Abordar este tema nos remite necesariamente a revisar un poco la cuestión de la mujer en el marco de lo que ha sido desde sus inicios el tratamiento de la imagen de la feminidad, lo femenino y su evolución, en las empresas televisivas en Venezuela, como expresión del sistema capitalista.Entendido que la televisión privada es un fenómeno en el cual se concentran intereses de grupos económicos, que pretende desde la programación que trasmite crear una cultura en los usuarios y usuarias que responda a sus propios intereses, no podemos obviar a la mujer joven inmersa en esta trama tanto como trabajadora del medio o como espectadora.
Inicios
Con los avances de la tecnología, en el siglo pasado, aparecen nuevas formas de trabajo, entre ellas la televisión, a la cual se incorpora la mujer y sobre todo la joven; inclusive en Venezuela donde aparece este medio de comunicación en 1952.
Desde entonces la pantalla chica utiliza el recurso femenino para la explotación, como imagen fundamental para la venta y la mercantilización. Se convierte la imagen femenina en un concepto: mercancía.
Se usó en la fase inicial en la publicidad como un elemento impulsor de consumo de bienes domésticos (jabones, cremas, detergentes). A través de una realidad breve, fabricada y fragmentada (comerciales) se construye una cantidad de estímulos dirigidos a la mujer, a la familia, desde la propia imagen de la mujer, con el fin de incentivar a la compra con la esperanza de acceder a los cambios y beneficios que la publicidad promete.
Su presencia en los espacios de las telenovelas (en las cuales se crearon estereotipos de mujeres) sólo tenían cabida la bella tonta, la bella mala y la negra o india como servicio en medio del drama.
Se reflejaba en la pantalla toda la tragedia de la sociedad clasista, pero se incentiva a través de ella a adquirir nuevas conductas, a aspirar nuevas situaciones, mientras se tergiversa la realidad real y se crea una realidad ficcional cuyas soluciones a los problemas planteados no responden a la vida misma.
En otras palabras, se distorsiona la realidad y se construyen falsos valores.
En ese período de iniciación en Venezuela la televisión no tiene significativo impacto en la mayoría porque la señal no cubría toda la geografía nacional, pero el objetivo estaba definido y con el tiempo se fue consolidando.
La televisión en la democracia representativa
Con la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, en el 58; la televisión tiene un cambio. Se realizaron “negocios” con el nuevo sistema que nacía: la democracia representativa, y la televisión sufrió una expansión a nivel de cobertura nacional, pero también se puso al servicio de los partidos políticos de la derecha . Esto le permitió posteriormente reclamar su cuota de poder.
A partir d e la década del 70, gracias a los avances técnicos, al auge petrolero y la concertación de capitales en unos pocos empresarios con la anuencia de los gobiernos de turno, la televisión toma otro giro y se convierte en un poder político. La transformación cualitativa en lo tecnológico no va de la mano con los valores de la sociedad.
Convertida la televisión en poder, ha ido generando conductas en la sociedad no sólo hacia el consumo sino que ha intentado homogeneizarla hacia fines específicos en cuanto a la política, la cultura, la educación, la alimentación, el ocio, la familia, utilizando la imagen de la mujer joven.
1-La propaganda electoral la convierte (mujer joven) en un elemento propulsor de las candidaturas de derecha y se exalta las cualidades del candidato en las cuñas con la participación de la juventud. Una participación que solo está limitada a la publicidad, objetivo circunstancial y coyuntural, porque una vez en el gobierno no se crean políticas de participación en el Estado para la mujer joven.
Afianzado el poder mediático en una sociedad capitalista, la mujer joven es objeto de las más significativas agresiones. La televisión empeora en la calidad de su programación, y sus objetivos y fines propios del sistema capitalista se acentúan cada vez más. La imagen de la mujer joven sólo responde a un concepto mercantilista para engrosar los capitales de los grupos que manejan la empresa televisiva, mientras de desvaloriza y degrada su condición de ser humano.
Vemos aparecer más participación de la mujer, ya como animadora de programas, o en algunos de opinión de escaso o ningún contenido educativo, en los cuales se refuerza el cuerpo como el elemento a destacar. La belleza física se convierte en la moneda de cambio en un trabajo que no dignifica.
2- En lo cultural, la televisión sirve para la transculturación, penetración foránea; en otras palabras “la estadounización”. La implantación de nuevas formas de vida, inclusive familiar, a través de los programas importados del norte que no responden a los valores autóctonos, patrios, y en todo esto la imagen de la mujer joven se deteriora.
3- El objetivo de educar desaparece. La pantalla chica es invadida por los programas políticos, las comiquitas, las series importadas del norte.
4- Se incentiva a través de la publicidad a adquirir o a comer comida de escaso valor nutritivo en sustitución del patrimonio gastronómico nacional utilizando la imagen de la mujer joven.
5- Se incrementan los programas “de humor” con un verbo de doble sentido y en los cuales el cuerpo joven de la mujer es un elemento de “comicidad”.
6- Los valores de la familia pierden espacio porque se trasladan a través de las series, películas, otros que no responden a nuestra idiosincrasia y en los cuales la imagen de la mujer joven es destructiva (exponente de violencia, drogadicción, prostitución).
Podemos afirmar que la televisión venezolana en manos de la empresa privada ha utilizado la imagen de la mujer como: un factor impulsor del consumo un elemento para la diversión una imagen distorsionada para la mercantilización un elemento de lucro para los grupos empresariales un concepto: mercancía imagen de carácter eminentemente comercial: exponente de valores contrarios a su propia identidad. La televisión revolucionaria para la revolución
La sociedad mayoritaria reclama una nueva forma de hacer televisión con la participación de la mujer joven que responda a los principios fundamentales de educar, informar y distraer, que sea espacio que refleje los intereses comunes de la mayoría sin perder calidad.
Una educación que no soslaye lo ideológico, que fortalezca la moral del nuevo hombre y nueva mujer a partir de valores que sean cónsonos con la sociedad que se intenta construir. Una información (no sesgada) que conduzca a una sociedad sin clases y una distracción sana y creativa.
Esa es una tarea de la revolución que aún no se consolida pese a los acertados intentos a través de los medios comunitarios y otras experiencias. ¿Qué podemos aportar desde este espacio?
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