domingo, mayo 10, 2009

Guatemala: Mujeres que integran pandillas son seducidas por el Poder

Por: Alba Trejo
La presencia de mujeres en las pandillas se hace cada vez más evidente en Guatemala. Seducidas por el poder ofrecido por los pandilleros, son incorporadas al grupo donde, en la realidad, reciben crueles vejámenes y violaciones sexuales, son utilizadas para cobrar extorsiones, asaltar buses o ejercer el sicariato y, al final, terminan siendo aniquiladas.

Este fenómeno social demuestra que, hoy por hoy, las mujeres son incorporadas desde los 13 años de edad por los pandilleros a las clícas (células), porque las ven como un objeto del cual pueden obtener beneficios, dijo a SEMlac Nelson Oliva, del área de niñez de la organización Internacional Save the Children.

"Las niñas no son conscientes con claridad de a qué ingresan, les pintan un panorama bonito, donde disfrutarán beneficios, y les piden que se vuelvan correos, informantes o hagan funciones delincuenciales. Así son enganchadas para que se comprometan con la organización y después las asesinan", explica.


La experiencia de la fiscal de Delitos contra la vida del Ministerio Público, Blanca Cojulun, resume que un buen número de cadáveres de mujeres que aparecen estrangulados y torturados, a veces desmembrados, corresponde a jóvenes pertenecientes a una pandilla y que fueron muertas por grupos rivales o por el propio, al no cumplir con una tarea.

Sin embargo, pese a los riesgos, aumenta el número de mujeres que ingresan a las pandillas.

El estudio más reciente, "Maras y pandillas, comunidad y policía en Centroamérica", realizado por la mencionada agencia sueca, determinó en 2007 que el número de mujeres dentro de esos grupos era más elevado en este país en comparación con los otros de la región.

Incluso, el jefe Antimaras de la Policía Nacional Civil, René de la Cruz, afirmó que hay entre ocho y 10.000 pandilleros activos, con al menos 40.000 seguidores. Y añadió que, al menos, de cada 10 mareros, cuatro son mujeres.

El involucramiento de guatemaltecas en estos grupos, surgidos en 1986, se debe a factores que, de acuerdo con Gladys Ollas, procuradora de la Mujer, incluyen violencia intrafamiliar, abandono del padre o la madre, y el abuso sexual y maltrato. "Poderosas causas por las que ocurre el involucramiento", comentó a SEMlac la funcionaria.

El estudio de la cooperación sueca, que entrevistó a 3.402 pandilleros y pandilleras y autoridades civiles, de la iglesia y de justicia de la región centroamericana, destaca que ellas se unen con mayor frecuencia a las pandillas debido a sus entornos familiares problemáticos o traumáticos, malos recuerdos de su infancia, la muerte violenta de algún familiar o porque huyen de hogares donde ocurren maltratos.

En Guatemala, según la Comisión Nacional Contra el Maltrato Infantil, la niñez es víctima en todo. Siete de cada 10 pequeños sufren maltrato físico, verbal y abuso sexual, principalmente en sus casas, sin que las leyes los protejan.

Asimismo, el maltrato infantil se inicia desde cero hasta los 12 años de vida, destacó María Eugenia Villaseñor, de la subcomisión de derechos de la niñez de este país.

A eso se agregan los informes de los médicos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses que, en sus cuadros de servicios clínicos, reflejan que el pico más alto en atención a pacientes está en el abuso sexual y la violencia intrafamiliar.

De 10 casos atendidos en los consultorios, ocho son por violencia intrafamiliar en mujeres, niños y niñas. Los abusos ocurren a niñas de seis a 16 años de edad.

Blanca Cojulun indica que, en sus procesos de investigación, ha comprobado que las jóvenes que se incorporan a las pandillas, sea por situación de pobreza o abandono del padre o la madre, generalmente lo hacen tras enamorarse de uno de sus integrantes.

Las seducen con ofrecimientos de afecto y dinero, comentó a SEMlac la fiscal, pero al final de cuentas sólo las utilizan. Incluso, existen mareros que sostienen relaciones con cinco o más jóvenes a la vez.

La funcionaria se cuestiona por qué ingresan a las pandillas, si al final para ellas la iniciación es quizás más dolorosa que la de un hombre.

Para poder integrar una mara, la joven debe demostrar que es capaz de soportar una golpiza ocasionada por seis o hasta 10 de sus miembros, y una violación sexual que es efectuada hasta por siete pandilleros en ese instante. Y aún después de este acto violento, la joven continúa llevando la peor parte.

Según el estudio de la cooperación sueca, ella se ve reducida a desempeñar el rol de sometimiento, a lavar, hacer la comida, servir a los mareros y, por si fuera poco, a cobrar las extorsiones hechas a los ciudadanos, principalmente cuando los pandilleros están en prisión. Hasta deben callar cuando dentro del grupo se toma una decisión.

Los datos oficiales estiman que en este país existen por lo menos 236 maras reconocidas y organizadas, y que la mayoría de sus integrantes proceden de los 600 cinturones de pobreza que conforman la ciudad y colonias marginales, de hogares desintegrados y violentos, o son hijos de madres solteras.

En Guatemala, ser pobre significa tener la incapacidad económica de adquirir una canasta de bienes y servicios básicos, estimada en 1.278 dólares por persona al año. Y ser extremadamente pobre es tener la imposibilidad de adquirir una canasta de alimentos estimada en 500 dólares por año, de acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

A eso se unen la ausencia de educación sexual y la falta de acceso a métodos anticonceptivos en edades tempranas.

Según el Ministerio de Salud Pública, en esta nación de 14 millones de habitantes -de los cuales más de la mitad son mujeres- ingresan a diario a la sala de partos 918 de ellas. Lo más grave es que al menos 200 están entre los 13 y 18 años de edad y muchas ya van por un segundo embarazo.,.

Asimismo, 49 de cada 100 infantes entre 0 y 6 años padecen hambre por razones de pobreza, indica el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Esos son factores que influyen en la proliferación de las maras, ratifica Gladis Ollas.

Y aunque, para la mujer, entrar a una pandilla aparenta romper el estereotipo de la sumisión, se trata de grupos machistas, donde ellos ocupan los puestos supremos, deben ser respetados y mantienen el dominio, comenta.

De la Cruz, por su parte, explica que las mujeres en esos grupos viven sometidas por sus líderes, pues darles un espacio de poder sería considerado un rasgo de debilidad.

Aunque en los últimos años ellas intentan la igualdad de género dentro de las pandillas, esta llega en casos concretos, cuando la joven demuestra ser capaz de asesinar a alguien, señala la investigación de la cooperación sueca.

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