Pequeña de estatura, morena como el color de la tierra, ojos de obsidiana, el arma más importante de los zapatistas, el corazón del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)... La Comandanta Ramona, mujer tzotzil, tejedora de historias, soplido del caracol marino, viento que canta y va del centro del universo indígena a los costados del alma planetaria, de la resistencia a la organización, del silencio que habla a la palabra que calla.
Al morir la Comandanta Ramona “el mundo perdió a una de esas mujeres que paren nuevos mundos” y México perdió a “una de esas luchadoras que le hace falta”, así lo dijo el subcomandante Marcos en la ciudad de Tonalá, en la zona de la costa chiapaneca cuando se realizaba un encuentro con los pobladores del lugar, pertenecientes al Frente Cívico con la Justicia en las Manos.“Hay momentos muy duros como este que les voy a decir ahorita, me acaban de avisar, por eso interrumpimos esto, que la compañera comandanta Ramona murió hoy en la mañana, lo que sabemos es lo que todos saben, la Comandanta Ramona le arrancó diez años a la muerte gracias al apoyo de gente como ustedes.”
“En este caso es muy difícil hablar pero lo que puedo decir es que el mundo perdió a una de esas mujeres que paren nuevos mundos, México perdió una de esas luchadoras que le hace falta y a nosotros nos arrancaron un pedazo de corazón.”
El auditorio tonalteco quedó perplejo y la confusión sobre lo que pasaba campeaba. La ruta de la delegación Zero fue modificada y el camino se abrió de vuelta. Todos regresábamos hacia San Cristóbal de las Casas, Chiapas. La Otra Campaña quedó en pausa.
La muerte de Ramona nos arrancó de golpe un sentimiento de alegría que llevábamos por lo exitoso que está resultando la iniciativa zapatista, pero como lo que somos, soñadores de izquierda, no le tememos a la muerte porque somos viento y Ramona fue fiel a la lucha por la vida y eso es lo que vale, luchar por la vida aunque la muerte algún día nos abrace.
En la madrugada del primero de enero de 1994, Ramona dirigió las filas insurgentes que tomaron la ciudad de San Cristóbal, símbolo de la soberbia del poder. El fuego que alumbró esa noche no fue la de los fusiles, sino la de la luz que emanaba de los rostros cubiertos por el pasamontañas, el acto de fe, la creencia en cambiar todo, la vida al hilo, el ¡ya basta! que sacudió las conciencias de los pobladores de nuestro México. La insurrección.
La mujer pequeña de estatura, pero grande ya en la historia nacional, parió aquél día un hijo: Una generación de luchadores sociales que hoy se extiende por todo el territorio, una generación que recoge las enseñanzas del tiempo y modo indígena, un movimiento que a los ratos se ve a los ratos no, pero siempre está.
En Octubre de 1996, la Comandanta salió de la zona zapatista hacia la ciudad de México para participar en la construcción del Congreso Nacional Indígena (CNI). Ante 100 mil personas congregadas en el Zócalo de la ciudad de México, Ramona habló: “De por sí es muy pequeña nuestra palabra de los zapatistas, pero su paso es muy grande y camina muy lejos y se entra en muchos corazones.”
En su discurso selló la frase que hiciera grande a la dignidad indígena de nuestro tiempo: “Llegamos hasta aquí para gritar, junto con todos, los ya no, que nunca más un México sin nosotros”.
Hizo un llamado a caminar junto a la lucha indígena. “Hermanos y hermanas mexicanos: “Yo soy la comandante Ramona del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Soy el primero de muchos pasos de los zapatistas al Distrito Federal y a todos los lugares de México. Esperamos que todos ustedes caminen junto a nosotros. Esta es nuestra palabra, hermanas y hermanos mexicanos.”
Durante doce años, luego del levantamiento, luchó contra la muerte, una muerte que no venía de combates armados, sino del combate a la pobreza, ya que aquí en Chiapas las enfermedades curables llevan el signo del deceso y la sentencia de los cementerios. Pero aún así resistió, anduvo al filo de la muerte, pero siempre con sus bromas como entre los luchadores sociales se habitúa a hacer.
Ramona impulsó los derechos de las mujeres y fue una de las arquitectas de la Ley Revolucionaria de las Mujeres que a la letra dice: “En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la revolución...”
La dirigente indígena le apostó a la lucha política del zapatismo y la última vez que se le vio públicamente, el 16 de septiembre del año pasado, pronunció unas palabras ante los adherentes de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona: “Muy buenas noches compañeros, compañeras, es mi nombre la comandante Ramona, me da mucho gusto que vinieron aquí con mucha gente, mandamos por muchos saludos para que le echemos muchas ganas a trabajar y que trabajemos juntos, es toda mi palabra, gracias...”
En esa ocasión, cuenta el subcomandante Marcos, Ramona “ese día de la plenaria, nos dio un bordado que había hecho ella cuando estaba convaleciendo de la operación que le hicieron hace casi 10 años y me la entregó y me dijo que esperaba que la Otra Campaña fuera como ese bordado, eso es lo que tenemos que hacer.”
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