólogos definen a las sociedades matrilineales como tipos de organización social igualitaria, en las que las tareas de producción se repartían entre hombres y mujeres, sin que ello implicase un mayor status, privilegio o acceso al poder e un sexo sobre el otro.
En nuestros días, algunas de las sociedades preindustriales del África Occidental, Yoruba, Ibo, Igbo y Dahomey o los Iroquenses en el Norte de América muestran restos de sociedades matrilocales. Igualmente durante esa época existieron tribus o clanes patrilineales, en las que la mujer perdía su estatus de igualdad al abandonar su tribu. En estas sociedades se comienza a organizar la producción en torno al trabajo del hombre, y tienen como característica común el incipiente desarrollo de la organización guerrera. La mujer en estas sociedades tiene como rol principal la tarea reproductiva. Es una cuestión muy significativa de la posición de la mujer en estas sociedades el hecho de que si la mujer abandona la tribu, su tribu de origen esta obligada a ofrecer a otra mujer en edad reproductiva. Esto no sucede en las sociedades matrilineales, el hombre puede abandonar la tribu y disolver la unión en cualquier momento sin entregar nada a cambio. Respecto a la aparición del Estado, podemos afirmar que las sociedades patrilineales dieron origen con bastante más éxito al estado y sin duda se apoyaron y explotaron la posición de desigualdad de la mujer. También está comúnmente aceptado, que la aparición de una posición de desigualdad de la mujer, es anterior a la sociedad de clase, el Estado y la propiedad privada (las mujeres fueron antes propiedad de la tribu que propiedad individual, de un solo varón). Pero existe una estrecha relación entre el Estado tal y como lo conocemos hoy y el desarrollo de las sociedades patrilineales.
Con la aparición de las ciudades-estado como en Grecia, las diferencias de clase se acentúan, hay una clase productora, los esclavos y una dominante. Las mujeres en muchas de estas sociedades ya han perdido su posición de igualdad y forman parte de las posesiones del marido, de un templo, o de un ciudadano, en el caso de las esclavas. Entre las leyes y códigos que contribuyeron a mantener la opresión y control sexual de la mujer está la Ley mesoasiria, uno de los ejemplos más antiguos y conocidos. Según esta ley, sólo las mujeres que están bajo la protección de un hombre son respetables y llevan velo. El resto son “mujeres públicas” y no pueden cubrirse, bajo pena de ser castigadas (artículo 40). Otro ejemplo es la Ley Hammurábica, que entiende el adulterio como violación del derecho de propiedad del marido, e igualmente cuando una mujer era violada la parte agraviada era su padre o marido. En el imperio romano la mujer no tenía estatus jurídico, aunque podía tener propiedades a su nombre, como en algunos casos los esclavos.
En la Edad Medida y el Renacimiento en Europa solamente adquirían derechos las mujeres de las clases poseedoras, no era raro encontrar a mujeres de la nobleza al frente de sus posesiones e incluso de reinos. También tuvieron una importante cuota de poder las abadesas, a las que se les reconocía derechos sobre los bienes de las abadías y poder político sobre sus súbditos. Sin embargo, las desposeídas o las mujeres de los campesinos libres, que en general no participaban de las principales tareas productivas, agricultura y pastoreo, difícilmente tenían algún derecho y se encontraban totalmente sometidas a las autoridades seglares o eclesiásticas y a sus propias familias; maridos, padres, hijos y hermanos. Durante la revolución francesa las mujeres estuvieron participando en todas las insurrecciones, cuando no al frente de ellas, sin embargo sus reivindicaciones de igualdad en derechos políticos fueron ignoradas. También participaron en otros grandes hitos de la historia de las luchas como la comuna de Paris. Durante todo el proceso que culminó con la Revolución Rusa de 1917 las mujeres estuvieron por igual que los hombres a la cabeza de las luchas, el ruso fue el primer ejército que incorporó a la mujer. La Revolución de febrero comienza en Petrogrado con una manifestación de 10.000 obreras del textil, a la que se fueron uniendo trabajadores y que acabó en una huelga general detonante de la revolución.
Con la llegada del capitalismo, después de la revolución burguesa, no hay tradición que resista frente a la búsqueda del lucro, y si alguna institución se opone a la obtención del máximo beneficio desaparece. La incorporación de mano de obra femenina al sistema de producción es masiva y ello implica la salida del hogar, el cambio del sistema familiar y la menor influencia del adoctrinamiento religioso. No queremos con ello decir, que el sistema capitalista sea capaz de liberar a la mujer, sino que el desarrollo del capitalismo ha modificado el rol que juega haciéndola participe de las tareas de producción. El capitalismo sigue apoyándose en el sistema patriarcal y cargando sobre la mujer todo el trabajo de reproducción y sostenimiento de la familia. Señalamos el capitalismo como el sistema que, dado el espectacular incremento de las fuerzas productivas que ha generado, crea las condiciones necesarias para la liberación de la mujer y de toda la clase trabajadora porque posibilita el avance del comunismo hacia una sociedad sin clase y sin estado.
En el Estado español igual que en la mayoría de los países las mujeres han estado al frente de la lucha de clases. Aquí en 1931 pusieron muchas ilusiones en las posibilidades que para ellas tendría la república, de hecho fue el primer régimen europeo en dar el derecho al voto a las mujeres, también avanzaron en la consecución de derechos sociales, laborales, la ley del divorcio, etc. No obstante este régimen tuvo importantes limitaciones respecto a las expectativas como clase trabajadora y tuvo que reprimir duramente muchas luchas obreras. El freno de la revolución obrera entre 1936 y 1939 supuso una derrota histórica de la mujer y de la clase trabajadora. La pérdida de la guerra civil impuso 40 años de dictadura fascista, durante la cual se abolieron el matrimonio civil, el divorcio, el aborto legalizado, y se tomaron varias medidas legislativas que empeoraron la situación de la mujer. Así se obliga a las mujeres a abandonar su empleo al casarse, se les prohíbe el trabajo nocturno, así como muchas profesiones. La obligación de la mujer de retirarse de su puesto de trabajo al casarse, fue abolida en 1962, el acceso a la Administración pública se consiguió en 1966. Sin embargo, a pesar de las reformas legales, el concepto de hombre como autoridad y cabeza de familia se mantuvo no sólo en la legislación laboral sino en los códigos civil y penal. En 1970 una mujer casada no podía firmar ningún contrato sin la autorización del marido. Este régimen y su monarquía es heredero del franquismo y a pesar de haber concedido determinados derechos democráticos, la mujer tiene una posición de desigualdad y una manifiesta desventaja en las condiciones de vida.
Nuestra lucha es la lucha por la tercera república socialista, donde quepa la igualdad real de la mujer y se de un impulso a todas las medidas necesarias para la liberación de la mujer (aborto y divorcio libre y gratuito, comedores, lavanderías, guarderías…). Esto significa que apoyamos todas aquellas reivindicaciones democráticas que dentro de este sistema, contribuyan a mejorar las condiciones de vida de la clase obrera, así como aquellas específicas que afecten sólo a las mujeres, pero siempre como parte de un programa de transición hacia la revolución socialista. Nuestra intención es organizar a las mujeres y especialmente a las mujeres trabajadoras en el movimiento socialista, que tiene entre sus principales tareas impulsar y construir un feminismo de clase, socialista y revolucionario.
RELIGIÓN
El desarrollo de la religión ha pasado a lo largo de la historia por muy diversas etapas. Es difícil datar el primer momento en el que aparece la religión como tal, pero lo que sí sabemos con certeza es que existió un culto primitivo que fue contemporáneo de una organización social estructurada en clanes y sin clases sociales que existió en el origen del desarrollo humano y que Engels llamó comunismo primitivo. En este culto no existía jerarquía eclesiástica de ningún tipo, adoraban a diosas de la fertilidad, a los antepasados (tótem) y a dioses que representaban fenómenos de la naturaleza. En estas sociedades las mujeres tenían una posición igualitaria al hombre. Aún en nuestros días podemos observar no solamente tribus o clanes que conservan estas creencias y vestigios de sociedades matrilineales, sino que además en la estructuras de las religiones patriarcales actuales hay restos de cultos primitivos muy arraigados como la adoración a las diosas madres (léase sobre el culto a la Virgen del Rocío).
El cambio del pensamiento religioso se produce a medida que cambia la estructura de clases de la sociedad. La jerarquía eclesiástica, respondiendo a los intereses de las clases poseedoras, convierte la religión en una base ideológica para el sostenimiento del estado, legitima la existencia de una clase poseedora entre la que se encuentra ella misma y condena a la mujer a una posición inferior a la del hombre, ayudando a desarrollar el sistema patriarcal. La posición de inferioridad de la mujer en el sistema de clases, evidentemente no es solo el resultado del avance de la religión sino de la conformación del estado y la propiedad privada.
Dios nació mujer.
Hay todo un proceso ideológico de sustitución de unos dioses por otros, paralelo al cambio de posición de la mujer en la sociedad de clases. En los primeros tiempos el principal motivo de adoración fueron las diosas de la fertilidad, hay muestra de ello desde el paleolítico hasta el neolítico, miles de estatuillas femeninas con atributos sexuales muy desarrollados que enfatizan la maternidad. Durante milenios el culto a la diosa madre cambia para otorgar al dios una posición superior. Este proceso de carácter ideológico refleja el profundo cambio social que se produce cuando se impone la sociedad patriarcal. Esto no implica la desaparición total de las diosas, simplemente se las relega a un segundo término, en la categoría de madre esposa, amante o hija de algún dios varón. Y en algunas ocasiones, se las convierte en una potencia o ser maligno. La adoración a una diosa primitiva de la fertilidad se torna en adoración a un Dios, que a través de la unión con a la diosa adquiere todo su poder. Este dios con frecuencia es temporal y representa las estaciones, muere y renace cada año. Cuando ese dios adquiere las atribuciones de la diosa de la fertilidad llega a tener poder incluso sobre los otros dioses locales. En las distintas mitologías se aprecia claramente este fenómeno. En la griega, Zeus que es un dios de las estaciones (domina el viento y el trueno), se une a Gea, diosa de la fertilidad y se convierte en el dios más poderoso del Olimpo. La persecución del politeísmo es también necesaria para la nueva religión patriarcal que ha de imponer dioses masculinos y todopoderosos Prácticamente en todas las actuales religiones monoteístas hay restos de cultos politeístas, como los santos en la religión católica. El culto a las diosas tienen un arraigo aún más profundo.
Este ciclo de imposición de lo que se conoce como el patriarcado tiene en occidente un paso que supone un peso enorme sobre nuestra cultura; la aparición del judaísmo. El judaísmo es una religión que nace en una sociedad patrilineal, dedicada al pastoreo, donde la mujer no intervenía directamente en la producción del excedente y se la consideraba una posesión más del hombre. Esta religión no solamente señala a la mujer como inferior, sino como portadora de la maldad y en las oraciones que han de rezar los hombres, han de dar gracias a Dios por no ser mujer. Las mujeres deben agradecer a Dios en sus oraciones el haberlas creado para obedecer al varón. El judaísmo no sólo consagra y justifica la opresión clasista, sino que refrenda la desigualdad de los sexos. Asigna a las mujeres funciones subordinadas en la familia y en la sociedad. El Talmud les impone múltiples limitaciones: no pueden intervenir como testigo en juicios, tienen la obligación de cubrirse para salir a la calle y deben ser siervas obedientes de su esposo. Es de todos conocidos que el cristianismo viene de una secta del judaísmo y que se practicó entre algunos pueblos oprimidos y esclavizados por el imperio romano antes de ser declarada religión oficial. Es Engels el primero en enfocar con criterio rigurosamente científico el tema del contexto histórico en que nació el cristianismo. Señaló que la condición fundamental de la expansión del cristianismo fue la existencia del imperio romano. El imperio romano toleró todas las religiones de los pueblos conquistados aunque Roma tuviese una religión oficial. Durante la decadencia del imperio romano las clases dominantes comenzaron a practicar la religión cristiana para oponerse al poder del emperador y se produce el primer reparto prefeudal de la tierra, es más estos señores prefeudales son los primeros obispos. Prueba de ello es que los primeros símbolos cristianos se encuentran en las casas de estos terratenientes. Como respuesta a esta política el emperador Teodosio, completamente ateo, impone el cristianismo como religión oficial. La existencia de una monarquía mundial y la adopción del culto por las élites preparó el terreno para una nivelación del culto. El cristianismo hereda la misoginia del judaísmo y como él, legitima el sistema de clases. El cristianismo está lleno de simbología que da muestra del cambio del pensamiento religioso. La diosa de la fertilidad estaba representada por serpientes, pájaros, cuevas o agua, y es precisamente una serpiente la que da a Eva la manzana del árbol del conocimiento .
Todas las religiones son misóginas.
Hay innumerables muestras de cómo toda ideología religiosa esta impregnada de misoginia podemos mencionar algunas de ellas. Confucio, el gran pensador chino: "La mujer es lo más corruptor y lo más corruptible que hay en el mundo". El fundador del budismo, Sidhartha Gautama: "La mujer es mala. Cada vez que se le presente la ocasión, toda mujer pecará". Tampoco nos sorprende hoy, en una serena lectura historiográfica y sociológica de las Sagradas Escrituras de la tradición católica, que pueda encontrarse; "El nacimiento de una hija es una pérdida" o "parirás tus hijos con dolor” “Tu deseo será el de tu marido y él tendrá autoridad sobre ti" Puede afirmarse que los musulmanes ya en su libro sagrado tienen establecido el patriarcado, lo cual podría ratificarse leyendo el verso 38 del capítulo "Las mujeres" del Corán que textualmente dice: "Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por medio de las cuales Alá ha elevado a éstos por encima de aquéllas, y porque los hombres emplean sus bienes en dotar a las mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas: conservan cuidadosamente, durante la ausencia de sus maridos, lo que Alá ha ordenado que se conserve intacto. Reprenderéis a aquellas cuya desobediencia temáis; las relegaréis en lechos aparte, las azotaréis; pero, tan pronto como ellas os obedezcan, no les busquéis camorra. Dios es elevado y grande".
La religión como sistema de opresión y explotación
Incuestionablemente a lo largo de los años, las instituciones que han representado a las distintas religiones han jugado un papel de opresión y explotación sobre las clases desposeídas y sobre las mujeres.
Explotación. La jerarquía eclesiástica ha vivido, como clase dominante, del trabajo de otros y de la acumulación de las riquezas. Tras el desarrollo de la agricultura de regadío, el control de acceso a la propiedad de las tierras acabó en manos de una elite religiosa que acaparó las mejores zonas de cultivo. La clase sacerdotal llegó a ser tan poderosa que las ciudades templo fueron el paso previo a la evolución urbana hasta las primeras ciudades-estado y de ahí a los Estados nacionales. Desde los primeros tiempos se exigían sacrificios para obtener, a través de la mediación de los sacerdotes el beneplácito de los dioses. Muchas comunidades religiosas llegaron a tener tanta influencia en la constitución del estado, que exigían al pueblo un tributo propio, es el caso del diezmo de la iglesia católica. Durante milenios también han poseído tierras que otros trabajaban para ellos. Pero ¿Y hoy en día? Aquí, en el estado español la iglesia católica no sólo posee riquezas adquiridas con el trabajo de los que explota, y de propiedades bancarias o capitales especulativos (Gescartera, Caja Sur…) sino que sigue cobrando su “diezmo”, la parte de los impuestos que les da el estado. Miremos también el Vaticano, es uno de los estados con más riquezas por metro cuadrado del mundo.
Opresión
En la sociedad de clases, la religión deviene instrumento de opresión social –en el sentido recto y preciso de la palabra– y no podría jugar su papel si su contenido se redujera a un conjunto de ideas erróneas acerca del mundo. La religión ejerce influjo psicológico e ideológico directo sobre la conciencia de cada individuo acostumbrado por la tradición a buscar en ella aliento y consuelo ante cada revés y muy especialmente en caso de seria desgracia. Este hábito, que ha venido formándose en el transcurso de milenios, ha echado profundas raíces en la psique humana. De ahí que la religión haya desempeñado, y siga desempeñando, una función conservadora de enorme incidencia en la vida humana, y no sólo en el campo estrictamente ideológico, sino también en el quehacer cotidiano, en la esfera de las relaciones recíprocas, en la política y en la economía. ¡Cuantas guerras religiosas –prolongadas y cruentas– ha habido y hay, cuántos disidentes han sido perseguidos y ejecutados! Cierto es que en la mayoría de los casos las causas tenían más que ver con intereses materiales, pero las ideas en que se inspiraban esas guerras y persecuciones eran de índole religiosa, y también lo eran a veces los motivos de ensañamiento. No tenemos que ir muy atrás en el tiempo, miremos el genocidio de Palestinos en los territorios del actual e ilegítimo Estado de Israel. La Iglesia católica sigue reivindicando la inferioridad de la mujer respecto al hombre y defiende con uñas y dientes la familia patriarcal. Esto no está lejos, lo vimos en las manifestaciones de la iglesia oponiéndose al matrimonio de los homosexuales y defendiendo únicamente la legitimidad de la familia tradicional (una en la que la mujer está en la casa con la pata quebrada). Prohíbe el uso de medios anticonceptivos y se opone con todo su aparato al divorcio y a la ley del aborto, cuestiones irrenunciables para los revolucionarios que defendemos que el amor tiene que ser libre. Hoy, entrado ya el siglo XXI, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana sigue preparando a las parejas que habrán de contraer matrimonio con manuales donde puede leerse que "La profesión de la mujer seguirá siendo sus labores, su casa, y debería estar presente en los mil y un detalles de la vida de cada día. Le queda un campo inmenso para llegar a perfeccionarse para ser esposa. El sufrimiento y ellas son buenos amigos. En el amor desea ser conquistada; para ella amar es darse por completo y entregarse a alguien que la ha elegido. Hasta tal punto experimenta la necesidad de pertenecer a alguien que siente la tentación de recurrir a la comedia de las lágrimas o a ceder con toda facilidad a los requerimientos del hombre. La mujer es egoísta y quiere ser la única en amar al hombre y ser amada por él. Durante toda su vida tendrá que cuidarse y aparecer bella ante su esposo, de lo contrario, no se hará desear por su marido" . No podemos dejar de mencionar otras religiones que tienen un carácter aún más opresor para la mujer, este es el caso del Islam, sobre todo de lo que se ha llamado Islam político, que trata de imponer costumbres medievales que suponen un retroceso aún mayor. En el subcontinente indio las mujeres todavía sufren los antiguos tormentos, sobrepuestos en la bárbara explotación económica del sistema capitalista. La burguesía india después de medio siglo de “independencia” no ha conseguido eliminar el sistema de castas. Todavía existe el terrible sutte, que consiste en obligar a las mujeres a lanzarse a la pira funeraria de su marido muerto. Cada año se producen cientos de casos. Y aquellas viudas que consiguen escapar de este destino, se las trata como parias y no tienen derecho a la vida. Se las golpea, se las obliga a pasar hambre y los parientes las humillan hasta que no les queda otra salida que el suicidio. En toda África se practica la ablación justificándola bajo cualquier religión pero que es una costumbre tribal primitiva.
La religión como movimiento político.
A lo largo del mundo hay todo un movimiento de las distintas religiones hacia la reconquista de las posiciones perdidas en el seno del estado. En los países árabes se identifica claramente con el fundamentalismo islámico, pero no deja de estar presente en otros países como EEUU donde abundan los fundamentalistas cristianos situados en una zona conocida como el cinturón bíblico, que llegan exigir que en las escuelas no solo se explique la teoría de la evolución de Darwin, sino también la teoría del creacionismo de la Biblia. Es el caso de los evangélicos que han apoyado activamente a la más rancia derecha de EEUU para que aplique sus políticas contra el aborto, la homosexualidad, etc. El presidente Bush, no pierde ocasión de señalar que a él lo salvo un predicador y que Dios le ayuda a gobernar el país. Podríamos pensar que estos movimientos no llegan a Europa, pero el caso más conocido el de Comunión y Liberación en Italia. Estos movimientos se caracterizan por rechazar la razón y los condicionamientos y límites que esta impone al ser humano. Intentan influir en las leyes que se promulgan para todos los ciudadanos y obligar al poder político a imponer sus concepciones morales. En mayor o menor medida su objetivo es gobernar según su tradición religiosa. En el caso del fundamentalismo islámico cuando gobiernan imponen su propia ley, la Sharia, que aplasta a las mujeres y a toda la clase obrera con unas leyes represoras y retrógradas que suponen un gran paso atrás, que llegan a obligar a la lapidación de las mujeres por adulterio o a prohibir y destruir partidos obreros y sindicatos de clase .
En las postrimerías del siglo XX, después de años de lucha por la emancipación de la mujer, una oleada de fundamentalismo religioso se abatió sobre el mundo a la vez que los impulsos laico, modernizador y socialista se iban a pique. Algunos de los derechos conquistados por las mujeres empezaron a peligrar en EEUU, Polonia, Rusia y la antigua República Democrática Alemana. La victoria de los clérigos en Irán, la derrota de la izquierda en Afganistán, la persistencia del régimen wahhabí en Arabia Saudí, el encumbramiento de los grupos fundamentalistas radicales de Egipto y Argelia y la defensa posmoderna del relativismo parecían haber sepultado una vez más las esperanzas de las mujeres. En los tiempos de la globalización, se diría que la única diferencia que perdura es la defensa de una identidad propia. Mas, ¿qué identidad se está defendiendo? ¿y en beneficio de quién?
La Iglesia católica del Estado Español, inspirada en la doctrina de rechazo de la Ilustración y la razón del nuevo papa Ratzinger, está tratando de realizar una labor que ellos califican como revangelización, y que nosotros podemos calificar de fundamentalismo. Chantajea al estado, consiguiendo un aumento del control de las instituciones. Se opone a leyes de carácter progresista, que de alguna manera minoran el sometimiento de la mujer y la violencia que sobre ellas se ejerce, como el divorcio desde el primer día o las anteriormente mencionadas. No podemos dejar de mencionar al cura de Valencia que en su propaganda afirmaba que la violencia era culpa de la mujer que probablemente se la merecía. Estas posiciones de la Iglesia Católica no parecen muy distantes de las de aquel Imán condenado por explicar en un libro cómo se debía pegar a la mujer sin dejar señales.
CONCLUSIONES
Los revolucionarios nos hemos de oponer firmemente a ese bloque que hace la iglesia con esa oligarquía reaccionaria en contra de la liberación de la mujer. Igualmente debemos oponernos al adoctrinamiento que quieren imponer en todos los ámbitos fuera de los lugares de culto y que deriva directamente en la opresión moral de toda la clase trabajadora y a la financiación de cualquier culto religioso. Lenin y Trotsky señalan como objetivo llevar adelante una lucha organizada contra el poder de la tradición, las costumbres burguesas y las ideas religiosas, preparar el camino para unas relaciones entre los sexos más sanas y armoniosas, garantizando la vitalidad física y moral de la clase obrera. Los revolucionarios creemos que para luchar contra este sistema hay que acabar también con la ideología y las instituciones que lo sostienen, por esto nuestra posición será siempre el combate a la religión tanto a su doctrina como a sus instituciones. Sin embargo la religión no se desmonta simplemente mostrando la falsedad de las prédicas que difunden. La religión es un mecanismo opresor que se apoya en un conjunto de instituciones que forman una jerarquía eclesiástica y que cumplen su papel como apoyo del estado y del sistema patriarcal. No deja de ser significativo el hecho de que el único país del mundo donde ha triunfado la revolución más profunda de la historia tenga como herencia el regalo de una población no creyente. El 72.4% de la población rusa se declara no creyente . Tampoco podemos olvidar el papel de los revolucionarios españoles en contra de la Iglesia Católica. Ni el genocidio que supone la prédica de la Iglesia Católica en África contra el uso de preservativos. Como revolucionarios tenemos el deber de denunciar el papel de la religión. La lucha revolucionaria, especialmente en Asia y Oriente Medio exige una lucha despiadada contra toda clase de oscurantismo y fundamentalismo religioso, que independientemente de su demagogia “antiimperialista”, siempre juega el papel más reaccionario en la sociedad. La emancipación de las mujeres será una utopía si no va acompañada de la lucha contra toda religión, que sostiene y perpetúa la esclavización de las mujeres.
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