miércoles, abril 22, 2009

España: Mujer y crisis, la precariedad de los servicios sociales

Por: Regina Martínez
Desde los círculos del poder político y económico se difunde la idea de que el neoliberalismo es el mejor sistema posible. Nos dicen que las privatizaciones, disminución y congelación de las prestaciones sociales son medidas adecuadas para la evolución normal de un país económicamente fuerte, llegando a sentenciar que el sector público sólo es un impedimento a nuestro desarrollo.

El neoliberalismo nos vende el libre mercado como motor que facilita el progreso al estimular la libre competencia —y supuestamente una lucha por ofrecer el mejor servicio—, así como la necesidad de superar el papel caduco y trasnochado del estado (eso sí, sólo cuestionando la responsabilidad social del mismo, y nunca el poder coercitivo que el estado ejerce).

Las soluciones que se dan desde el Estado no pasan por guarderías gratuitas, servicios domiciliarios, sanidad y educación de calidad ni un aumento consecuente de puestos de trabajo en el sector público.


Si un estado no se somete a los dictados de la OMC, sufre un directo aislamiento económico del capitalismo internacional. Sin embargo, no es cierto que los índices económicos de un país representen la calidad de vida de su población (el déficit cero del PP se tradujo en un gasto público porcentualmente igual al del último período del franquismo).

La venta progresiva al neoliberalismo de las prestaciones sociales conseguidas tras el desarrollo del llamado “estado del bienestar”, se ha arraigado en las últimas décadas, con el consiguiente detrimento de la calidad de los puestos de trabajo, la calidad de los servicios y el empeoramiento de la situación de la mujer trabajadora, quien soporta principalmente estos déficits.

En el Estado español gozamos mal y tarde del estado de bienestar por perder el tren durante el franquismo. Como ejemplo, el endémico gasto público bajo en educación o el hecho de que hasta 1986 no hubo un Sistema Nacional de Salud, y la atención sanitaria se universalizó unos años más tarde. Aquí, el desarrollo ha sido mucho más raquítico y, al igual que en el resto de la UE, las políticas neoliberales de los sucesivos gobiernos han empeorado el débil punto de partida.

Los beneficios de unos servicios sociales desarrollados y fuertes, aunque tambaleen y no acaben con el capitalismo de raíz, mejoran muy razonablemente el día a día de los que no podemos comprar salud o educación con salarios de miseria.
Jarabe de palo

Estas recetas no tienen los mismos efectos según quien las tome. Para la inmensa mayoría de la gente, provocan menos calidad de vida (especialmente para la mujer trabajadora), menos prestaciones sociales y empleos de menor calidad, que ahora realizan subcontratas y empresas privadas.

Si desde los partidos conservadores se da una retórica constante alrededor de la familia, las ayudas reales que prestan a quien las soporta son nulas.

Las mujeres de 30 a 50 años de edad son las personas con más enfermedades por estrés en nuestra sociedad. Tras estas cifras no hay más que sobrecarga familiar. Cuando una mujer con hijos, que cada vez se emancipan más tarde por la dificultad en la adquisición de vivienda (el 84% de los jóvenes parados vive con sus padres, frente el 5% de los países nórdicos), tiene además que hacerse cargo de las personas dependientes y del trabajo doméstico.

Unas 44 horas semanales en total, más que en cualquier país europeo. En Suecia, por ejemplo, puedes enviar a tu hijo de 0-3 años a una escuela de infancia de 8.30 de la mañana a 6 de la tarde, y en caso de familiares discapacitados, tienes derecho hasta un total de cinco visitas diarias de profesionales de servicios domiciliarios.

La mujer, quien carga con el peso del cuidado y trabajo doméstico, tiene además las peores condiciones laborales (temporalidad, desempleo, doble escala salarial), siendo justificado lo uno por lo otro en un círculo vicioso insoportable.

Superficial

Las soluciones que se dan desde el Estado no pasan por guarderías gratuitas, servicios domiciliarios, sanidad y educación de calidad ni un aumento consecuente de puestos de trabajo en el sector público. Por el contrario, el ejecutivo de Zapatero se vanagloria por la paridad ministerial y leyes de conciliación que ponen el énfasis del conflicto en nuestro ámbito privado.

La realidad es que el conflicto reside en que el estado deja sobre los hombros de la mujer el más duro trabajo dentro de casa. Las empresas aprovechan esta debilidad con peores condiciones en nuestros puestos de trabajo, que se supone nos permiten compaginar nuestra esclavitud familiar con trabajos precarios. Todo un detalle.

La lucha por unos servicios sociales de calidad forma parte de la lucha por los derechos de la mujer, y sin duda de esta ardua batalla que es organizarnos contra la precariedad de inmediato.

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